El colapso en India por la nueva ola COVID: dos pacientes por cama, morgues sin sitio y búsqueda desesperada de oxígeno
“Nunca había visto una multitud tan grande”, dijo el sábado con orgullo el primer ministro de la India, Narendra Modi, frente al mar de personas sin mascarilla que abarrotaban su mitin en Bengala Occidental. Modi tampoco llevaba mascarilla. Ese mismo día, India registraba el récord de 234.000 casos nuevos de coronavirus y 1.341 muertes. Desde entonces, las cifras han seguido en aumento.
El país está sumido en una tragedia de proporciones sin precedentes. En una semana se han registrado casi 1,6 millones de casos, lo que eleva el total a más de 15 millones. En tan solo 12 días, la tasa de positivos de COVID-19 entre los tests que se hacen se ha duplicado hasta un 17%, con lugares como Delhi alcanzando el 30%.
Los hospitales de todo el país están a su máxima capacidad, pero esta vez los que ocupan las camas son principalmente los jóvenes: un 65% de los casos en Delhi son de personas con menos de 40 años.
La extraordinaria propagación del virus se ha achacado en parte a la variante más contagiosa surgida en el país, pero también hay acusaciones contra el gobierno de Modi por deficiencias en el liderazgo político, con una relajación desde el gobierno nacional que ha sido replicada por líderes estatales y locales de todos los partidos y hasta por las autoridades sanitarias de todo el país, provocando que en los últimos meses muchos creyeran erróneamente que India había derrotado a la COVID-19.
“Los dirigentes de todo el país no han transmitido adecuadamente que se trataba de una epidemia que no había desaparecido”, dice K Srinath Reddy, presidente de la Fundación de Salud Pública de India. “Declararon la victoria demasiado pronto y ese estado de euforia se trasladó a todo el país, especialmente por parte de políticos que querían reactivar la economía y poder hacer campaña de nuevo. Eso dio al virus la oportunidad de resurgir”.
“No hay capacidad y por eso se ha elevado la mortalidad”
Con las ambulancias de todo el país haciendo cola frente a los hospitales esta semana, el primer ministro Modi y su ministro de Interior, Amit Shah, mantuvieron su agenda de encuentros públicos y giras por carretera en Bengala Occidental, donde el gobierno nacional se ha negado a posponer unas interminables elecciones estatales que su partido, el Bharatiya Janata (BJP) espera ganar.
El mismo sábado del mitin de Modi, el estado registraba 7.713 nuevos casos, el número más alto desde que comenzó la pandemia. Tres candidatos a las elecciones han muerto por el virus. El domingo, #ModiMadeDisaster [Desastre creado por Modi] empezó a ser tendencia en Twitter.
Los médicos de primera línea están destrozados. Hablan de una avalancha de pacientes moribundos de COVID-19 que no han podido ser tratados por la escasez de camas y por la inadecuada preparación del gobierno del estado y del país.
El doctor Amit Thadhani, director del hospital Niramaya de Bombay (donde solo se atienden a enfermos de COVID-19), dice que ya había avisado en febrero de una virulenta segunda ola y que fue ignorado. Su hospital está “completamente lleno y si un paciente recibe el alta, la cama se ocupa en cuestión de minutos”. Hace diez días, el hospital se quedó sin oxígeno aunque en el último momento pudieron encontrar un suministro alternativo.
“Hay gente fuera del hospital haciendo cola para entrar y todos los días recibimos cada 30 segundos llamadas de personas que intentan encontrar una cama”, dice Thadhani. “La mayoría de estas llamadas son de pacientes en estado crítico que necesitan atención hospitalaria, pero no hay capacidad suficiente, por lo que se ha elevado mucho la mortalidad. Todo el mundo está al límite”.
Según Thadhani, el virus es ahora “mucho más agresivo y contagioso” y está afectando sobre todo a los jóvenes. “Ahora los que llegan con síntomas muy graves son personas de entre 20 y 30 años y hay mucha mortalidad entre los jóvenes”, dice.
Familiares en búsqueda de oxígeno
Por toda la capital, el inquietante sonido de las sirenas de ambulancia suena casi sin interrupción. En el hospital público Lok Nayak de Delhi, el mayor centro para tratar a enfermos de COVID-19 de la capital, hay dos personas por cama debido a la sobrecarga de las instalaciones y a la escasez de bombonas de oxígeno.
Fuera, los pacientes que esperan por una cama respiran con dificultad en camillas y ambulancias con sus familiares lamentándose junto a ellos. Algunos aguardan con bombonas de oxígeno que, en su desesperación, han comprado ellos mismos. Otros mueren en el aparcamiento del hospital.
En Bombay, la primera ciudad en sufrir la segunda oleada, el doctor Jalil Parkar, del hospital Lilavati, dice que “todo el sistema sanitario está colapsado y que los médicos están agotados”. “Faltan camas, falta oxígeno, faltan medicinas, faltan vacunas, faltan pruebas”, dice.
