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El clima de hostilidad contra los periodistas se cobra otra víctima en Rusia

Un coche de policía frente al edificio de la sede de Eco de Moscú.

Agustín Fontenla

Una persona entró en la emisora de radio independiente Eco de Moscú la semana pasada, situada en una de las principales avenidas de la capital rusa, se deshizo de un agente de seguridad arrojándole gas en los ojos, tomó el ascensor hasta el piso catorce y atacó con un cuchillo a la presentadora de uno de los programas, la periodista Tatiana Felgenhauer.

El atacante fue detenido enseguida. Felgenhauer fue trasladada a un hospital, donde fue operada por un corte en el cuello. Actualmente está fuera de peligro.

Esta es la primera vez en los últimos años que se produce un ataque a un periodista de tal gravedad. El hecho guarda similitudes con ataques e intimidaciones de menor grado contra periodistas de perfil crítico con el Gobierno y dirigentes políticos de la oposición.

Los dos más recientes sucedieron contra Yulia Latynina, colega de Felgenhauer en Eco de Moscú y columnista del periódico independiente Novaya Gazeta, y Nikolai Lyaskin, jefe de campaña de Alexéi Navalny en Moscú. Pero a lo largo de este año, sucedió también con la periodista Elena Milashina, que dejó el país después de sufrir amenazas por una investigación sobre la represión contra gays en Chechenia, o el propio Navalny, que recibió reiterados ataques con sustancias químicas en el rostro.

En el primer caso, Latynina fue atacada en julio con un cubo de heces en la vía pública y, posteriormente, incendiaron su coche frente a la casa de sus padres. Desde los medios en que trabaja, Latynina fue especialmente crítica del Kremlin y sus políticas. Por ejemplo, en asuntos sensibles como el conflicto armado en el sureste de Ucrania.

En el segundo caso, el dirigente opositor fue golpeado por un hombre con un tubo de metal, que declaró a la policía haberlo hecho porque el propio Lyaskin le pagó para hacerlo. Un argumento absurdo, que se inscribe en la misma línea que el del atacante de Tatiana Felgenhauer, cuya excusa fue haber sido abusado sexualmente de forma “telepática” por la periodista.

Ambiente de violencia

Al margen de la suspicacia que existe en torno al perfil de los atacantes, periodistas y políticos han alertado sobre una creciente atmósfera de violencia política.

“Las autoridades rusas responden con violencia cuando se siente inseguras”, señala el analista político Abbas Gallyamov. “Cuando sienten que todo está bajo control, entonces intentan comportarse de forma más civilizada. Tomando en cuenta el deterioro económico y el incremento de las protestas, se puede esperar que el nivel de violencia crezca”, afirma.

La explicación de Gallyamov coincide con lo que expresó Yulia Latynina en una columna en The Moscow Times después de marcharse del país para preservar su seguridad: “Ahora que la prosperidad se acabó y la audiencia de televisión disminuyó drásticamente, el conflicto con Ucrania perdió su efecto y la campaña en Siria no es un buen sustituto, lo que queda es la violencia”.

Latynina no apunta “directamente” contra el presidente ruso, pero advierte que las autoridades están “potenciando” a aquellas personas que realizan los ataques “otorgándoles un pase gratis”. Personas que en “algunos casos están locas, en busca de algún poder o que buscan ganarse el favor” (de las autoridades).

Respecto a su situación personal, la periodista atribuyó su salida de Rusia a que el Kremlin “no quiere o no puede” controlar a los atacantes, más allá de los problemas que esto le acarrea, como sucedió con la muerte del opositor Borís Nemtsov, cuya labor política no amenazaba en lo más mínimo el liderazgo político de Vladímir Putin.

Una manifestación de locura

El día después del ataque a Felgenhauer, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, envió su apoyo a la periodista y al personal de la radio Eco de Moscú, y afirmó que el suceso no debía relacionarse con ninguna animosidad en contra de los periodistas. “Desde nuestro punto de vista, sería ilógico y errado pintar este trágico accidente, que fue realmente una manifestación de locura, con un tinte político”, concluyó.

El director de Eco de Moscú, Alexei Venediktov, que destacó la labor policial tras el ataque y evitó señalar responsables políticos, se refirió, sin embargo, a una atmósfera política enrarecida.

“Creo que, por ejemplo, Borís Nemtsov fue asesinado no solo por el sinvergüenza que disparó, sino también por la atmósfera de odio e incitación”, afirmó durante una entrevista en Eco de Moscú. “Los sinvergüenzas deben ser castigados, los sinvergüenzas deben ser señalados”, exigió.

Una de las fuentes de esta atmósfera política hostil, señalada por periodistas y algunos dirigentes políticos, la constituyen los medios de comunicación rusos. Un ejemplo es una información del canal de televisión estatal Rusia 24 dos semanas atrás, en el que se identificó a Felgenhauer y a otros periodistas de Eco de Moscú como portavoces de un discurso occidental contrario al Gobierno ruso.

El informe ponía en discusión los recursos económicos que recibe Eco de Moscú, irónicamente propiedad de la empresa rusa semiestatal Gazprom, procedente de las OMG occidentales, y trazaba un paralelo con las presiones y acusaciones que sufren RT y Sputnik en Europa o Estados Unidos.

“Creemos que estas historias incitan al odio contra nuestros colegas y podrían haber provocado el ataque a Tatiana (Felgenhauer) por parte de una persona inestable”, señaló la Unión de Periodistas de Rusia en un comunicado solicitando que no se emitan más informaciones como la de Rusia 24.

Lo cierto es que, a menos de seis meses de las elecciones presidenciales en el país y con el consiguiente inicio de la campaña electoral, la expectativa de que los medios de comunicación del país confluyan en una retórica más objetiva y serena parece una quimera.

En tanto, la respuesta para frenar las intimidaciones contra periodistas y dirigentes opositores, debería provenir de la justicia, pero esa alternativa no muestra señales positivas, a la luz de los pocos avances que se han logrado para condenar a los culpables de ataques recientes como los sufridos por Lyaskin o a Latynina.

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