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Las víctimas de violaciones buscan en internet la justicia que no encuentran en los tribunales

Julia Carrie Wong / Maria L. La Ganga

San Francisco —

Sentada en el suelo del baño, Amber Amour esperó a que el hombre que la acababa de violar en la ducha se vistiera y se fuera. Estaba enfadada, conmocionada, asqueada y dolida. Tenía pocas esperanzas de que la justicia pudiera ayudarla. Sin embargo, no se sentía impotente.

“Pensé que me tenía a mí misma”, recuerda. “Y tenía a mis seguidores, al menos podía contar con ellos”.

Amour se hizo un selfie. Su cara es el vivo reflejo del sufrimiento. Está acurrucada en el suelo, en posición fetal, y las lágrimas corren por sus mejillas.

“Me embargan todos esos jodidos sentimientos que una tiene tras una violación”, escribió. “Vergüenza, disgusto y sufrimiento. Estoy sola y las muestras de ADN se han evaporado tras la ducha. Los policías de Sudáfrica se limitarán a poner los ojos en blanco cuando entre en la comisaría. Me encuentro peor que nunca”.

Compartió esta imagen y este mensaje con sus 20.000 seguidores en Instagram.

En el transcurso de las horas siguientes, la joven de 27 años volvió a conectarse a Instagram para explicar cómo se sentía tras la violación. Publicó otra fotografía en la que mostraba sus rodillas y que llevaba una bata de hospital. Tenía los pies en los estribos de una mesa de exploración. Su cuerpo era la escena del crimen.

“Mi panorámica de un examen médico tras una violación”, escribió. “Gracias a todos por vuestras muestras de cariño y apoyo… A todos aquellos que queréis ECHARME LA CULPA o echársela a otras personas que han pasado por esto, quiero que sepáis que vosotros sois la razón por la cual he decidido ser tan brutalmente sincera”.

Muchos internautas decidieron apoyar los posts de Amour con un “sin consentimiento es violación”. Sin embargo, por cada muestra de apoyo hay al menos un “esta perra es una mentirosa”. Las redes sociales son una herramienta imperfecta para dar respuesta a un delito que existe desde hace miles de años. A pesar de ello, cada vez son más las mujeres que utilizan Facebook, Twitter, Instagram u otras plataformas parecidas para buscar una justicia que no encuentran en los tribunales o en el sistema legal. Convencidas de que el sistema las puede tratar peor que a un violador, han decidido tomar el control, contar su experiencia, advertir a otras mujeres y exigir un castigo público para los violadores.

De las redes sociales a la denuncia social

Los medios de comunicación tradicionales han informado de las denuncias de agresión sexual contra el actor porno James Deen, el poeta Thomas Sayers Ellis, la estrella del rock Michael Gira, el publicista musical Heathcliff Berru, el programador del proyecto Tor Jacob Appelbaum, y los cómicos Cale Hartmann y Aaron Glaser. Todas estas noticias nacieron a partir de un post publicado en las redes sociales.

Lo cierto es que son muchos los riesgos y pocas las protecciones para las víctimas y para los hombres denunciados en Internet. Los que se oponen a este tipo de denuncias afirman que estamos ante “justicieras digitales”. Existe como mínimo una página web que permite mencionar al presunto agresor con nombres y apellidos. Quien hace una acusación de este tipo puede terminar siendo demandado por difamación.

“Sinceramente, los comentarios que tuve que soportar en internet fueron peor que los de la policía, ya que eran continuos”, indica Amour. “No he podido cerrar este capítulo de mi vida. Constantemente me bombardean con cientos de mensajes y me dicen que tengo la culpa”.

No es de extrañar que muchas víctimas de violación no denuncien los hechos. La Red Nacional de Violación, Abuso e Incesto señala que por cada 1.000 violaciones en Estados Unidos, se interponen 344 denuncias, 63 permiten la detención del presunto autor, 13 terminan siendo evaluadas por el fiscal y siete acaban en condena. Solo seis de cada 1.000 violadores terminan en la cárcel.

“Pese a los avances realizados, navegar por el sistema judicial sigue siendo un suplicio y la mayoría de los violadores quedan en libertad”, indica Patti Giggans, directora ejecutiva del grupo Paz en lugar de Violencia (Peace Over Violence) que nació 45 años atrás con el nombre Comisión de Los Ángeles para las Agresiones contra Mujeres. “Esto no ha cambiado”, señala.