“Aunque hemos abierto otro ala para la COVID-19, seguimos sin tener camas suficientes, así que hemos tenido que poner a algunos pacientes en el pasillo y hemos transformado el sótano en una zona de cribado de pacientes con COVID-19. Fuera del hospital tenemos a gente esperando en ambulancias y sillas de ruedas y a veces tenemos que darles oxígeno ahí, ¿qué más podemos hacer?”.
Encontrar una cama para los seres queridos es complicado hasta para los que ocupan las altas esferas del poder. “Por favor, ayúdennos, mi hermano necesita una cama para el tratamiento del coronavirus. No se están consiguiendo camas en Ghaziabad”, escribió en Twitter Vijay Singh Kumar, ministro nacional de Transportes y diputado del BJP por el estado de Uttar Pradesh.
El ministro principal de Delhi, Arvind Kejriwal, no se anduvo con rodeos cuando anunció un confinamiento de seis días para evitar el colapso total del sistema sanitario: “La situación de la COVID-19 en Delhi es grave”, dijo el lunes, cuando más del 99% de las camas de cuidados intensivos en la capital estaban ocupadas.
El martes, varios de los mayores hospitales de Delhi (todos ellos con cientos de pacientes con COVID-19) declararon la emergencia advirtiendo de que se les terminaría el oxígeno en cuestión de horas.
Estados como Gujarat y Uttar Pradesh han sido acusados de encubrir el verdadero número de víctimas mortales del coronavirus porque el número de cadáveres que se acumulan en las morgues de los hospitales supera con creces las cifras oficiales.
La tragedia de Deepti Mistri
Lucknow es una de las ciudades más afectadas de Uttar Pradesh. Allí perdió la vida tras enfermar de COVID-19 el 14 de abril Deepti Mistri: con 22 años, era madre y no tenía complicaciones previas de salud. Su tío, el conductor de ambulancias Saroj Kumar Pandey, la crió desde que era niña. Dice que intentó desesperadamente encontrarle una cama cuando a los dos días su nivel de oxígeno empezó a descender peligrosamente por debajo del 50%. No pudo encontrar ningún hospital que tuviera sitio.
“Me di cuenta de que Deepti necesitaba oxígeno de inmediato, así que yo mismo me encargué de conseguirle una bombona”, cuenta. “La metí en la parte de atrás del coche de un familiar con el oxígeno mientras recorría una docena de hospitales privados y públicos tratando de encontrarle cama y un respirador, pero no la aceptaban en ningún sitio”.
Por fin, en la noche del 16 de abril, Pandey le encontró sitio en una pequeña clínica privada de Lucknow que tenía seis camas. No era un hospital para la COVID-19, pero aceptaron acogerla durante una sola noche para darle oxígeno mientras Pandey seguía buscando cama de hospital. “Estuvimos buscando toda la noche pero en ningún sitio había cama o respirador para ella”, dice. “La clínica le dio el alta a las 5 de la mañana y no tuvimos más remedio que llevarla a casa. Deepti murió unas horas después porque no tuvo oxígeno ni atención hospitalaria. Hoy debería estar viva”.
Twitter y Facebook se han convertido en un muestrario devastador por los cientos de miles de peticiones urgentes de ayuda para encontrar camas de hospital, oxígeno, plasma y remdesivir, el medicamento que se está usando de forma experimental para tratar a los pacientes de COVID-19 y que sigue escaseando en los hospitales de todo el país.
“Los gobiernos se negaron a aceptar la gravedad”
Mientras tanto el número de muertos sigue poniendo al límite la capacidad de los crematorios y cementerios en los estados de Uttar Pradesh, Gujarat y Delhi. Hay más cuerpos de los que se puede quemar y las familias tienen que esperar días antes de incinerar a sus seres queridos. Nigambodh Ghat, el mayor crematorio de Delhi, se quedó el domingo sin espacio pese a que había multiplicado por dos sus piras funerarias hasta más de 60.
Los gobiernos estatales de Delhi y Bombay se han apresurado a reconstruir las instalaciones provisionales para la COVID-19 que habían desmantelado meses antes, mientras el gobierno nacional anunciaba un refuerzo del programa de vacunación para que cualquier persona mayor de 18 años pudiera acogerse a él a partir del 1 de mayo.
Pero la escasez de suministros sigue siendo un problema. Con el objetivo de satisfacer la demanda sin precedentes, un edicto del gobierno ha ordenado el desvío hacia los hospitales de todo el oxígeno de uso industrial. Los ferrocarriles indios han comunicado que están listos para operar trenes especiales, llamados “Oxygen Express” y diseñados para transportar oxígeno líquido y cilindros de oxígeno. En los vagones también se han dispuesto miles de camas para atender a los pacientes con COVID-19.
No obstante muchos temen que sea demasiado poco y demasiado tarde. “Debería haberse comprendido la gravedad de la situación hace meses, pero en lugar de eso los gobiernos se negaron a aceptarla y trasladaron el mensaje de que el virus ya no era tan peligroso”, dice Thadhani. “Me preocupa que todavía no hayamos visto lo peor”.
Traducido por Francisco de Zárate
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