Pachá, la discoteca que montó un 'loco' en Ibiza entre hippies y censura franquista
La imagen de Eivissa en el mundo está íntimamente ligada a las discotecas y, en concreto, a las dos cerezas de Pachá. La discoteca, fundada en la isla en 1973, cumple medio siglo este año: 50 años de historia a través de la cual podemos narrar también la evolución turística de la zona, influenciada, en buena manera, por los visitantes que han llegado a las Pitiüses durante el último siglo. Esta es una historia de un 'loco', Ricardo Urgell, que vio un negocio donde los demás sólo vislumbraban hippies y campo.
Antes de fundar Pachá, Ricardo Urgell (Barcelona, 1937) ya había montado otro tipo de negocios ligados al turismo. En la localidad de Sitges, donde su familia tenía una casa, la población vivía de la agricultura, la pesca y la fabricación del calzado, antes de que llegara el turismo y la cultura (como el Sitges Film Festival). Comarca del Garraf, fue conocida también porque producían las variedades de malvasía y moscatel que se exportaban a América del Sur. En 1960, Urgell abrió una escuela de ski náutico, donde trabajó durante tres años. Anteriormente, había trabajado en un taller de mecánica donde fabricaban coches, motos, triciclos de reparto, remolques, coches de carreras y karts.
“Ganarás tanto dinero que vivirás como un pachá”, le dijo Marisa, su mujer, cuando decidió abrir el primer Pachá en Sitges, cuya marca daría, poco tiempo después, la vuelta al mundo. Un pachá es alguien rico, con mucho dinero. Del árabe basha, el origen del término se remonta a un funcionario turco de rango superior o con cargo semejante a virrey. “Fue sencillamente así cómo cambió mi vida”, escribe Ricardo Urgell en el prólogo de El Baile: Pachá 1966-1993, el libro que conmemora su 25 aniversario, dirigido por el relaciones públicas Carlos Martorell y el fotógrafo Toni Riera.
El municipio de Sitges es considerado heredero de la romana Subur, perteneciente a Tarraconense (romana primero y visigoda después). A partir de los años 60, con el boom del turismo, se empieza a construir una gran infraestructura turística alrededor del lugar. De esta manera, Sitges se convirtió, a lo largo de las décadas, en la localidad española con más puertos deportivos: Ginesta, Garraf y Aiguadolç.
La familia de Urgell tenía una casa en la calle Dos de Mayo de Sitges, en aquella época de pescadores, ubicada muy cerca de la playa. Con la llegada del turismo, la zona se vació de pescadores y se llenó de bares de ambiente. Entre ellos, la propia casa de la familia Urgell, que se convirtió en 1964 en el Bar Tito’s. “Tenía por costumbre, al llegar la noche, sacar sillas a la puerta de la calle, a la que habían bautizado con el nombre de ‘Calle del Pecado’, recibir a mis amigos y ofrecerles unas copas”, cuenta Urgell.
Pachá se funda en Sitges
La vida del empresario catalán cambió cuando, según explica, entró por primera vez en la discoteca Tiffany’s. “Aquel nuevo concepto de local de baile, cubierto, con juego de luces, música a todo volumen y pinchada sin intermitencias por varios disc-jockeys, me impactó hasta el punto de querer, a toda costa, tener un local como aquel”, describe. Era un local que siempre estaba lleno y que Urgell percibía como “un buen negocio”. Así fue cómo el 22 de julio de 1967 -The Beatles acababa de publicar su octavo álbum, Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, una de las obras más influyentes de la historia- se inaugura, en Sitges, el primer Pachá. Por una entrada con consumición se pagaban 150 pesetas en sus inicios.
