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“Aquí no ha llegado el coronavirus”: lugares remotos del mundo que se declaran libres de la pandemia

Vista de la isla de Tristán de Acuña, que da nombre al archipiélago, desde el espacio

Clara Giménez Lorenzo

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De una “neumonía desconocida” en Wuhan a una pandemia global. La COVID-19, un nombre que hace meses parecía extraño e impronunciable, ha trastocado la vida tal y como la conocemos. Según los últimos datos de la OMS, 215 países, áreas o territorios tienen casos de coronavirus. Solo 30 países y territorios del mundo, de acuerdo con con los gráficos elaborados por Reuters a partir de la información de la OMS y la ONU, continúan sin notificar contagios.

Entre ellos están los lugares más remotos e inaccesibles del planeta, tanto por su situación geográfica como política. La mayoría son islas: varios archipiélagos de Oceanía, entre ellos Vanuatu o las Islas Cook; el territorio de Svalbard y Jan Mayen en Europa, propiedad de Noruega; la Isla Bouvet y las Islas Georgias del Sur y Sandwich en Latinoamérica, pertenecientes, respectivamente, a Noruega y Reino Unido; y los siguientes territorios de ultramar localizados geográficamente en África: el Territorio Británico del Océano Índico, las Tierras Australes y Antárticas Francesas, y el Territorio Británico de Ultramar de Santa Elena, Ascensión y Tristán de Acuña.

En Asia, primer foco de la pandemia, las dos dictaduras más herméticas del mundo, Turkmenistán y Corea del Norte, continúan sin informar de contagios, lo que no implica que realmente estén libres de coronavirus. La enfermedad, presente en los cinco continentes si no se tiene en cuenta la Antártida, ha alcanzado este mes de mayo todos los estados de África después de que Lesoto, un pequeño país enclavado dentro de Sudáfrica, anunciara este miércoles su primer positivo.

Las consecuencias de la COVID-19 en lugar más remoto

¿Cuál es el lugar habitado más remoto del planeta? En medio del Atlántico se encuentra Tristán de Acuña, un archipiélago perteneciente al territorio de británico de ultramar de Santa Elena, Ascensión y Tristán de Acuña. Recientamente, un hilo viral de Twitter puso de relieve este singular archipiélago, que cuenta solo con 246 habitantes, concentrados en la isla que da nombre al territorio. Depende administrativamente de la isla de Santa Helena, el lugar habitado más cercano, a 2173 kilómetros al norte.

“Estamos acostumbrados a un gran aislamiento”, explica por correo electrónico a eldiario.es Stephen Townsend, Administrador de Tristán de Acuña. “Sin embargo, seguimos las noticias en la televisión, y estamos muy preocupados por el riesgo de que la enfermedad llegue. Seguimos estando libres de coronavirus, y nos interesa que siga así. La isla no tiene aeropuerto y los visitantes sólo pueden llegar en barco”, explica.

“El Consejo Insular decidió en marzo que no permitiríamos que ningún barco desembarcara visitantes. Por lo tanto, los únicos buques que pueden venir a la isla son nuestros barcos de suministro de Sudáfrica”, prosigue. “Traen todos nuestros suministros, incluyendo alimentos, combustible, suministros médicos y materiales de construcción. También traen de vuelta a los tristaníes que estaban en Sudáfrica para recibir tratamiento médico. El último barco llegó en abril, y no vamos a tener otro hasta finales de junio”.

Townsend explica que el coronavirus podría causar estragos en la isla porque solo tienen instalaciones médicas básicas. Por ello, los habitantes Tristán que han regresado del exterior “han pasado el tiempo correcto en cuarentena, ya sea por autoaislamiento en sus casas a su llegada o por cuarentena antes de zarpar”. Y quienes han descargado suministros de los barcos han estado “protegidos con mascarillas y guantes”. Aún así, en Tristán se preparan para un posible brote. “Hemos recibido apoyo del Gobierno Británico en forma de EPI (equipos de protección individual) enviados en el último barco, y esperamos conseguir un respirador en junio”.

