En las calles junto a Görlitzer Park, un solar rectangular situado al este del barrio de Kreuzberg en Berlín y que goza de mucha popularidad entre los skaters, la gente que pasea al perro y algún vendedor de droga, resulta evidente que la irrupción del recién llegado suscita polémica. Una buena muestra de ello se refleja en un muro: “Google, vete a la mierda”.
La comunidad ha respondido con creatividad al plan del gigante tecnológico de levantar un campus en el barrio al percibirlo como una amenaza. La librería anarquista Kalabal!k organiza sesiones “AntiGoogle Café” dos veces al mes y desde el año pasado un grupo de activistas ha estado distribuyendo un periódico que se llama “Lluvia de mierda: contra Google, el desplazamiento [de los residentes y de los negocios del barrio como consecuencia del encarecimiento de los alquileres] y la dominación por las tecnológicas”.
El campus de Google estará ubicado en un complejo que había sido una subestación eléctrica o Umspannwerk, y que en la actualidad se alquila para eventos. Si bien el campus tenía que inaugurarse en setiembre de 2017, finalmente la apertura será en otoño de este año. Será el séptimo campus de Google en el mundo.
Los que tiene en Londres, Madrid, Tel Aviv, Seúl, São Paulo y Varsovia (en un edificio que antes de ser rehabilitado era una destilería de vodka) sirven de lugares de encuentro para emprendedores, proporcionan un lugar de trabajo a los fundadores de startups y también valen para hacer contactos y organizar actividades formativas.
En principio, el nuevo campus de Berlín no debería considerarse una amenaza. Son muchas las compañías de comunicación y tecnológicas que ya están instaladas en el Umspannwerk, y Google ya tiene sus oficinas en el cercano bario de Mitte. Sin embargo, los planes de Google han sido recibidos con un activismo enérgico.
La empresa ha reanimado tensiones ya existentes por el hecho de que el proceso de gentrificación expulsa a muchos negocios del barrio, a los artistas y a muchos vecinos. Además, Google tiene una potente marca que es percibida como un símbolo de los cambios culturales y económicos que se avecinan.
Temor a desalojos y subidas de precios
“Creo que a Google le sorprendió encontrarse con esta actitud tan reacia”, indica Stefan Klein, un activista local que forma parte del grupo GloReiche. Esta organización se reúne dos veces por semana. Cuando salen del trabajo, él y sus compañeros aconsejan a aquellos vecinos que están preocupados por el encarecimiento de las viviendas del barrio. Mientras habla con The Guardian, un hombre se le acerca con una carta de su casero con el objetivo de que lo ayude a comprenderla. Es frecuente que muchos vecinos teman un posible desalojo o una subida de precios.
Están a un paso del campus en la cercana Ohlauer Straße. “Google ha sido recibida con aplausos en todas las ciudades donde se ha instalado hasta la fecha”, indica Klein. “En algunos de estos sitios, por ejemplo en Londres, la gentrificación ya era una realidad. Y en otros, como Varsovia, la están pidiendo a gritos. Sin embargo, los vecinos de Kreuzberg no están muy convencidos”.
Un portavoz de Google en Berlín dice que la empresa ha hablado con los vecinos y está incluyendo sus comentarios en su plan. “Nosotros también vivimos en Berlín, comprendemos las preocupaciones de los vecinos en torno a la gentrificación y somos conscientes de los cambios que ha experimentado Kreuzberg en los últimos años”.
La sólida presencia del sector tecnológico en Berlín la convierte en una opción obvia para Google. En estos momentos Google ya tiene un acuerdo con el espacio de coworking Factory, que va a abrir otro muy cerca, en el Factory Görlitzer Park, y donde espera acoger a unos 10.000 miembros. Los fundadores de startups se sienten atraídos por el dinamismo, la creatividad y la multiculturalidad de Berlín.
Sin embargo, esta llegada de nuevas empresas y de talento extranjero ha venido acompañada de una subida de los alquileres. Según un informe publicado el año pasado, entre 2004 y 2016 han subido un 70% y la moderna zona de Friedrichshain-Kreuzberg es una de las que ha experimentado una subida de precios más pronunciada.
En una ciudad donde el 85% de los residentes vive de alquiler, esta cuestión ha pasado a ocupar un lugar destacado en la política local y nacional. En abril se convocó una manifestación contra “la locura de los precios de alquiler”, que consiguió atraer a miles de manifestantes (13.000 según la policía y 25.000 según Klein).
“Los activistas y los inquilinos ya habían creado grupos para debatir en torno a la gentrificación, la expulsión y la privatización del espacio público, y cuando Google decidió instalarse en el barrio ya estaban organizados”, explica Konstantin Sergiou, que forma parte de Bizim Kiez, otro grupo de activistas locales. “El campus de Google se ha convertido en una de sus causas más importantes, ya que podría conllevar un cambio urbano que ha demostrado ser muy problemático en otras ciudades, como por ejemplo, San Francisco”.