La vida del Ricardo Urgell cambió cuando, según explica, entró por primera vez en la discoteca Tiffany’s: 'Me impactó hasta el punto de querer, a toda costa, tener un local como aquel
Nos situamos todavía en los últimos años del franquismo. En Eivissa ya hacía más de una década que habían llegado los beatniks, un movimiento contracultural procedente de Estados Unidos, que descubren que la isla es un lugar en el que nadie los persigue, pueden vivir con tranquilidad, consumir drogas (sobre todo, marihuana, y LSD), alquilar casas en el campo y abrir negocios.
El puerto de La Marina, una de las zonas de ambiente por antonomasia en aquellos años, estaba llena de bares regentados por beatniks. El ‘mito’ de la Eivissa abierta y tolerante, que llevaba unas décadas cocinándose, fue fundamental para lo que vino después. El contexto europeo e internacional estaba marcado por la guerra de Vietnam, con las protestas y revueltas estudiantiles en contra, especialmente representadas por el mayo francés de París de 1968. Este contexto tuvo su repercusión en Eivissa y Formentera, que empezó a recibir a un nuevo tipo de visitante: los hippies.
Un año después, en 1969, se estrena la película de culto ‘More’, del director francés Barbet Schroeder, que aborda la experiencia de una joven pareja marcada por las drogas y la sexualidad. La canción ‘Ibiza Bar’, incluida en la banda sonora que puso Pink Floyd, está, al parecer, inspirada en el Lola’s, una pequeña discoteca que había en Dalt Vila (la zona antigua de Eivissa), según recogen los periodistas y DJ’s Luis Costa (Barcelona, 1972) y Christian Len (Sabadell, 1981) en Balearic: Historia oral de la cultura de club en Ibiza (Editorial Contra, 2020).
“¿Una discoteca en Ibiza? Estás loco”
En dicho libro se narra que en esa zona de ambiente se ubicaban bares como La Tierra o El Mono Desnudo, en los que sonaba rock psicodélico y soul, “entre la neblina de humo del hash”. La fiesta, que no terminaba hasta altas horas de la madrugada, seguía en el Lola’s o en Pachá Ibiza, que se fundó el 15 de junio de 1973. Pachá se construyó en una zona en la que en ese momento no había nada, era prácticamente todo campo, aunque ahora es una de las zonas más caras de la isla, muy cerca del puerto deportivo Marina Ibiza.
“El estilo arquitectónico de Pachá es el de la casa payesa ibicenca. A Ricardo le gustaba mucho este estilo”, explica a elDiario.es Pepe Tur, director de Pachá entre 1985 y 2012. “Él vio que Eivissa era un territorio virgen: esa naturaleza, las aguas, Formentera… Quedó prendado. Cuando dijo que quería montar una discoteca en la isla, le decían que estaba loco”, asevera Tur.
Ricardo Urgell, fundador de Pachá, vio que Eivissa era un territorio virgen: esa naturaleza, las aguas, Formentera… Quedó prendado. Cuando dijo que quería montar una discoteca en la isla, le decían que estaba loco
Esta historia, de hecho, la cuenta el propio Urgell. “¿Ibiza? Cuatro hippies, cuatro colgados. ¿Qué coño vas a hacer en Ibiza?”, asegura que le decían. “La primera semana la gente aún no estaba muy enterada, pero la segunda y la tercera ya estaba a reventar. Todo eso lo hice sin dinero, con socios”, afirma el empresario catalán. Piti, su hermano, reconoce que al principio “no se ganaba dinero porque todo eran hippies, pero se vivía de película y te lo pasabas pipa”. “Los tres primeros años fueron una maravilla”, asegura. En sus inicios, curiosamente, los ibicencos apenas iban. “Solo los más avanzados a su tiempo”, recuerda Tur, exdirector de Pachá.
