Bolsonaro carga contra la Iglesia católica por su agenda ecologista e “izquierdista”
Una oración de San Francisco de Asís recibe a los fieles de la remota catedral ribereña del obispo Aldolfo Zon (63), en la Amazonia profunda: “Señor, haz de mí un instrumento de tu paz”. Pero no es paz sino una tensa pelea política la que pone esta semana al obispo en un viaje con destino a Roma. Desde ahí, el Papa progresista, ecologista y argentino se enfrenta a Jair Bolsonaro, el presidente brasileño de extrema derecha y negacionista del cambio climático.
“Debemos usar, pero no abusar de la Amazonía”, dice Zon, despejando las dudas sobre su lado en esta batalla. Zon es español y su obispado es el de Alto Solimões, una vasta diócesis a lo largo de la triple frontera entre Brasil, Perú y Colombia. Como Zon, más de 100 obispos de nueve países amazónicos se preparan para participar en el Sínodo para la región Panamazónica, que comienza el 6 de octubre en el Vaticano y se extenderá durante tres semanas. El objetivo del cónclave organizado por el Papa Francisco es debatir el futuro de la Iglesia en una región compleja y en expansión, donde los fieles están abandonando a toda velocidad el catolicismo para unirse a las congregaciones pentecostales.
Entre las polémicas medidas que se discutirán, figuran conceder permiso a los hombres mayores y casados para su ordenación y acelerar la formación de sacerdotes indígenas. “Cuanto más físicamente presentes podamos estar, más significativa puede ser nuestra presencia”, dice Zon durante una entrevista con The Guardian, después de misa, en su patio con vistas al río Solimões.
Pero el eje ecologista del encuentro es el que ha desencadenado una tormenta política en Brasil, que domina casi el 60% de la región amazónica. El país es gobernado desde enero por una administración de extrema derecha que ha desmantelado las protecciones medioambientales y permitido un aumento dramático de la deforestación.
Para vigilar al clero involucrado en el sínodo, el gobierno ha enviado agentes del Abin (la agencia de contraespionaje brasileña) a un mínimo de cuatro ciudades amazónicas. “Estamos preocupados y queremos neutralizar esto”, dijo en febrero al periódico O Estado de São Paulo el general Augusto Heleno, ministro de Seguridad Institucional de Bolsonaro. En el periódico se afirmó también que al gobierno le preocupa la “agenda izquierdista” del sínodo y su potencial para avergonzar a Brasil en el resto del mundo. Eduardo Villas Bôas, otro conocido general brasileño, dijo que el sínodo “sería explotado con toda seguridad por los ecologistas” y que Brasil no toleraría “intromisiones” extranjeras en sus asuntos internos.
Nominalmente católico pero alineado con sectores conservadores de la iglesia evangélica pentecostal brasileña, Bolsonaro no ha ocultado su malestar. Después de que el Papa criticara en junio “la mentalidad ciega y destructiva” de los que devastan la selva tropical, el presidente respondió con malhumor ante los periodistas: “Brasil es la virgen sobre el que todo pervertido extranjero quiere poner sus manos”.
Zon lleva prácticamente la mitad de su vida en la región y trata de restarle importancia a los rumores de que se ha convertido en un objetivo de los servicios de inteligencia. “Tengo amigos en el Abin”, se ríe. También niega que el sínodo haya sido diseñado para socavar la autoridad de Bolsonaro. “Este es mi gobierno, ¿por qué querría hacerle daño?”.
Pero en las últimas semanas se han intensificado las tensiones tras los reclamos internacionales por los incendios en el Amazonas, con una de las revistas de tirada nacional llegando a llamar 'BolsoNERO' al presidente de Brasil [juego de palabras con el nombre del emperador romano Nerón, Nero en portugués].
En agosto, los obispos brasileños escribieron una carta abierta en la que se quejaban de ser estigmatizados: “Lamentamos profundamente que hoy, en lugar de recibir apoyo y aliento, nuestros líderes hayan sido criminalizados como enemigos de la patria”. En la carta no había ninguna referencia a Bolsonaro, pero se condenaba “la agresión irracional y violenta contra la naturaleza” y “la destrucción sin escrúpulos de la selva, con incendios provocados de manera delictiva que están matando la flora y la fauna primitivas”.
Erwin Kräutler, exobispo de la región amazónica del Xingu, dijo al periódico The Guardian que los incendios de este año han sido “un auténtico apocalipsis” y responsabilidad de Bolsonaro.
Los simpatizantes de Bolsonaro se defienden hablando de un complot de la izquierda para humillar a su líder y socavar la soberanía brasileña sobre el Amazonas. En una serie de vídeos que abonan teorías de la conspiración, el bloguero y simpatizante de Bolsonaro Bernardo Küster pinta a los obispos relacionados con el sínodo como unos entrometidos teólogos de la liberación asociados con destacados referentes de la izquierda en Brasil, como el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. Según Küster, el Instrumentum Laboris (el documento de preparación del sínodo) es una “desastrosa” acumulación de “estupideces de la ecoteología”.
Mauricio López, el secretario ejecutivo la Red Eclesial Pan Amazónica (el grupo que redactó el Instrumentum Laboris), niega que el sínodo sea anti-Bolsonaro. “Nosotros no somos el enemigo”, insiste. Según López, la cumbre ha sido diseñada para denunciar “estructuras opresivas y desigualdades” en la Amazonía: “No se trata de enfrentar a ningún gobierno, en realidad queremos colaborar”.
López está muy preocupado por el aumento de la deforestación y por la difícil situación que viven los pueblos indígenas de la Amazonia. “Estamos hablando del futuro de esas comunidades [amazónicas] y también, a la larga, del futuro del planeta”.
Según Joaquín Humberto Pinzón, obispo de la Amazonia colombiana, los ataques contra el sínodo reflejan el nerviosismo del poder político y económico ante los intentos de concienciar por la importancia ecológica de la Amazonia: “No les conviene, ni a los políticos, ni a los empresarios, ni a los dueños de las grandes empresas mineras”.
Zon es rigurosamente diplomático y ni menciona el nombre de Bolsonaro. “El sínodo es un acto político, pero con una 'p' pequeña, no es partidista”, dice. “La Iglesia no está en contra de nadie, está en contra de la injusticia”. Pero la preocupación de Zon por la deriva populista de Brasil se hace evidente cuando habla de las décadas de avances sociales que ahora están “yéndose por el sumidero”.
“Hoy, para mí, estamos perdidos políticamente en Brasil y en el mundo. No me digan que Estados Unidos es un modelo, ni tampoco Inglaterra”, dice Zon, que espera que las cosas cambien: “Me parece, por lo poco que sé de historia, que es como los años 20 otra vez, la base para la llegada del fascismo”.
Mirando una de las vías fluviales más poderosas del mundo, Zon reflexiona sobre el auge de la extrema derecha, que relaciona con la búsqueda de “un salvador”. “Pero los salvadores son peligrosos”, dice. “Hasta ahora sólo hemos tenido uno, ¿y dónde terminó? En la cruz”.
Traducido por Francisco de Zárate.