Han sido 24 horas muy intensas para Donald Trump. Ha tenido que aplicar sus conocimientos a una serie de problemas muy complejos y dar consejos (no solicitados) a los afectados. “Tal vez”, sugería mientras ardía la catedral de Notre-Dame, “podrían usarse hidroaviones para apagarlo”. Hubiera sido toda una escena: los aviones cargando agua del Sena entre puente y puente y afinando la puntería para acertar un disparo de 5.400 litros contra la joya universal del gótico. “Tal vez”.
Los aviones debían de estar hoy en la mente de Trump, porque también ha encontrado una solución mágica para una empresa estadounidense en problemas. Boeing ha caído un 11% en bolsa en poco más de un mes después de que se hayan caído a su vez dos aviones de su modelo estrella, pero Trump tiene una solución: “si yo fuera Boeing ARREGLARÍA el Boeing 737 MAX, añadiría algunas mejoras, y RENOMBRARÍA el avión”. La idea genial es suya y las mayúsculas también. ¿Cómo no se les puede haber ocurrido a esos ejecutivos tan bien pagados algo tan evidente como ARREGLAR el problema y RENOMBRAR el avión? La mejor parte es cuando luego se pregunta, lleno de ironía, “¿pero qué puedo saber yo?”.
“¿Qué puedo saber yo?” es una pregunta que Trump nunca se ha hecho sin ironía. Hoy se ha convertido en bombero e ingeniero aeronáutico, pero en el pasado ha tenido muchas especialidades más. El presidente que se ha definido repetidamente a sí mismo como “un genio muy estable” tiene una larga lista de habilidades superlativas. No solo “sabe” de algunas cosas, sino que “nadie sabe” más que él de una gran cantidad de materias. Ya hay quien lleva la cuenta.
Trump decía en 1999 que nadie sabía más “sobre financiación de partidos” y para 2012 ya se había convertido también en “el que más sabía de audiencias de televisión”. Cuando presentó su candidatura en 2015 ya sabía “más del ISIS que los generales” y conocía el poder de las redes sociales “mejor que nadie”. Aunque esto último era probablemente cierto, o ha resultado serlo.
Durante las primarias se presentó como el que sabía de los tribunales “más que cualquier otro humano sobre la faz de la tierra”, pero también como la máxima autoridad en demandas judiciales porque era “el rey de las demandas”. La banca, Wall Street, los visados de extranjería, el comercio internacional, el gobierno, las energías renovables, los impuestos, la deuda, el dinero... Todo ello “mejor que nadie”. Y antes de las elecciones presidenciales también había alcanzado el liderazgo mundial de conocimiento en fronteras, la economía, la tecnología y su futura oposición, los demócratas.
Desde que es presidente ha sumado a esta lista ser el que más sabe de construcción (como buen promotor) y por supuesto de economía, de la que sabe más que el banco central. Además se ha convertido en un experto en aviones no tripulados (“sé más que nadie de drones”). Tal vez en lo de Notre-Dame hubieran sido de más ayuda que los aviones, pero si Trump no los ha propuesto será por algo. No en vano, es casi seguro que nadie sabe mejor que él qué hacer en una situación así.