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La alianza de Pedro Sánchez con Macron para la UE deja en evidencia el “cordón sanitario” de Rivera en España

Pedro Sánchez con Emmanuel Macron en el Palacio del Elíseo.

Andrés Gil

Corresponsal en Bruselas —

España ha salido esta semana de la UVI económica de la Unión Europea. Y está gobernada por el principal dirigente socialdemócrata del momento, que está tejiendo una entente con el presidente francés, Emmanuel Macron, para desalojar a los populares de la presidencia de la Comisión Europea, donde han estado instalados 15 años. El Gobierno de Pedro Sánchez vive un momento idóneo para influir en una Europa que tiene a uno de sus grandes –Reino Unido– de salida y que dejará un hueco a ocupar.

Mientras Sánchez acelera en Europa con los liberales y mantiene en cuarentena la idea del Gobierno de coalición progresista con Unidas Podemos, el político que en España se referencia en Macron, Albert Rivera, se niega a mirar a su izquierda. Defiende la aplicación de un “cordón sanitario” al PSOE y está dispuesto a prolongar la gestión de décadas del PP en plazas como Madrid, Murcia y Castilla y León, con los votos de Vox incluidos. Y, al tiempo, el Gobierno ha pedido a PP y Ciudadanos este viernes desde la sala de prensa del Consejo de Ministros que faciliten la investidura de Sánchez -lo cual le liberaría de pactar con Unidas Podemos-.

Pedro Sánchez es, junto con el primer ministro portugués, Antonio Costa, el negociador de la familia socialista. Este jueves cenó con el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk; y el viernes, con los primeros ministros de Bélgica, Charles Michel, y de Holanda, Mark Rutte, liberales; y los primeros ministros de Letonia, Arturs Karins, y Croacia, Andrej Plenkovic, del Partido Popular Europeo (PPE). La reunión duró tres horas y media, y los asistentes anunciaron que volverán a citarse en los próximos días.

Es la primera vez que el PPE se sienta a hablar con la alianza de socialdemócratas y liberales, y entre los tres hay mayoría para sacar adelante lo que se decida. Y, también, es la primera vez desde la Segunda Guerra Mundial que la gran coalición de socialdemócratas y populares no se basta para hacer y deshacer.

Sobre la mesa está la renovación de los principales cargos europeos: presidente de la Comisión Europea; del Consejo Europeo; del Banco Central Europeo; del Parlamento Europeo y Alto Representante para la Política Exterior.

Y a España se le presentan varios problemas: para la presidencia de la Comisión –institución que nunca ha ocupado– respalda al candidato socialista, Frans Timmermans, lo cual bloquearía a cualquier otro aspirante español. Otro asunto sería que la alianza entre socialdemócratas y liberales se tradujera en un genuino Borgen, en el que la danesa Margrethe Vestager se convirtiera en Birgitte Nyborg y acabara presidiendo la Comisión.

Si eso fuera así, se despejaría el camino para una vicepresidencia importante o para ocupar el Alto Representante para la Política Exterior. Ahí las quinielas señalan tanto a Josep Borrell, cabeza de lista socialista a las europeas, como a Nadia Calviño, con pasado en Bruselas, si bien Borrell ha mostrado poco interés en campaña.

Pero ese puede ser el techo de cristal para España en un momento propicio para poder aspirar a más. ¿Por qué? Porque los presidentes del Consejo Europeo –institución que tampoco ha presidido nunca España– son ex jefes de Gobierno, y ahora mismo no hay ninguno en España exportable a la UE; porque la presidencia del BCE no puede caer en un español mientras Luis de Guindos sea vicepresidente, y le quedan aún siete años más; y porque Josep Borrell ya ha sido presidente del Parlamento Europeo, y no parece que tenga ilusión en volver a serlo. Es más, que Iratxe García tenga todas las papeletas para presidir el Grupo Socialista en el Parlamento Europeo –la delegación del PSOE, con 20 escaños, es la mayor del S&D–, da indicios de que Borrell no quiere tener un papel relevante en la Eurocámara.

En todo caso, los movimientos aún son preliminares, fundamentalmente entre ocho o nueve países principales, y el reparto de puestos al final será una suerte de dominó en función de cómo vaya la negociación. Por ejemplo, si Timmermans sale presidente de la Comisión, los socialdemócratas tendrán menos peso en las vicepresidencias. Y al revés, si el PPE es el que se queda con la presidencia, España puede aspirar a una vicepresidencia relevante, teniendo en cuenta también que ha de haber equilibrio de género y geográfico, además de político. Y si el PPE se empeña en Manfred Weber, su spitzekandidat, como presidente de la Comisión, quemaría muchos cartuchos en la operación, porque es alguien con muy pocos apoyos para ese puesto... Por lo que quizá su salida natural fuera presidir la Eurocámara.

El juego de tronos europeo acaba de empezar. Los jefes de Gobierno de la UE quieren que todo esté listo para la cumbre del 20 y 21 de junio, si bien ya hay quien dice que puede haber otra reunión extraordinaria el 30 de junio. En todo caso, los deberes deben empezar a quedar hechos para el 2 de julio, fecha de constitución del nuevo Parlamento Europeo que elegirá su presidente. Un presidente que debería ser parte del intercambio de cromos.

Europa está eligiendo a su Gobierno. Y Pedro Sánchez intenta hacer valer su alianza con los liberales y su peso electoral para ganar influencia en el reparto de cargos, a pesar de que la lista de candidatos españoles es corta –entre otros asuntos, por los idiomas–. Y mientras acelera en Europa con Macron, mantiene en el congelador la idea del Gobierno de coalición progresista con Unidas Podemos y deja en evidencia el “cordón sanitario” de Rivera en España.

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