La izquierda brasileña derrapa en las elecciones municipales
La izquierda brasileña continúa en estado crítico. Si en 2022, Lula da Silva se alzó con la presidencia liderando un frente democrático contra la extrema derecha, la izquierda ha salido derrotada de las elecciones municipales. El segundo turno celebrado ayer en 51 ciudades, entre ellas quince capitales, confirmó los malos presagios de las encuestas. Guilherme Boulos, candidato del Partido Socialismo e Liberdade (PSOL), apoyado por el presidente Lula, se quedó lejos de ganar en São Paulo: 40,65% de los votos, frente a 59,35% de Ricardo Nunes, del Movimiento Democrático Brasileño (MDB), apoyado por Jair Bolsonaro. El Partido de los Trabajadores (PT) perdió cuatro de las cinco capitales en las que disputaba el segundo turno. Su triunfo en Fortaleza, una importante ciudad de 2,5 millones de izquierdista nordeste, se produjo por la mínima ante el candidato bolsonarista (menos de un punto de diferencia).
Una de las grandes decepciones para la izquierda fue el desastroso resultado en Porto Alegre, una de las cunas del PT. El actual alcalde Sebastião Melo, que tras su mala gestión tras las inundaciones de mayo pasó a ser conocido como Mr. Enchentes (Mr. Inundaciones), arrasó con un 61,53% de los votos. “Es desolador que las inundaciones no hayan tenido un resultado electoral”, se lamentaba el analista político Fernando de Barros en la transmisión al vivo del influyente Foro de Teresina. El nombramiento de Maria do Rosário, una vaca sagrada del petismo con un alto índice de rechazo, fue duramente criticada, por haber cerrado el camino líderes más jóvenes que ganaron visibilidad durante las inundaciones. “Había muchas figuras posibles para las elecciones municipales, como el diputado Edgar Preto, pero el PT escogió a Maria do Rosário, como una señal de jerarquía”, afirmaba la antropóloga Rosana Pinheiro-Machado en una entrevista después del primer turno.
En los últimos doce años, la izquierda ha perdido la mitad de los ayuntamientos que gobernaba. En 2012 los cinco partidos de izquierda gobernaban 1.468 ciudades de un total de 5.565. Tras el segundo turno de ayer, el número se redujo a 729. La leve recuperación del PT –pasa de 183 a 252– tiene un sabor agridulce. Los candidatos apoyados por Lula que derrotaron a bolsonaristas en ciudades importantes como Río de Janeiro o Belo Horizonte, no son izquierdistas, sino del denominado centrão. Paradójicamente, el Partido Liberal (PL) de Jair Bolsonaro tampoco sale tan victorioso de la contienda electoral como esperaba. La dirección del partido, que aspiraba a mil alcaldías, se tendrán que conformar con 517. Apenas gobernará 4 de las 27 capitales. Republicanos, partido de Eduardo Bolsonaro, hijo del ex presidente, gobernará una capital. Los números de la extrema derecha mejoran si se tiene en consideración la alianza del PL con el establishment político, como ha sido el caso de São Paulo.
Los verdaderos protagonistas de la primera contienda electoral desde el regreso de Lula a la presidencia han sido una nueva extrema derecha protagonizada por Pablo Marçal (que se quedó a las puertas del segundo turno en São Paulo), un clima bronco con menos control judicial de las fake news que en las elecciones presidenciales y el triunfo arrollador del bloque político del centrão (gobernará 3.500 municipios, el 62% del total)
‘Fake news’ y violencia
Durante la jornada electoral, Tarcísio de Freitas, el bolsonarista gobernador del estado de São Paulo, afirmó sin pruebas que el poderoso comando de narcotraficantes Primeiro Comando da Capital (PCC) estaba pidiendo el voto para Guilherme Boulos. La izquierda reaccionó al unísono, anunciando un proceso judicial para inhabilitar políticamente tanto al gobernador como al alcalde electo Ricardo Nunes. La acusación de Tarcísio se solapaba sobre la desinformación que Pablo Marçal sembró en el primer turno contra Boulos, a quien acusó de ser consumidor de drogas. “He conversado con un elector que pensaba que yo fabricaba cocaína”, afirmaba Boulos hace unos días. En Belo Horizonte, el candidato bolsonarista Bruno Engler basó su campaña en fake news y llegó a acusar a su adversario Fuad Noman de incentivar las violaciones sexuales. El Tribunal Superior Eleitoral (TSE), que ya no está presidido por la mano de hierro de Alexandre de Moraes, azote de Jair Bolsonaro en las elecciones de 2022, no ha conseguido controlar la oleada de desinformación diseminada por la extrema derecha. El retraso de la aprobación del Projeto de Lei 2630 en el congreso, conocido como PL de las fake news, duramente atacada por el lobby de las Big Techs y el propio Elon Musk, contribuyó al clima de desinformación. “Las mentiras y los ataques definieron esta elección”, aseguró Guilherme Boulos en su primera comparecencia post electoral.