Hasta 1975, en Pachá no se hizo ninguna fiesta en especial, aunque abría todos los días, y la gente empezaba a llegar sobre la una de la mañana. “Se fumaban un porro entre quince y con ese porro ya iban locos todo el día”, recuerda Piti. Una de los primeros grandes eventos que se organizaron fue la Fiesta Hollywood: las fachadas se forraban con enormes carteles de cine y la gente se disfrazaba de algún personaje clave del mundillo. La fiesta Flower Power acabó siendo una de las más emblemáticas. “Cuando Pachá abrió, muchas de las canciones que sonaban acababan de salir. Piti tenía miedo de quemar la fiesta Flower Power, por eso, solo se hacía una fiesta por temporada”, recuerda Tur. Con el tiempo se pasaron a hacer dos por temporada, luego una cada mes, y al final una por semana. “Para Pachá, la fiesta Flower Power es como cuando coges un álbum familiar y empiezas a mirar fotos antiguas”, subraya el exdirector de Pachá.
Solo los ibicencos más avanzados a su tiempo iban a Pachá. Se fumaban un porro entre quince y con ese porro ya iban locos todo el día
Contrabando de música rock
Al principio, bajo el régimen franquista, la censura de la moral nacionalcatólica pretendía evitar que la música que escuchaba la juventud europea (todas las variedades del rock de la época, el punk, el soul, el reggae…) pudiera penetrar en territorio español. Mientras que era relativamente sencillo adquirir anfetaminas a bajo coste en las farmacias -se desconocía casi todo sobre las drogas-, era muy difícil adquirir los discos de los Beatles y los Rolling Stones; de The Doors, The Sex Pistols o Pink Floyd.
“Yo era un loco de la música y compraba los discos en París, Londres y Nueva York. Los pasaba por la frontera como un delincuente, un contrabandista. Pero esa música abría la caja mágica de las noches de Ibiza”, explica ‘Piti’ Urgell, cofundador y primer DJ del primer Pachá. En la aduana española había estrictos y rigurosos controles que intentaban impedir su introducción.
Yo era un loco de la música y compraba los discos en París, Londres y Nueva York. Los pasaba por la frontera como un delincuente, un contrabandista. Pero esa música abría la caja mágica de las noches de Ibiza
“Esta es una discoteca de maricones”
Una de las anécdotas que recoge el libro Balearic es que en una ocasión unos policías exigieron a Ricardo Urgell un periódico. Ricardo, extrañado, preguntó para qué lo querían, a lo que le contestaron que querían comprobar si había suficiente luz para leer. El empresario les aclaró que los clientes no iban a la discoteca a leer. No sirvió de nada: Pachá fue precintado durante algunos meses. En otro control policial aseguraron que era “una discoteca de maricones”. La homofobia del régimen.
Sobre las drogas, Urgell cuenta que, según explicó Carlos Martorell, una mujer drogó a un guardia civil en Pachá. “Una señora le ponía mescalina (una sustancia alucinógena que se extrae del cactus peyote y el cactus de San Pedro) a las bebidas y se las daba a la gente. La llamaba ‘rifrisqui sicriti’, lo sacó de un anuncio de la televisión. Una vez le dijo a un guardia civil, ‘tome, rifrisqui sicriti’, y el guardia civil se la tomó y se puso pedo”.
Una señora le ponía mescalina a las bebidas y se las daba a la gente. La llamaba ‘rifrisqui sicriti’, lo sacó de un anuncio de la televisión. Una vez le dijo a un guardia civil, ‘tome, rifrisqui sicriti’, y el guardia civil se la tomó y se puso pedo
Diego Jiménez, un empresario que abrió Flip Music -tienda de discos referencia en la isla en 1977-, recuerda que el libro de Pachá, lleno de fotos de los primeros 25 años de historia, “es uno de los más tristes” que ha leído. “Hay mucha gente que murió y mucha gente que se volvió loca, que vino su familia a buscarlos porque se habían tomado ‘la pastilla de la felicidad’ -LSD- y se quedaron colgados”, afirma Jiménez, que lamenta que muchas familias ibicencas quedaron totalmente destrozadas por la droga. “Aquí había mucha heroína”, lamenta.
