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The Guardian en español

Qué se dice en la calle en Moscú: pocas ganas de guerra y temor por “el largo camino de baches” que se avecina

Una pareja camina por la orilla del río Moscova, cerca de Moscú, en enero.

Pjotr Sauer

Moscú —
24 de febrero de 2022 01:45 h

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Como muchos de sus amigos, Tatyana se quedó pegada a la pantalla del móvil mientras Vladimir Putin se dirigía al país. “No suelo ver la televisión, y menos cuando habla nuestro presidente; pero esta vez sentí que tenía que ponerla, estaba siendo testigo de un momento histórico”, dice Tatyana, que trabaja en Moscú como camarera de la cadena de cafeterías de moda, Skuratov.

“Pero todavía no sé bien si la historia va en la dirección correcta”, dice mientras fuma un cigarrillo electrónico.

Un día después de que el líder ruso reconociera en su discurso las autoproclamadas repúblicas de Lugansk y de Donetsk, los moscovitas aún estaban tratando de digerir cómo repercutirá la decisión sobre ellos y sobre su futuro.

Preocupación por la economía

Aunque el presidente terminó su discurso “felicitando” a los compatriotas por el reconocimiento de los dos territorios, en la capital no se respira un ambiente de celebración.

A muchos les preocupan las consecuencias políticas y económicas que puede tener la decisión. “Si el reconocimiento trae la paz a la región, bien, ¿por qué no hacerlo?”, dice Andrei, que trabaja en Moscú como director regional de una gran empresa de logística. “Pero ya me está costando dinero, he invertido muchos de mis ahorros en acciones de empresas rusas”.

Este martes, un día después de que Putin ordenara el envío de tropas a los dos territorios, los mercados financieros rusos se hundieron hasta los niveles más bajos en más de un año. Los mercados del país han pasado últimamente por un período de extrema volatilidad y grandes bancos estatales como el Sberbank han perdido más de la mitad de su valor desde que comenzó la crisis de Ucrania.

“Creo que puedo despedirme de mis vacaciones a Turquía en marzo”, dice Andrei, de 41 años. Mientras Putin pronunciaba su discurso, el canal ruso de televisión independiente Dozhd retransmitía en directo la caída del rublo hasta un mínimo que no tocaba en casi dos años.

Los que se alegran

Pero también se encuentran moscovitas que se alegran de que Putin haya reconocido las autoproclamadas repúblicas independientes, una decisión que el Estado ruso tendría que haber tomado hace tiempo, según algunos de quienes la apoyan.

“¡Bendito sea Putin! Por fin está poniendo al Donbás bajo nuestra protección”, dice Galina Gromova mientras espera un autobús en el centro de Moscú.

Profesora de Geografía en un instituto, Gromova asegura estar “horrorizada” por las informaciones que los medios de comunicación estatales rusos difunden acerca de bombardeos ucranianos en el Donbás.

Se siente “enfurecida”, según dice, por el “genocidio” de la población local por parte de Kiev. Son informaciones que tanto Occidente como Kiev han calificado de mentiras creadas por Moscú para usarlas como pretexto para una invasión.

Sociedad dividida y con pocas ganas de guerra

Según el analista político Andrei Kolesnikov, investigador principal en el Carnegie Center de Moscú, no hay expectativas de que los rusos “se unan en torno a la bandera” de la forma en que lo hicieron en 2014, cuando Rusia se anexionó la península de Crimea.

En ese momento, los índices de popularidad de Putin alcanzaron cotas del 89%. “Crimea fue un acontecimiento absolutamente único en el que Putin tuvo prácticamente el respaldo de todas las partes de la sociedad”, dice. “Pero el país está mucho más dividido en lo que se refiere al futuro del Donbás”.

Kolesnicov habla de los datos obtenidos hace poco por la encuestadora independiente Levada Center, en los que un 53% de los rusos sondeados quería que las dos regiones fueran reconocidas como independientes o como parte de Rusia; un 26% creía que el futuro de la región estaba con Ucrania; y un restante 21% se mostraba indeciso.

En opinión de Kolesnikov, la forma en la que finalmente percibirá la población rusa estos acontecimientos dependerá de lo que haga ahora el Kremlin. “Muchos verán con buenos ojos un escenario en el que la situación se calma tras el reconocimiento de la región”, dice. “Los rusos no tienen ganas de una guerra de verdad contra Ucrania, ahora mismo no es una sociedad militarizada”.

Los servicios de inteligencia estadounidenses siguen insistiendo en que Rusia está planeando una invasión de Ucrania a gran escala mientras en Kiev crecen los temores tras el último y apasionado discurso de Putin, con su intento de reescribir la historia ucraniana. Pero también hay cierta esperanza de que el presidente ruso no se embarque en una gran campaña militar en Ucrania por temor a lo imprevisible que puede terminar siendo una guerra importante en el continente europeo.

“La confrontación con Occidente hace ganar legitimidad interna al Kremlin siempre y cuando no haya tiros”, dice el profesor Samuel Greene, director del Instituto de Rusia del King's College de Londres. “La guerra real conlleva incertidumbre y no sabemos cómo evolucionará eso en la opinión pública ni en el campo de batalla”, dice Greene, cuya investigación se centra en los motivos de la popularidad de Putin.

Los empresarios se preparan para lo peor

Sea cual sea el siguiente movimiento de Rusia, Estados Unidos, la UE y Reino Unido han impuesto sanciones contra bancos, oligarcas y políticos rusos. Aún más preocupante para el Kremlin es la decisión de Olaf Scholz, canciller de Alemania, de no aprobar la certificación del gasoducto Nord Stream 2.

Una parte de la élite empresarial rusa dice estar preparándose para lo peor. En otro momento sus directivos figuraban entre los principales defensores de Putin, pero se han visto marginados a lo largo de los años. Putin se ha rodeado cada vez más de gente del aparato de seguridad, los llamados siloviki, entre los que hay muchos antiguos agentes del KGB.

“Me quedé un poco conmocionado cuando vi el discurso presidencial, se me pusieron los pelos de punta”, dice durante una conversación telefónica un banquero veterano del sector privado que prefiere permanecer en el anonimato. “Muchas de las personas de mi entorno se están dando cuenta de lo mala que es la situación. Esto parece solo el principio de un camino muy largo lleno de baches”.

Traducido por Francisco de Zárate.

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