La campaña ha estado marcada por la violencia verbal e incluso física. En São Paulo, el candidato José Luiz Datena, un popular presentador televisivo que fichó por el histórico Partido de la Social Democracia Brasileira (PSDB) del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, golpeó con un taburete a Pablo Marçal durante uno de los debates electorales. La cadeirada (sillazo) de Datena sintetiza el extravío del partido que lideró durante décadas la derecha brasileña y que no gobernará ninguna capital ni ciudad relevante del país. Por otro lado, en otro debate, un asesor de Pablo Marçal arremetió a puñetazos contra el publicista del alcalde Ricardo Nunes.
Autocrítica de la izquierda y rumbo a 2026
Los malos resultados de la izquierda hicieron saltar las alarmas tras el primer turno del 6 de octubre. Una de las voces más críticas fue Marília Campos, que se reeligió con el 60% de los votos como alcaldesa de Contagem, importante ciudad de 622.000 habitantes del área metropolitana de Belo Horizonte. Campos, una de las fundadoras del PT, impugna de lleno la estrategia, discurso y narrativa de una izquierda que mira al pasado. “Para superar la polarización, tenemos que presentar un proyecto de Brasil conectado con los problemas reales. Tenemos que dejar de hablar de Jair Bolsonaro. El PT se inclina hoy hacia un discurso identitario, que dialoga solo para una burbuja. Es poco universal”, aseguró a O Globo. Por su parte, el diputado Reginaldo Lopes, del PT, insistió en la necesidad de autocrítica del partido. “El PT no consigue hablar con la sociedad. El gobierno actual tiene resultados excelentes, pero no consigue comunicarse con la gente”, afirmó el diputado.
Para el politólogo Leandro Consentino la actitud del partido de Lula de ceder la cabeza de las candidaturas a otros partidos no ha tenido efectos positivos, a pesar de que la estrategia consiguió derrotar al bolsonarismo en plazas clave como Río de Janeiro o Belo Horizonte. “En las grandes ciudades, el PT sale menor, bastante desarticulado. Es parte de una estrategia concebida hace tiempo, de granjearse aliados para 2026, pero vamos a ver si va a valer la pena a largo plazo. No parece una buena idea porque pierde capilaridad”, declaró Consentino al Correio Braziliense.
Las elecciones municipales apuntan algunas tendencias para la disputa presidencial de 2026. El resultado de São Paulo, disputa que el propio Lula calificó como ensayo para 2026, dibuja un escenario confuso. La victoria de Ricardo Nunes se produce con la mayor abstención de la historia de São Paulo en un segundo turno, en un país donde el voto es obligatorio: un 31%. Por su parte, la figura de Jair Bolsonaro sale desgastada. El triunfador Nunes, en su discurso oficial, citó de pasada a Bolsonaro y se deshizo en elogios hacia Tarcísio de Freitas, a quien definió como “líder mayor”. Por otro lado, Pablo Marçal, el nuevo out sider de Brasil, aparece con serias posibilidades de ser el candidato más competitivo de la extrema derecha. La encuestadora Quaest ratificó la división de la extrema derecha hace unas semanas: sin Bolsonaro en la disputa de 2026 (está inhabilitado políticamente) los votos ultras se dividen entre Pablo Marçal (18%) y Tarcísio de Freitas (15%). En primer lugar, aparece Lula (32%).
A nivel nacional, los resultados municipales pueden interferir en las alianzas de la izquierda. En 2022, Lula configuró un frente democrático con pocos partidos de derecha que sedujo al centro con un candidato a vicepresidenre históricamente conservador (Geraldo Alckmin). En 2026, tras el claro triunfo del centrão, la incorporación partidos de derecha al frente democrático de Lula parece inevitable.
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