Guía para no perderse en la política argentina en plena crisis de Gobierno
Estalló la interna en el peronismo. El Frente de Todos (FdT), una coalición de partidos que llevó a Alberto Fernández a la presidencia y a Cristina Fernández de Kirchner a la vicepresidencia en 2019, no pudo esquivar el cruce de reproches por el mal resultado en las primarias del domingo.
Las paredes que sostenían al Gobierno argentino se agrietaron después de que un grupo de ministros y funcionarios que responden a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner presentaran su renuncia ante el presidente.
“La gestión de gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido. Lo haré llamando siempre al encuentro entre los argentinos”, fueron las primeras, y hasta ahora únicas, palabras de Alberto Fernández vinculadas al tema.
Pasadas las 22 del viernes, mediante un comunicado escrito, el Gobierno argentino anunció el esperado cambio en el gabinete: seis nuevos ministros y un secretario fueron finalmente confirmados unos minutos después de que el presidente dejara la Casa Rosada.
¿Qué es el peronismo?
Peronismo de izquierda, de derecha, en los barrios o en el palacio. “Peronistas somos todos”, cuentan que decía Juan Domingo Perón cuando le preguntaban sobre la composición del voto argentino. El peronismo es un movimiento político que ha marcado a la política argentina durante el último medio siglo. La oposición, en muchas ocasiones, ha terminado por definirse como un opuesto antagónico a este movimiento: los “antiperonistas” que representan, al menos, un cuarto del total de la población argentina. Para los peronistas, los antiperonistas también pueden ser de izquierda o de derecha, son aquellas personas que nunca elegirían a un candidato peronista sea de la corriente que sea.
Pocos movimientos políticos resultan tan difíciles de definir como el peronismo. Lejos queda el momento de su nacimiento, el 17 de octubre de 1945, cuando una masiva manifestación de trabajadores exigió la liberación de Perón y permitió que, al año siguiente, fuera elegido presidente de Argentina. El Partido Justicialista (PJ), fundando en 1946, es su principal sello político. El actual presidente, Alberto Fernández, es miembro y presidente del PJ.
Entre sus pilares, además de ser un partido de extracción popular, están las llamadas “tres banderas del peronismo”: la independencia económica, soberanía política y la justicia social. Lo que cada uno de los presidentes peronistas, desde Carlos Menem hasta Alberto Fernández pasando por Eduardo Duhalde y Cristina Fernández de Kirchner, hayan hecho con la interpretación de esos principios es otra cosa.
¿Es lo mismo que el kirchnerismo?
El kirchnerismo responde a los años de Gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015). El kirchnerismo terminó de fundar un “peronismo progresista” o “peronismo de izquierda”, que atendió a las históricas demandas sociales de las organizaciones de derechos humanos y sumó nuevos sectores progresistas que no se identificaban con el Partido Justicialista.
El peronismo, incluso el kichnerismo, nunca buscó diferenciarse del capitalismo, ni buscó ningún tipo de Gobierno socialista, excepto en los años de la lucha armada durante la década de los 70. Pero desde la recuperación democrática hasta estos días, el peronismo es para los peronistas un “capitalismo con justicia social”.
¿En qué consiste la coalición del Gobierno?
La derrota del kirchnerismo en 2015, que habilitó un Gobierno de Juntos por el Cambio y llevó a la presidencia a Mauricio Macri, exigió a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner sentarse a dialogar con sus más feroces adversarios peronistas.
El amplio y diverso abanico peronista con el que debía articular incluía al ex jefe de Gabinete de Néstor Kirchner y actual presidente, Alberto Fernández, así como al excandidato a presidente, Sergio Massa. Todos ellos muy críticos con Cristina Fernández. Pero durante los años de Gobierno de Macri, optaron por dejar las diferencias de lado y ponerle fin al Gobierno de Juntos por el Cambio. “Con Cristina no alcanza, sin Cristina no se puede”, llegó a decir el actual presidente antes de las elecciones de 2019. No quedaba otra, había que sentarse a dialogar.
Ese año, a los peronistas no los unió el amor sino el espanto. De esta manera, los distintos dirigentes peronistas provenientes de diversas líneas políticas crearon el llamado Frente de Todos (Fdt), un sello político nuclear a los distintos dirigentes peronistas y sus espacios políticos pero que además integra a un sinnúmero de partidos menores, no peronistas, pero cercanos a sus ideas.
La conformación de este frente es la que sirvió para disputar la elección de 2019, en la que ganaron con el 48% de los votos frente a Mauricio Macri. Fue así que, en diciembre de 2019, comenzó un experimento político totalmente novedoso para el peronismo que se basó en intentar gobernar en coalición.