Sergiou explica que los políticos de la ciudad han promovido con interés la “digitalización” de Berlín. A su grupo, así como a otros similares, le preocupa la naturaleza especulativa del nuevo modelo de negocio. Sergiou señala que muchas de estas startups tienen una vida muy corta y esto beneficia a los caseros, ya que saben que cuando estos inquilinos se vayan podrán volver a subir los alquileres. Su grupo y el de Klein, Bizim Kiez y GloReiche, sumaron fuerzas con un tercero, Lause Bleibt, para preparar un documento que ha sido presentado esta semana.
Espíritu transgresor
Además de estar preocupados por la subida de los alquileres, a los activistas les inquieta que estén explotando la escena creativa del barrio. “Han elegido Kreuzberg estratégicamente, con el objetivo de beneficiarse de su red de creativos y del espíritu transgresor, un poco loco y abierto de mente”, señala Sergiou. Recuerda que recientemente Sidewalk Labs, una compañía propiedad de Alphabet, la matriz de Google, propuso reurbanizar los muelles de Toronto y cree que la compañía podría estar interesada en extraer información de las ciudades.
El hecho de que las críticas sobre algunas prácticas de los gigantes tecnológicos hayan coincidido con la gentrificación ha generado mucha atención internacional. Un defensor de los derechos digitales, que es francés pero que reside en Berlín, también se ha unido a la causa y ha creado el sitio web en inglés Fuck Off Google, con el objetivo de difundir estas reservas.
Cuando habla con los medios de comunicación lo hace bajo el seudónimo de Larry Pageblank, un guiño en alusión al consejero delegado de Alphabet, y subraya que algunas malas prácticas de la compañía, como la evasión fiscal y la vigilancia masiva, hacen que Google no sea compatible con los valores progresistas del barrio donde pretende mudarse.
“Probablemente pensaron que se podían mudar a este barrio y que los vecinos estarían encantados porque a todos nos gusta Google, ¿verdad? Sin embargo, en este contexto no lo va a tener tan fácil”, afirma Pageblank. Remarca que preferiría que Berlín se convirtiera en la capital de un movimiento que impulse otro tipo de tecnología; tecnología que esté descentralizada y que fomente las libertades de los individuos en vez de limitarlas.
Políticos a favor del campus
Ramona Pop, una política del partido ecologista alemán Bündnis 90/Die Grünen, y senadora de economía, energía y empresas de Berlín no tenía este escenario en mente cuando expresó su apoyo al campus de Google. En un comunicado enviado por correo electrónico a The Guardian, señala que el campus “es una iniciativa bien recibida y que se adapta a la sólida presencia de startups en la ciudad”. En respuesta a las críticas, subraya que los eventos deben “adaptarse a las necesidades del barrio” y añade que Google tendrá que ser juzgado “por su promesa de no anteponer sus intereses empresariales a los de la ciudad”.
Otro político de Bündnis 90/Die Grünen, Florian Schmidt, actúa como mediador. De hecho, está bien preparado para desempeñar este papel por tener un pasado como activista y un mater en sociología. “No quiero que la respuesta a esta situación sea ir en contra de las startups de la ciudad”, indica: “Sin embargo, tampoco quiero que el mercado tenga la última palabra y que el barrio se transforme”.
Schmidt señala que el campus de Google solo tendrá de seis a diez empleados. “De hecho, no es tan grande pero sí es cierto que es una marca global que puede atraer a destacados agentes comerciales”. Está deseoso de encontrar una solución satisfactoria para todas las partes y menciona el proyecto más importante que tiene entre manos en su trabajo diario en el departamento de desarrollo urbano, parques e instalaciones. La normativa berlinesa de “derecho a la primera compra” le permite comprar propiedades que hasta ese momento estaban sujetas a un alquiler social. De esta forma consigue que sean asequibles.
“No estoy afirmando que Google no pueda instalarse aquí pero sí tiene que entender que forma parte de un fenómeno que preocupa a los residentes. Si una compañía de estas dimensiones quiere mudarse al barrio más transgresor, genial y creativo de Berlín, tal vez de Europa, tiene que encontrar la forma de contribuir a salvar este barrio”, afirma Schmidt.
Mientras, los votantes de su circunscripción en Friedrichshain-Kreuzberg organizan las próximas acciones. Van a presentar un folleto a las pequeñas empresas y una página web, con la que informarán sobre otras acciones que llevarán a cabo. “Google tendrá un verano movido”, afirma Klein.
Traducido por Emma Reverter