Hay mucha gente que murió y mucha gente que se volvió loca, que vino su familia a buscarlos porque se habían tomado ‘la pastilla de la felicidad’ -LSD- y se quedaron colgados. Aquí había mucha heroína
En la década de los 80 llegó el definitivo auge de las discotecas a la isla, cuyas bases, el laissez faire, laissez passer, se habían asentado décadas atrás. “La discoteca que más éxito tiene es la que le dejan hacer lo que le da la gana”, afirma Ricardo Urgell. “Yo he visto follar en las discotecas o gente haciéndose rayas descaradamente sobre una mesa, y metérselas, como en el KU (ahora Privilege). Allí se hacían las rayas por todas las esquinas”, narra Urgell, quien apunta a que fue eso, precisamente, lo que fomentó que Eivissa (para el resto del mundo, Ibiza) fuera un lugar de ocio. “El ocio es hacer lo que te da la gana. Había libertad. Esta es la base del éxito de Ibiza”, define Urgell.
He visto follar en las discotecas o gente haciéndose rayas descaradamente sobre una mesa, y metérselas, como en el KU (ahora Privilege). Allí se hacían las rayas por todas las esquinas. El ocio es hacer lo que te da la gana. Es la base del éxito de Ibiza
También es en esta década cuando empieza a crecer más desmesuradamente la isla. Se promueve un urbanismo desenfrenado, desordenado y sin planificación, fenómeno que se conoció en el archipiélago como balearización (un modelo turístico-inmobiliario que más tarde fue exportado por empresas de Balears al Caribe). Así comenzó una transformación inédita del paisaje natural, afectando, sobre todo, a las zonas costeras, cuyas calas y playas vírgenes quedaron desfiguradas por el hormigón. En esta época, abrían entre quince y veinte hoteles cada año. En 1970 había 113 hoteles y 182 hostales con 31.000 plazas en Eivissa.
“El crecimiento de esta nueva forma de alojamiento, ligado fuertemente a la especulación del suelo y la rentabilidad inmobiliaria, se inició en los setenta, pero es en los años ochenta cuando crece de manera vertiginosa. Esto fue generando fuertes concentraciones espaciales sobre el litoral y con formas asociadas a la masividad y estandarización propias de los patrones de producción fordistas”, explican los investigadores Enrique Navarro-Jurado, Daniela Thiel-Ellul y Yolanda Romero-Padilla en su estudio Periferias del placer: cuando el turismo se convierte en desarrollismo inmobiliario–turístico.
Los promotores cambiaron la imagen de Pachá
Joan Ribas, que empezó a pinchar en Pachá Ibiza a los 17 años, cuenta que al principio los locales solo tenían a un DJ en nómina, que se ocupaba de todo: las luces, el mantenimiento del equipo, y pinchaba una media de cinco horas, todos los días. La mayoría de los discos, además, eran propiedad de la discoteca. Con el paso del tiempo todo fue evolucionando, aunque hasta mediados de los 90, cada discoteca mantenía una personalidad definida.
“Cuando comenzaron los promotores extranjeros fue el principio de la gran eclosión del DJ como artista y personaje popular, pero a la vez se perdió gran parte de esa personalidad de club”, describe Ribas. “La discoteca tenía diferente estilo musical dependiendo de la fiesta que hubiera o los DJ que hubiera invitados, y eso cambió el negocio”, reconoce. Es decir, los promotores instauraron una manera de trabajar basada exclusivamente en la rentabilidad: se inventaron las fiestas de los DJ, los primeros posters y flyers, los nombres de los DJ en los carteles… Y, según Ribas, lo más importante: nacieron los clubbers. Con ellos empezaron a verse las grandes colas en las discotecas de miles de personas dispuestas a pagar una buena suma de dinero para entrar. Los primeros promotores fueron los ingleses (Renaissance y Ministry of Sound); italianos (Made in Italy) y alemanes (Noh Club de Dusseldorf).