¿Qué pasó ahora?
El domingo pasado, Argentina tuvo las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO). En esa instancia, los partidos políticos definieron a sus candidatos para las elecciones legislativas de medio término del próximo 14 de noviembre. O al menos eso dicen los papeles, porque dentro del FdT, excepto contadas excepciones, no hubo disputas internas sino que el frente presentó listas de unidad suponiendo que así podría evitar tensiones. Pero la emergencia de las diferencias resultó inevitable. El pésimo resultado del domingo para el FdT desató una crisis política interna sin precedentes.
Las tensiones comenzaron al día siguiente de conocerse los resultados. El ala kirhnerista esperaba un anuncio de cambios en el Gobierno por parte del presidente que no llegó. Cristina Fernández definió a la ausencia de definiciones como una falta de reacción. En así como llega el ministro del Interior, Eduardo De Pedro, dirigente de La Cámpora y hombre fuerte de la vicepresidenta, a presentar su renuncia pública.
El anuncio continuó con un hilo de dimisiones de funcionarios de primera línea, todos ellos cercanos a la vicepresidenta, que reaccionaron como pólvora frente a los chispazos que dejaron los pésimos números del fin de semana pasado. El círculo íntimo del presidente no pudo leerlo más que como un mecanismo de presión por parte del kirchnerismo para cambiar nombres en el gabinete.
¿Qué es “el voto bronca”?
La sociedad está desencantada. La molestia no se sintió en las calles sino en las urnas. El mensaje fue contundente. Lo que ven en el Gobierno, no les gusta. Los resultados del domingo fueron leídos como un “voto bronca”, es decir, como un voto protesta contra el Gobierno y de enojo con la política en general.
Lo vemos en la disminución en la participación electoral, con un 67% de concurrencia a las urnas, la más baja desde las elecciones de 1983 desde que Argentina recuperó su democracia. Esto vino acompañado de buenos e inesperados resultados que consiguieron las alternativas de los extremos. La extrema derecha sacó más de 13 puntos en la ciudad de Buenos Aires y cinco puntos en la provincia de tradición peronista. La izquierda, representada por el FIT, consiguió más del 5%, en la que describe como la mejor elección de los últimos diez años.
¿Por qué han tenido tanto impacto las primarias?
Las primarias han tenido tanto impacto porque dejaron al descubierto las diferencias políticas dentro de la coalición. Y, al mismo tiempo, comenzaron los cruces sobre las responsabilidades en la derrota.
El mensaje de Cristina Fernández de Kirchner, el jueves pasado, tuvo mucha resonancia. Por medio de una carta pública, difundida por redes, dijo: “Siempre remarqué la falta de efectividad en distintas áreas de gobierno”. También hizo referencia a la “política de ajuste fiscal equivocada que estaba impactando negativamente en la actividad económica y, por lo tanto, en el conjunto de la sociedad y que, indudablemente, esto iba a tener consecuencias electorales”.
¿Cuándo son las elecciones generales?
El principal problema es que al Gobierno de Alberto Fernández le quedan todavía dos años por delante. Las próximas elecciones presidenciales serán en 2023. Y además, antes de eso, en dos meses, el 14 de noviembre, los argentinos deberán ir a las urnas para elegir parte de los Diputados y Senadores que renovarán las dos cámaras en el Congreso. En esa instancia, se confirmará si siguen intactos los números de las primarias del domingo pasado y cómo la crisis interna dentro del Frente de Todos impactará en el resultado.
¿Qué puede pasar?
Los escenarios son muchos y muy diversos.
Puede pasar que la coalición gobernante se rompa y que Alberto Fernández renuncie, junto a todos sus ministros, y asuma el poder la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Puede suceder que el presidente ceda a las presiones, cambie a sus funcionarios, le deje más espacio al kirchnerismo en el Gobierno y siga gobernando aunque ya con menos poder. Puede ser que ambas partes cedan, entreguen funcionarios y negocien un nuevo gabinete. Y hasta puede llegar a pasar, aunque es más improbable, que el ala kirchnerista abandone el Gobierno y deje al presidente y sus funcionarios al frente hasta que termine su mandato.
Tampoco se puede descartar que, después de una semana de griterío interno y responsabilidades cruzadas, se calmen las aguas, baje la tensión y el Gobierno se enfoque en las elecciones de noviembre y en gestionar un país con la economía en llamas. Porque, como cuentan que dijo Juan Domingo Perón, “los peronistas son como los gatos: parece que se están peleando y en realidad se están reproduciendo”. La nómina de nuevos funcionarios, designados en la noche del viernes, refuerza la hipótesis de que, al menos hasta el momento, siguen existiendo canales de diálogo.
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