Nigel Farage
'Mr. Brexit' hunde todavía más al Partido Conservador ante las elecciones en el Reino Unido
El 4 de julio, Nigel Farage, el líder de la extrema derecha británica, se presenta por octava vez a las elecciones generales en el Reino Unido. El que fuera eurodiputado nunca ha logrado ganar un escaño en la Cámara de los Comunes, pero se le considera el artífice del Brexit y del giro más a la derecha del debate público sobre la inmigración. Esta vez puede lograr ser diputado y apuntalar una derrota histórica del Partido Conservador frente al Partido Laborista.
Farage se presenta por Clacton, una ciudad de 53.000 habitantes en la costa sureste de Inglaterra y el único lugar donde su partido sacó un escaño en las generales de 2015 (aunque no para él). Su partido, que ahora se llama Reform UK (antes UKIP y Partido del Brexit), espera arrebatarle al Partido Conservador este escaño que los tories daban por “seguro”. Desde el triunfo del Brexit en el referéndum de 2016, Farage se había dedicado sobre todo a la televisión y a intentar hacer carrera en Estados Unidos: era presidente honorífico del partido, que es una empresa privada de su propiedad, presentaba un programa de televisión en GB News y ayudaba a la campaña de Donald Trump. Incluso sin ser candidato, seguía teniendo una presencia constante en tertulias y otros programas, incluidos los de la televisión pública.
Farage, que dijo hace un año que el Brexit había sido un fracaso, centra su mensaje ahora en criticar lo que denomina “invasión” de inmigrantes. Su discurso ha marcado la agenda de la política británica. Tanto el Partido Conservador como el Partido Laborista aseguran que reducirán la “migración neta”, es decir la diferencia entre las personas que se van y las que llegan al país, lo que incluye poner más trabas a estudiantes y trabajadores con visados y sus familias. Esto contradice lo que piden universidades y empresas en un país con un 4% de paro y falta de personal sobre todo en restauración, transporte, cuidados y sanidad.
Algunos de los diputados del Partido Conservador, como Liz Truss y Suella Braverman, tienen ya mensajes más radicales que Farage. Para poder mandar refugiados a Ruanda sin querellas que se lo impidan, el primer ministro, Rishi Sunak, defiende salirse del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que su país ayudó a fundar después de la Segunda Guerra Mundial y que él describe ahora como “una corte extranjera”. El líder laborista, Keir Starmer, que fue abogado de derechos humanos y es especialista en la legislación europea, defiende la permanencia del Reino Unido en la Convención Europea de Derechos Humanos y el tribunal, pero también promete reducir la llegada de migrantes al país.
Tras el anuncio de Farage la semana pasada de que, en contra de lo que había dicho unos días antes, se vuelve a presentar a las generales, su partido ha crecido en intención de voto: no lo suficiente para sacar escaños, pero sí para agrandar la derrota del Partido Conservador. La media de las encuestas da ahora a Reform un 14% del voto frente al 22% del Partido Conservador y el 44% del Partido Laborista, pero los sondeos sobre el partido de extrema derecha son muy variables, con proyecciones entre un 9 y un 17%.
El avance de Reform no se traduce necesariamente en escaños por la distribución desigual del voto y el sistema electoral británico. Pero su ascenso le quita votos a Sunak, muy tocado por su gestión y la de su partido y que ha sufrido varios traspiés en la campaña.
Sus propios votantes y sus colegas de partido le han criticado estos últimos días por marcharse antes de que terminara la ceremonia con veteranos por el aniversario de Normandía en Francia y dejar a David Cameron, el ministro de Exteriores, en su lugar. Sunak ha pedido perdón en varias entrevistas. Farage lo llamó “poco patriota” y dijo que Sunak no entendía “nuestra cultura”, una manera de subrayar el origen migrante de la familia del primer ministro (varios políticos, incluidos laboristas, también han criticado a Farage por esto).
¿Derrota histórica?
El Partido Conservador parece dirigirse hacia una derrota histórica después de 14 años en el poder incluso sin contar el factor de Farage. A menos de un mes de la votación, el Partido Laborista aventaja en los sondeos de intención de voto 21 puntos de media a los conservadores. Esto se puede reflejar en una pérdida récord de escaños del Partido Conservador, entre 100 y 200 respecto a los 365 que ganó en las elecciones generales de 2019. Desde 1950, el récord de cambio de escaños de un partido a otro sucedió en 1997, cuando ganó Tony Blair por primera vez y el Partido Conservador perdió 178 escaños respecto a las elecciones anteriores.