Pep Tur dejó de ser director de Pachá en 2012, cuando en Eivissa estaba teniendo lugar otra transformación importante del modelo turístico, con la introducción de la oferta del lujo: Ushuaïa Ibiza Beach Hotel (2011) y Ushuaïa Tower (2012) fueron las joyas de la corona de este proceso, auspiciado por la nueva ley turística diseñada por el conseller popular del ramo, Carlos Delgado, que permitía a los hoteles y restaurantes llevar a cabo “actividades y servicios complementarios”, lo que, sin duda, fue aprovechado por Ushuaïa, pero también por muchos otros establecimientos de la isla, como el Destino Pachá Resort. La fiesta ya no tenía lugar solo de noche, y en espacios cerrados. Ahora la isla se empezaba a llenar de “discotecas” y espectáculos durante el día y a cielo abierto.
La ley turística del PP durante la legislatura de José Ramón Bauzá permitió a los hoteles y restaurantes llevar a cabo “actividades y servicios complementarios", por lo que proliferaron las discotecas y los espectáculos de día y a cielo abierto
“Urgell se sintió forzado a abrir el Destino y hacer fiestas de día porque Matutes empezó a hacerlo también. Ricardo, en el fondo, se quejaba de que esto le forzó a seguir el mismo camino porque, claro, 'no puedes perder el tren'. Él siempre decía que hubiera dejado Pachá como estaba, pero que la competencia 'le obligaba' a seguir creciendo, para no quedarse atrás”, explicó a elDiario.es una persona que conoce la industria del ocio de Eivissa desde los años 80.
“Podríamos morir de éxito”
“Podríamos morir de éxito, hay que ir con cuidado. No seríamos los primeros a los que nos pasara. Cada vez es más normal que te metan un palo [económico], te den un servicio de pena y encima tengas que aparcar a 5 kilómetros del local”, lamenta Tur. “¿Pueden venir yates de mayor eslora? No. ¿Puede venir gente más rica y famosa de alrededor del mundo? No. Quiere decir que el tope, por arriba, ya lo hemos tocado, porque no puede venir gente más rica. Y estos realmente dan mucha vidilla en cuatro sitios”, advierte Tur.
El exdirector de Pachá cuenta que dejó su trabajo a los 61 años, después de haber estado 33 en el sector porque estaba cansado del mundo de la noche. Sus horarios eran maratonianos: entraba a trabajar a las diez y media de la noche y salía a las diez y media de la mañana, o incluso más tarde. Entre muchas de las razones que atrajo a la gente famosa a la isla, Tur cree que una de ellas fue la discreción y tranquilidad que tenían. “Un día llegué al restaurante de Pachá para preparar la apertura, y vi cenando a Frank Zappa, un año antes de que muriera. La gente que trabajaba en el restaurante era joven, y no le conocían. Yo no les dije nada tampoco”, atestigua.
Un fondo de inversión de Dubái compra Pachá
Cinco años después de la marcha de Tur, el fondo de inversión Trilantic Capital Partners se hizo con el 87% de las acciones del grupo Pachá -propiedad en ese momento de la familia Urgell- por 350 millones de euros. El grupo se ha visto envuelto, recientemente, en otra operación: el grupo inversor de Dubái, Five Holdings, se ha hecho con las discotecas y hoteles de la compañía por una cantidad superior a los 300 millones de euros, según avanzó Crónica Global y han confirmado fuentes próximas a la operación a elDiario.es, aunque el fondo estadounidense se quedará con los restaurantes de espectáculo cabaret del Lío.
Tur lamenta que Pachá, en el momento en que pasa a formar parte de un fondo de inversión que solo mira por la rentabilidad, “pierde su alma”. “Una vez que cree que ha cumplido con los objetivos, como me imagino que habrá pasado ahora, se vende al mejor postor”, apostilla. En este sentido, cree que la situación en la isla se ha movido, demasiado, en la dirección del dinero y la rentabilidad económica. “Llega un punto en que ‘tanto tienes, tanto vales’. Es muy triste eso”, asegura.
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