“Making China great again”: adoctrinamiento y propaganda en el centenario del Partido Comunista
En el verano de 1921, 13 hombres jóvenes, desilusionados por el desarrollo de China tras el fin del Imperio, se reunieron en Shangái para formar un partido comunista. El 23 de julio se reunieron en la Concesión Francesa de Shangái, donde llevaron a cabo el primer “congreso nacional”.
Ninguno de ellos hubiera pensado que, 30 años después, la organización que fundaron gobernaría el país, o que al cabo de 100 años sería el partido político más grande del mundo, con casi 92 millones de miembros. Para las personas ajenas al partido, también es un enigma.
Este jueves se ha celebrado en China el centenario de la organización política que domina casi todos los aspectos de la vida en el país y que ambiciona reformar el orden mundial de la posguerra.
En enero, el presidente de China, Xi Jinping, quien también es secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh), dijo a sus filas que, más allá de las dificultades que atravesara el mundo, China era “invencible”.
“A juzgar por cómo esta pandemia está siendo gestionada por diferentes líderes y sistemas políticos alrededor del mundo, podemos ver con claridad a quién le ha ido mejor”, dijo Xi durante un mitin en la escuela central del partido el 11 de enero. Cinco días después, una turba furiosa había asaltado el Capitolio en Washington. “El tiempo y la historia están de nuestro lado, y es ahí donde residen nuestra convicción y resistencia y la razón por la que estamos tan determinados y confiados”.
Desde el comienzo del año, esta clase de mensajes –en conjunto con la historia oficial del partido– se han difundido a lo largo y a lo ancho del país y desplegado en pancartas y carteles. “Oíd al partido, apreciad al partido, seguid al partido”, dice un anuncio junto a la carretera en Pekín. Se han organizado tours para periodistas extranjeros en un intento por enseñarles la historia oficial. Templos budistas en toda China albergan eventos para celebrar el centenario del partido.
Se ha trabajado en la creación de un ambiente “festivo y cálido” para la fiesta del centenario, pero las autoridades también quieren que la celebración sea “seria y solemne”. Es un equilibrio difícil de alcanzar. Los empresarios se han intentado aprovechar económicamente del momento, por lo que la autoridad de regulación del mercado chino tomó medidas drásticas sobre lo que consideraba “publicidad y ganancias”.
En Xinjiang, donde las organizaciones de derechos humanos dicen que al menos un millón de musulmanes de la minoría Uigur están siendo encarcelados para su “reeducación”, las autoridades han seleccionado 100 “filmes rojos” para exhibir los inmensos logros del partido. En Tíbet, la enseñanza sobre el partido es la máxima prioridad. “Nuestros jóvenes deben celebrar el partido, escuchar al partido y ser guiados por el partido y ser fieles a nuestro hermoso nuevo Tíbet”, dijo a Reuters Wang Zhen, director del Departamento de Educación en Tíbet.
Y en Hong Kong, cada vez bajo mayor control chino, los autobuses y tranvías llevan eslóganes celebrando el cumpleaños del partido, con énfasis en que la fecha coincide con aquel día de 1997 en que la región dejó de ser colonia británica.
Cada anuncio público hecho a lo largo del año está cuidadosamente guionizado. Todos hacen referencia al poderío del partido y a las ventajas del sistema político de China: el alivio de la pobreza, la misión a Marte y las mil millones de vacunas anti-COVID-19 en apenas unos meses. La lista continúa.
La sede del congreso de 1921 en Shangái es uno de los edificios más sagrados de la ciudad. Está en un área llamada Xian Tian Di, o Mundo Nuevo, hoy llena de boutiques de diseñador y frecuentada por los “nuevos ricos” del país.
Una forma distinta de soñar
Los seguidores del PCCh sostienen que China ha llegado donde está hoy gracias a su liderazgo. El partido, afirman, ayudará a lograr el rejuvenecimiento de la república china. Es lo que Xi llama el “sueño chino”.
Pero en un país con 1.400 millones de habitantes, no hay un “sueño chino” uniforme, ni una sola versión de la historia del partido. “En una época en la que la censura es parte del día a día de los ciudadanos chinos, incluso son pocos los historiadores que conocen en verdad la historia completa del partido”, dice Sun Peidong, historiadora. “Como investigadora en historia, es difícil acceder a materiales y fuentes sobre la historia del partido. Saber con certeza qué ha pasado en estos 100 años es aun más difícil”.
Coincidiendo con la fiesta del aniversario, Sun comienza a trabajar en la Universidad de Cornell en Estados Unidos. Dejó China el año pasado. Siendo una historiadora china, le duele no poder realizar su trabajo en su país de origen ni en su idioma natal.