A diferencia del sistema electoral proporcional de España, el del Reino Unido es mayoritario uninominal (first-past-the-post), lo que supone que cada distrito representado sólo tiene un escaño y se lo lleva quien gane ahí aunque sea por un solo voto. Ninguno de los demás candidatos se lleva nada. Esto supone que el partido ganador acaba teniendo una representación mayor en el Parlamento que en un sistema proporcional.
La división del voto o la desmovilización pueden tener así un impacto muy grande para los tories sobre todo en Inglaterra, donde se concentra habitualmente su apoyo.
“No creo que Reform gane muchos escaños, pero creo que ganará”, explica a elDiario.es Sam Freedman, politólogo del Institute for Government, especialista en educación que trabajó para el Gobierno de Cameron y autor del libro Failed State sobre los problemas estructurales del Estado británico. “Podríamos terminar con una división real en la derecha y un partido de derecha populista al estilo europeo por primera vez en el Reino Unido. Como el partido de Le Pen en Francia o Vox en España. Obviamente, un sistema de representación proporcional lo hace más fácil para esos partidos. Pero es posible que estemos en un punto en el que nuestro sistema permita que eso también suceda”.
Entre los votantes indecisos ahora el grupo más significativo es el de personas que votaron al Partido Conservador en 2019.
Kelly Beaver, directora ejecutiva de Ipsos en Reino Unido e Irlanda, está observando con especial atención el movimiento de estos indecisos, que ya estaban considerando votar a Reform antes del anuncio del líder. “Farage es uno de los políticos más conocidos de este país. Sabemos que el 13% de los votantes conservadores en 2019 ya han cambiado hacia Reform. Y hay un porcentaje de votantes conservadores entre los indecisos que lo está considerando”, explica a elDiario.es Beaver. “Esto va a desempeñar una dinámica importante en la forma en que se desarrollan estas elecciones, y también tendrá un impacto en los votantes laboristas. Hay algunos indecisos que pueden pasar del Partido Laborista a Reform; hay algunos dentro de esa categoría: tienden a ser mayores que no están muy impresionados con Keir Starmer como líder”.
En todo caso, según explicaba en una charla sobre encuestas Paula Surridge, profesora de la Universidad de Bristol que estudia los indecisos, no hay suficientes votantes en este segmento como para que “salven” a los tories en el último momento. Tampoco cree que vayan a llevar muy lejos a Farage, porque Reform “no es un partido como los demás” dado el nivel de rechazo en el electorado general que no tienen otros grupos y que apunta a un techo más duro en las urnas: dos tercios del electorado dicen que su probabilidad de votar por Reform es cero sobre 10.
Votantes conservadores
El rechazo que provoca Farage también en votantes conservadores quedaba claro en un focus group organizado por la encuestadora More in Common hace unos días con un grupo de mujeres de Worthing West, una ciudad costera del sur tradicionalmente conservadora.
En el grupo, Nina, que trabaja como camarera en un café y dependienta en una perfumería, definía a Farage como “un bufón”. “Y esto me parece bastante preocupante porque Boris Johnson a menudo parecía un bufón y mira lo que pasó. El resto es historia. No lo vamos a olvidar”, le decía a sus compañeras de grupo, entre quienes había votantes a favor del Brexit. Catherine, una empleada de un banco de inversión, comentaba que había votado a favor de la salida del Reino Unido de la UE y que la habían convencido los argumentos de Farage sobre el dispendio en el Parlamento Europeo, pero también definía a Farage como “un bufón del famoseo”. “Creo que Nigel sacará muchos votos y serán votos de protesta porque serán de conservadores desilusionados que no pueden soportar a los laboristas”, comentaba. “Él no tiene ninguna política. No sé para qué presenta. Será para seguir con el Brexit”.
Ninguna de las nueve participantes tenía intención clara de votar por el Partido Conservador como habían hecho en el pasado, pero tampoco parecían inclinarse por Reform y expresaban algo más de interés en el Partido Laborista de Starmer.
“No soporto a Nigel Farage. Creo que es una persona desagradable y nunca jamás consideraría votar por él”, decía Lynne, una empleada en el cuidado de jardines de una universidad local. “Sería un desastre si alguien como él entrara al Parlamento”.
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