La denuncia pública no se ha inventado ahora

En muchos estados del país, las leyes que protegen a las víctimas de violación no permiten que su vida sexual sea presentada como prueba en un juicio. Sin embargo, el procedimiento judicial obliga a las víctimas a revivir esta experiencia traumática. Incluso en el supuesto de que las víctimas quieran ir a juicio, los fiscales no quieren tener que lidiar con casos que giran en torno a la palabra de la víctima contra la del acusado.

En relación a las redes sociales, Giggans indica: “No hay juicio, no se hace justicia. Este es el motivo de las denuncias por Internet. Podríamos decir que es una reacción justiciera”.

De hecho, las denuncias públicas tienen unas raíces históricas muy profundas. A finales de la década de los sesenta y principios de los setenta, las activistas de Los Ángeles se daban cita en los lugares de trabajo de presuntos violadores y los acosaban en nombre de las víctimas.

La estrategia de humillar a alguien en público ha sido utilizada por nuestra sociedad durante miles de años, indica Catherine Fisk, profesora de Derecho en la Universidad de California. A lo largo de la historia, muchas personas optaron por alzar la voz cuando percibieron que el sistema legal no estaba protegiendo sus derechos.

Los justicieros del pasado iban armados con horquetas y antorchas (y panfletos). Los justicieros digitales amenazan la reputación de los presuntos agresores, ya que cualquier persona que busque información sobre ellos en Google podrá leer la denuncia.

Daniel Trottier, profesor adjunto de medios de comunicación en la Erasmus University de Rotterdam, describe el impacto de este tipo de campañas como “visibilidad armada”: una violación deliberada de la privacidad de la persona que es blanco de ataques a través de la difusión masiva (y probablemente permanente) de información negativa.

Destruir la reputación de una persona en internet tiene muchas consecuencias, en un contexto en el que las empresas, los arrendadores e incluso aquellos que se planteen iniciar una relación sentimental con esa persona buscan información en la red.

También te violan los medios, la gente y la justicia

Los presuntos agresores no son los únicos perjudicados. Whitney M. Phillips, profesora adjunta en Mercer University y autora de un libro sobre acoso en Internet, indica que si bien apoya sin reservas el derecho de la víctima a “compartir su experiencia con quien decida, cuando lo estime oportuno y de la forma que le parezca conveniente” cree que es necesario entender que convertirse en un justiciero en las redes sociales tiene consecuencias: “Pueden copiar algo que has dicho en un post y editarlo con el objetivo de hacerte daño sin tu conocimiento y sin tu permiso. Es como si te volvieran a violar, da mucho miedo”.

La cantante y compositora Larkin Grimm lo explica de la siguiente manera: “Primero te viola una persona, después, te violan los medios de comunicación y más tarde te violan los comentaristas. Finalmente, si decides llevar tu caso ante la justicia, esta también te violará”.

El 25 de febrero, Grimm decidió utilizar Facebook para afirmar que Thomas Sayers Ellis, un destacado poeta y líder de la que entonces era la banda de Grimm, la había agredido sexualmente.

“No creo en las cazas de brujas o linchamientos masivos a través de Facebook”, escribió. Decidió denunciar los hechos a través de las redes sociales después de que la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo de Estados Unidos le informara de que al ser una trabajadora autónoma quedaba desprotegida legalmente.

Tras denunciar los hechos por internet, otros integrantes de la banda la acusaron de haber auspiciado el “linchamiento” de Ellis, que es afroamericano. Fue entonces cuando decidió que no podía seguir ocultando que ocho años atrás el líder de la banda Swans, Michael Gira, la había violado. Decidió explicarlo en Facebook.

Las dos denuncias tuvieron un efecto explosivo. La prensa especializada no tardó en publicar que la estrella del rock había sido acusado de violación (en un inicio Gira dijo que esta acusación no era más que una sarta de mentiras y calumnias y más tarde emitió un comunicado indicando que el incidente no fue más que “un momento romántico consentido por ambas partes que afortunadamente no llegó a consumarse” y una “cita poco sensata”. Declinó ser entrevistado para este artículo).

Al mismo tiempo, en el mundo literario, un grupo de escritores anónimos decidió entregar un detallado informe sobre las denuncias que pesan contra Ellis a Vida, una organización sin ánimo de lucro que anualmente publica un estudio con los artículos sobre agresiones publicados por las revistas.

