Rusia y Ucrania han dado por comenzada esta semana la ofensiva de Moscú en la región del Donbás. Pero lo cierto es que la intensidad de los bombardeos aéreos y la artillería rusa durante las últimas 48 horas no representa aún el grado de ataque sobre el Donbás del que hablaba el Kremlin cuando abandonó su intento de tomar Kiev.
La estrategia es conocida: Rusia pretende concentrar sobre el este del país unas fuerzas hasta ahora demasiado dispersas. El objetivo es conseguir una ventaja numérica sobre los defensores ucranianos de 2 a 1, o tal vez de 3 a 1; rodearlos con un ataque al sur desde Izium; y empujar hacia el norte desde Mariúpol una vez que caiga por completo la ciudad portuaria.
Pero la clave, por el momento, es que a Rusia todavía está lejos de alinear todas sus considerables fuerzas restantes en la lucha que se avecina. Según declaraciones de altos cargos del Pentágono el martes, hasta ahora los ataques solo han sido “un preludio de ofensivas de mayor envergadura” que decidirán si lo que viene es una guerra relativamente corta o una de duración mucho mayor.
Tras dos meses de lucha, y en este caso según los cálculos aproximados de EEUU, Rusia aún dispone en Ucrania del 75% de su capacidad de combate y de 78 grupos tácticos de batallones. Aunque es probable que la cifra sea inferior, a pleno rendimiento equivalen a unos 62.000 soldados. También hay que sumar a los miles de separatistas, mercenarios y miembros de otras fuerzas irregulares.
Varios miles de soldados rusos (12 batallones, según estimaciones de EEUU) siguen comprometidos en la etapa final de la batalla por Mariúpol, tratando de hacerse con el control de la gigantesca planta siderúrgica de Azovstal. Otros aún están recomponiéndose tras su derrota en las cercanías de Kiev, por lo que se espera que el agrupamiento de fuerzas ocurrirá de forma gradual.
Según Nick Reynolds, experto en guerra terrestre del centro de estudios Rusi, “el plan ruso podría ser lanzar una ofensiva lenta y metódica, para no repetir las costosas y mal coordinadas operaciones de febrero y marzo”. El error de Rusia fue enviar fuerzas mecanizadas por las carreteras principales, exponiéndolas a una infantería ucraniana armada con bazucas antitanques del Reino Unido y de otros países.
Esta hipótesis hace muy poco probable que el presidente ruso Vladímir Putin pueda declarar misión cumplida durante el desfile anual del 9 de mayo en conmemoración de la victoria rusa en la Segunda Guerra Mundial. Pero eso no significa que Rusia no pueda vencer al ejército ucraniano en las semanas posteriores.
Aunque a los servicios secretos occidentales no les gusta estimar el tamaño de las fuerzas ucranianas que se enfrentan a los invasores rusos, el número de defensores del Donbás se estimaba entre 40.000 y 45.000 personas al comienzo de la guerra. Ahora hay que añadir los refuerzos llegados de Kiev y muchos de los que se movilizaron al inicio de la invasión.
Un ataque predecible con final incierto
Pero como reconoció el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, durante una reciente entrevista con la CNN, el cálculo de bajas oscila entre 2.500 y 3.000 soldados ucranianos muertos, y 10.000 heridos. Siguen, además, las peticiones de armas más potentes y de nuevas municiones, y lo más probable es que la artillería pesada sea el arma clave: los dos bandos están tratando de romper la línea defensiva del contrincante en unos combates que, en cierta medida, recuerdan a los de la Primera Guerra Mundial.
Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, Rusia comenzó la guerra con una superioridad de 2,5 a 1 en el número de piezas de artillería. Durante una sesión informativa del Pentágono el martes se dijo que el Kremlin aún conserva “más del 80%” de sus cañones pesados y de la munición necesaria. También, que puede bombardear las líneas del frente ucraniano desde posiciones situadas a una distancia de hasta 50 kilómetros.
El temor occidental es que Ucrania, con su producción industrial diezmada, vaya quedándose sin los cartuchos estándar soviéticos de 152 milímetros que necesitan sus cañones pesados. En los países de la OTAN hay una cantidad limitada de suministros para el tipo de armas rusas que Ucrania ha venido utilizando. Reconociendo las necesidades de Ucrania, EEUU anunció hace una semana el envío de 18 obuses de 155 milímetros estándar occidentales y de 40.000 cartuchos de artillería.
Pero 18 obuses son solo una fracción del total de la artillería ucraniana, lo que deja sobre los miembros de la OTAN y, en particular sobre EEUU, la responsabilidad de suministrar más si se intensifican los combates.
Este jueves, el presidente de EEUU, Joe Biden, ha anunciado un nuevo paquete de 800 millones de dólares en ayuda militar para Ucrania y otros 500 millones en asistencia económica, además de prohibir atracar en su país a cualquier barco vinculado a Rusia.
Según un comunicado del portavoz del Pentágono, John Kirby, proporcionarán 72 cañones Howitzer de 155 milímetros y 144.000 piezas de artillería, 72 vehículos tácticos para transportar dichos cañones, 121 drones Phoenix y equipamiento de campaña.
También el presidente español, Pedro Sánchez, ha anunciado ante Zelenski en su visita a Kiev un nuevo envío de armamento a Ucrania a través del buque Ysabel que se encuentra camino de Polonia con 200 toneladas de municiones y otro material militar, 30 camiones y 10 vehículos ligeros.
Todo ello constituye un nuevo ejemplo de cómo depende Kiev de la ayuda de Occidente para que sus fuerzas resistan el ataque que se espera de Rusia. El ataque de Moscú en el Donbás puede ser predecible. Lo que aún no está claro es si Ucrania podrá detenerlo.
Traducido por Francisco de Zárate.