Sun es parte del creciente grupo de académicos chinos que han sido excluidos debido a su interpretación de la historia. En el período previo al centenario del partido, las autoridades han aumentado sus esfuerzos por forjar lo que Xi llama “la perspectiva correcta sobre la historia”.
Según la experiencia de Sun, este proyecto lleva tiempo preparándose. Su vida dio un giro de 180 grados en 2015, cuando la censura en la academia –en particular sobre su tema de investigación, la Revolución Cultural de Mao Zedong, la campaña política desarrollada de 1966 a 1976, a la que el partido ahora califica de “completo error” – se intensificó en su universidad en Shangái.
El cambio en el tono oficial y en el humor entre sus colegas le recuerda a Sun a la época de la Revolución Cultural. Ella afirma que se le prohibió publicar artículos académicos en chino simplificado. En la red la acusaban de que “Occidente le había lavado el cerebro”.
“Me preguntaba a mí misma qué nos había conducido al lugar en el que estamos ahora”, dice. “Pienso que se debe a la falta de un estudio cuidadoso de nuestra propia historia. Cuando las versiones oficiales ofrecidas por los historiadores del partido se propagan y contaminan otros discursos, se viene a mi mente la frase que dice que aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”.
“Occidente no puede ver los valores de China”
Voces como la de Sun no son la norma en China. La rigurosa censura de Pekín significa que esa clase de disidencias no son toleradas. Internet en China es una combinación de orgullo nacional y resentimiento antioccidental, en particular contra Estados Unidos. Es una plataforma para aquellos cuya visión de China –y el mundo– se alinea con la del partido.
“Cuando el PCCh nació hace un siglo, utilizó las teorías de Occidente, puesto que los padres fundadores de aquel momento, al igual que sus contemporáneos, consideraban que la vieja China no servía para nada”, dice Chairman Rabbit, un popular bloguero cuyo ‘nickname’ está compuesto por los nombres de sus mascotas de la infancia. “Pero hoy China cuenta con la confianza suficiente para establecer su propio paradigma político. En Pekín creen que este paradigma es capaz de hacer a China grande otra vez”.
En cualquier caso, Chairman Rabbit –cuyo nombre real es Ren Yi–, de 41 años, es el tipo de personalidad a quien Pekín quisiera darle voz. Tras ser asistente de investigación para el fallecido Ezra Vogel, el renombrado sinólogo de Harvard, Ren conoce en detalle el discurso occidental. Pero, quizá algo más importante en la China actual es que Ren es nieto de Ren Zhongyi, una figura prominente que fue secretario del partido en la provincia de Guangdong durante los 80.
Al igual que muchos en la élite china, el trabajo de día de Ren son las finanzas, lo que algunos ven como un contraste irónico con la doctrina fundacional del partido. Él considera su apoyo a China simplemente como lo que un hijo pródigo de la nación debe hacer, sin importar cuán difícil sea.
“Desde que Xi llegó al poder tras el decimoctavo congreso del partido, hay una leve reorientación de la política interna en pos de abordar las carencias de la última década. Aun así, a Occidente le cuesta entenderlo. Es difícil lograr que los países occidentales acepten a China. Occidente no puede ver los valores de China”.
Jeffrey Wasserstrom, profesor de historia china de la Universidad de California en Irvine, dice que el esquema China versus Occidente es “profundamente problemático”. “Siempre hay muchas facetas involucradas y algunas se enfatizan según el momento. Y hay cruces bastante paradójicos, también. Por ejemplo, el acento que el partido pone en la estabilidad y sus afirmaciones respecto a que las elecciones podrían llevar al desorden pueden ser consideradas como ideas que responden a la doctrina confuciana, pero también se asemejan a cosas que los colonizadores británicos en Asia dijeron hace un siglo”.
Los extranjeros pueden mofarse de la teoría de la excepcionalidad china de Ren y descartarla por ser mera propaganda partidista, pero con casi 1,8 millones de seguidores en la altamente censurada red social china Weibo, su voz no debe ignorarse.
“Hace mucho terminó la época en que China era [para EEUU] parte del ‘salvaje oeste’. En cambio, hoy China es como una gran empresa. Su líder, Xi, es como un CEO que debe ejercer el liderazgo y proponer nuevos planes a largo plazo para el país”, dice Ren, que compara a Xi con el padre fundador de Singapur, Lee Kuan Yew.
“Xi Jinping lleva la batuta del PCCh y refuerza su confianza. Si uno intentara describir las ideas políticas de la China moderna, hablaría de patriotismo cosmopolita, tradicionalismo socialista, humanismo ambientalista y espiritualidad secular. Así es como me describo a mí mismo también”.
Traducción de Julián Cnochaert
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