Vida publicó “una serie de denuncias” en su blog, calificando los hechos denunciados como “un sistema de mala práctica profesional y un comportamiento sexual alarmante dentro y más allá de espacios de aprendizaje”. Las acusaciones abarcan comportamientos criminales (violación anal) y siniestros (un recuento exhaustivo de una serie de relaciones sexuales que fueron consentidas pero dañinas).

Grimm explica que la lluvia de críticas en Internet que tuvo que soportar después de que su denuncia se hiciera viral fue de algún modo peor que la violación.

“Cada vez que vibraba mi teléfono móvil, tenía un subidón de adrenalina y podía escuchar los latidos de mi corazón, parecía una explosión de fuegos artificiales”, explica a the Guardian. “Tras ser violada, me deprimí. Esto fue diferente porque me sentía constantemente atacada y tenía la sensación de que mi vida corría peligro”.

La reputación del presunto violador

Lo cierto es que Grimm y muchas otras personas que deciden buscar en internet la justicia que no han encontrado en los tribunales corren muchos tipos de peligros. Los presuntos agresores las pueden demandar por difamación. Incluso si el presunto violador pierde el juicio, la víctima de violación se habrá gastado mucho dinero abogados. Se harán públicos los detalles más escabrosos de la violación y las víctimas tendrán que volver a revivir el hecho traumático.

También está otro factor: el daño que sufren los hombres que son acusados de violación. El sistema legal de Estados Unidos se basa en el principio de que toda persona acusada de un delito tiene derecho a defenderse y a cuestionar la versión de quien lo acusa. Los estudios más exhaustivos demuestran que entre el 2 y el 8% de las denuncias son falsas, pero esto no consuela a aquellos que deben defenderse de una mentira.

“Un juicio es una forma horrible de resolver estas situaciones pero lo cierto es que es la única que tenemos”, indica Nina Ginsberg, vicepresidenta de la Asociación Nacional de Abogados Defensores Penalistas. “Suelen ser casos muy complicados, salvo que estemos hablando de un caso flagrante, una violación con violencia, en la que la víctima cae presa y es violada”.

En el mejor de los casos, las justicieras digitales consiguen que se haga justicia, aunque no en su totalidad. En algunas ocasiones, perjudica las carreras profesionales de los presuntos agresores.

Varias empresas de la industria del porno ya no quieren trabajar con Deen. Appelbaum también ha visto cómo varias organizaciones de seguridad por internet le daban la espalda. Ellis, el poeta, ya no imparte el taller de escritura en Iowa y parece que ha desaparecido de la escena literaria, si bien sigue tocando con su banda. Los escenarios de Nueva York han puesto a Glaser en una “lista negra” y su abogado explica que se ha tenido que mudar con sus padres.

La exnovia de Cale Hartmann, la humorista Beth Stelling, colgó fotografías de moratones en Instagram, acompañadas de un texto en el que afirmaba que había sido violada y agredida física y verbalmente. Hartmann concedió una entrevista a Gavin McInnes, cofundador de Vice Media y presentador de un podcast en Compound Media para defenderse de esta acusación (en cambio, no quiso hablar con the Guardian).

Seis meses después de que Stelling denunciara la presunta violación en internet, la carrera profesional de Hartmann está por los suelos, sus amigos le han dado la espalda y ha tenido que dejar Los Ángeles y mudarse a Filadelfia con su madre.

Hartmann lamenta no haber tenido un juicio. “Por favor, por favor, vayan a comisaría”, dijo. “Quiero un juicio. Que me intenten meter en la cárcel. Eso es lo que deseo”. Habida cuenta de la tasa de condenas por violación en Estados Unidos no resulta sorprendente que prefiera un juicio oficial que uno digital.

Para otros, estas acusaciones no han tenido un impacto en sus vidas. Tras lanzar un nuevo disco en junio, Gira concedió entrevistas a publicaciones como Vanity Fair y nadie le preguntó sobre la denuncia.

Mientras, Grimm, la denunciante, ha descubierto que el hecho de haber compartido su experiencia se ha traducido en años de esfuerzo por reconstruir su reputación como artista. “Para mí es importante que me conozcan por mi trabajo”, explica: “Ahora, si me buscan en Google lo primero que ven es el relato de la violación”.

A pesar de todas las reacciones negativas que ha tenido que soportar, Amour afirma que volvería a compartir su experiencia por Internet. “Contar lo que me pasó fue mi forma de hacer justicia”, indica: “No lo lamento, no lamento nada de lo que hice”.

Traducción de Emma Reverter