Puede que la enfermedad no llegue nunca a sus costas, pero “al igual que el resto del mundo, Tristán de Acuña se verá afectada por el coronavirus”, asegura Towsend. Ya hay consecuencias en venta de la langosta y de sellos, dos de los principales ingresos de la isla, que complementan una economía basada en la pesca y la agricutura. “La ralentización económica mundial repercutirá en la venta de langosta, la principal exportación de la isla. Y es más difícil para nosotros obtener los bienes que necesitamos de Sudáfrica porque están en aislamiento. Tampoco podemos enviar los sellos de Tristán porque el servicio postal de Sudáfrica ha sido suspendido”, explica.

Ahora mismo, “la única ruta para salir de la isla es en barco hacia Sudáfrica”. “Sin embargo, es muy difícil entrar en Sudáfrica debido a las medidas para evitar la propagación del coronavirus”. Los habitantes de Tristán se encuentran más aislados que nunca, pero no por ello ajenos a las consecuencias de la COVID-19. De momento, “la vida cotidiana en Tristán continúa con normalidad” y sin restricciones de movimiento en la única población y capital del archipiélago, Edimburgo de los Siete Mares, llamada por sus habitantes 'El Asentamiento'.

Coronavirus en las dictaduras más opacas

Corea del Norte y Turkmenistán, las dos dictaduras más herméticas del planeta, son los únicos dos países de Asia que no han informado de ningún caso de coronavirus. Sin embargo, los expertos dudan del alcance real de la epidemia en territorios con Gobiernos tan opacos y que hacen frontera con otros en los que sí hay un número alto de contagios, como son China, Corea del Sur e Irán.

En las últimas semanas, la comunidad internacional especuló con el paradero del líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, que estuvo ausente durante 21 días hasta su reaparición a principios de mayo. Las teorías apuntaban a una operación cardiovascular o a un posible contagio de coronavirus. Ahora, la inteligencia surcoreana descarta la primera opción, pero no que el líder contrajera la COVID-19.

“Corea del Norte se ha aferrado a la postura de que no hay infecciones en su territorio, pero dado que hubo numerosos intercambios humanos con China antes del cierre de su frontera en enero, no podemos excluir la posibilidad de un brote de coronavirus en el Norte”, estimó el pasado miércoles un representante de la inteligencia surcoreana, en declaraciones recogidas por la Agencia Yonhap.

En Turkmenistán, una de las dictaduras más herméticas, excéntricas y represivas del planeta, se ha llegado a prohibir de facto la mención del coronavirus, según denunciaron a finales de marzo Reporteros sin Fronteras (RSF) y medios independientes que operan clandestinamente en el país. De acuerdo con testimonios de periodistas de la capital, Ashgabat, “quienes llevan mascarilla o aluden al coronavirus son detenidos por policías de paisano”. Oficialmente, no está prohibido mencionar la enfermedad, pero la palabra 'coronavirus' no existe en los medios estatales.

Aislamiento en los confines del mundo

El coronavirus no ha alcanzado las costas de la Antártida, aunque se produjeron brotes en cruceros que se dirigían al continente durante el verano austral. Según varios medios internacionales, el 60% de los pasajeros del buque australiano Greg Mortimer, que tenía como destino la Antártida y las Islas Georgias del Sur, dieron positivo en coronavirus. El barco había comenzado su viaje el 15 de marzo, pero finalmente quedó atrapado frente a la costa de Uruguay, donde aún permanece su tripulación, a la espera de ser evacuada a Montevideo.

La expansión del coronavirus coincidió con el fin del verano austral, momento en el que terminan las visitas turísticas y la mayoría de expediciones científicas. La recta final de las campañas estuvo marcada por las medidas de prevención (cada base atendía a las indicaciones de su gobierno) y la repatriación accidentada del personal, como fue el caso del Hespérides, el buque oceanográfico del CSIC que repatriaba a los nacionales españoles y tuvo que cambiar su itinerario de regreso por el cierre de fronteras.

Ahora que el territorio entra en su letargo invernal, quienes permanecen en la Antártida están más aislados que nunca, pero también muy seguros ante un posible brote de coronavius. “Estamos viviendo el aislamiento total. Un aislamiento dentro del aislamiento”, escribía en abril a la BBC uno de los militares chilenos que continúa en el continente. Otra científica estadounidense aseguraba hace unos días a CNN Travel: “No creo que haya una persona aquí en este momento que no esté agradecida de estar aquí y de estar a salvo”.

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