Otro bipartidismo que se rompe: las elecciones en Irlanda colocan al Sinn Féin en el centro de la vida política
El avance del Sinn Féin en las elecciones generales de Irlanda llevaba años gestándose, pero ni siquiera dentro del partido se esperaban algo así. El que en otra época fuera un partido revolucionario, asociado a la nefasta imagen de las armas y los pasamontañas, ha ido pasando poco a poco de los márgenes de la política al escenario central, avanzando centímetro a centímetro hasta dar el gran salto de este sábado.
Con el 100% escrutado, el Sinn Féin ha recibido el 24,5% de los votos, superando así a los otros dos grandes partidos que llevan un siglo dominando la política del país: Fine Gael (20,9%) y Fianna Fáil (22,2%). Aun así, el Sinn Féin solo ha presentado 42 candidatos para los 160 escaños del Parlamento –de los cuales ha obtenido 37– y por lo tanto el apoyo popular no se ha traducido en escaños y no será la primera fuerza en el Parlamento.
El reparto en el Dáil Éireann o Parlamento irlandés queda de la siguiente forma: 38 escaños para el Fianna Fáil, 37 escaños para el Sinn Féin, 35 para el Fine Gael, 19 para el Partido Independiente, 12 para el Partido Verde, 8 para candidatos independientes, 6 para el Partido Laborista y 5 para el Partido Solidaridad.
Los resultados reflejan un avance sin precedentes del Sinn Féin que puede reconfigurar la política irlandesa. En gran medida, el partido lo ha logrado pidiendo el voto a los que no se sienten parte de una economía en crecimiento y están cansados del alto precio de los alquileres, de la escasez de viviendas, del coste de los seguros y de las listas de espera.
Muchos de sus votantes son jóvenes que buscan sacudir el estado actual de las cosas y que el golpe lo sintiera Leo Varadkar, del partido gobernante Fine Gael, pero también el principal partido opositor, Fianna Fáil, demasiado estructurado y cómplice del sistema que buscan cambiar.
La gran paradoja es que durante la campaña, el partido casi no ha hablado de la unificación con Irlanda del Norte, razón de nacimiento del Sinn Féin en su versión moderna y la lucha que aún hoy lo define. Gran Bretaña, el Brexit y Boris Johnson ni siquiera han aparecido en el radar. En Dublín, Cork, Limerick y otras ciudades irlandesas, los problemas que sienten muchos tienen que ver con el pago del alquiler y no con unos borrosos acontecimientos históricos al norte de la frontera.
Sería fácil describir lo ocurrido este sábado como el destino ineludible de una larga marcha encabezada en 1986 por Gerry Adams, su imprevisible y astuto líder. Aquel año Adams se dio cuenta de que el IRA no podría llegar a una Irlanda unificada a fuerza de bombas y convenció al movimiento republicano del Sinn Féin para que abandonara la política de abstención y consiguiera escaños en el Dáil Éireann, el parlamento irlandés.
Fue un viaje en solitario. En la primera ronda electoral de las generales de 1987, el partido obtuvo el 1,9% de los votos; en 1989, el 1,2%; y en 1992, el 1,6%. Los irlandeses no tenían ganas de elegir a personas a las que asociaban con los cadáveres en las calles y con el explosivo Semtex. Esa sensación se suavizó tras el alto al fuego del IRA en 1994 y con los sucesivos pasos que llevaron al acuerdo del Viernes Santo de 1998.
En 1997, el Sinn Féin ganó el 2,6% de los votos y consiguió el nombramiento de Caoimhghín Ó Caoláin, su primer diputado en el Parlamento. En 2002, el porcentaje saltó al 6,5% y el número de escaños llegó a cinco. En 2007 lo votó el 6,9% de los electores; en 2011, el 9,9%; y en 2016, el 13,8%, lo que significaba 23 escaños, casi la mitad de los diputados que tenían Fianna Fáil (FF) y Fine Gael (FG). Un aumento constante que dejaba intacto el tradicional bipartidismo de FF y FG.
Tanto dentro como fuera del Sinn Féin, pocos imaginaban el avance que registraría esta semana. Y es que el partido venía de sufrir grandes pérdidas en las elecciones europeas y municipales. A la dublinesa Mary Lou McDonald, reemplazante de Adams, le costaba entusiasmar a su base electoral y atraer nuevos votantes.
Con un apoyo menguante, el partido decidió presentar sólo 42 candidatos para los 160 escaños del Parlamento, una forma de minimizar pérdidas. Entonces empezó la campaña y la popularidad de Sinn Féin creció sin parar.
Varadkar trató de que la elección girase en torno al crecimiento de la economía y a su desempeño en el asunto del Brexit, pero los votantes están cansados de Fine Gael, que Gobierna desde 2011, y hartos de Fianna Fáil, que respaldó a Varadkar absteniéndose o apoyándolo en votaciones puntuales.
El impacto de la crisis, cuando Irlanda aceptó dócilmente la medicina de la austeridad, se siente ahora en el malestar por el aumento del coste de vida y por la insuficiencia de los servicios públicos. Los jóvenes que antes habían votado en referéndum sobre el aborto y el matrimonio igualitario estaban listos para algo nuevo.
En lugar de marea verde (al partido ecologista le ha ido bien, pero tampoco ha tenido unos resultados espectaculares), la ola ha sido para McDonald y colegas como Pearse Doherty y Eoin Ó Broin, que abogan por implantar soluciones de izquierdas para los problemas de Irlanda.
Pero como ha presentado tan pocos candidatos, el número de escaños podría quedarse en un número en torno a 30, muy por debajo de los de Fianna Fáil y Fine Gael. El Sinn Féin quedaría así como un rival al que unirse en una coalición, pero no le alcanza para liderar el país. Aunque los otros dos partidos han descartado una coalición de Gobierno con el Sinn Féin, la aritmética del Dáil podría forzar un cambio radical en sus propósitos; una coalición FF y FG; o una nueva convocatoria electoral.
“Tiocfaidh ár lá”, el eslogan del Sinn Féin, significa “nuestro día llegará”. En el partido nadie se imaginaba que eso quería decir ya.
Traducido por Francisco de Zárate
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