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ANÁLISIS

La muerte de Yahya Sinwar puede reforzar a Netanyahu, pero, ¿pondrá fin a la masacre en Gaza?

Una persona pasa junto a cuadros que representan (de izq. a dcha.) al líder de Hamás Yahya Sinwar, al difunto líder de Hamás Ismail Haniyeh y a los difuntos comandantes militares de Hezbolá Ibrahim Aqil y Saleh Sorour, en Sana'a (Yemen).

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Yahya Sinwar, jefe de Hamás y cerebro de los atentados del 7 de octubre, ha sido asesinado por Israel. Y las implicaciones para el conflicto de Gaza, para las otras ofensivas militares israelíes en Líbano y la Cisjordania ocupada, y para la política interior del país son muy relevantes. Habrá guerra –o guerras– antes del asesinato del veterano militante de 62 años. Y guerra –o guerras– después.

Una de las principales repercusiones será, obviamente, para Hamás, que ha perdido gran parte de su cúpula. Sinwar, que ya era el jefe del movimiento en Gaza, se hizo cargo de la organización después de que Ismail Haniyeh, el jefe del buró político, muriera en julio en Teherán en la explosión de una bomba, de la que se culpó a Israel. Otros altos cargos murieron en Beirut y en Gaza, donde los ataques aéreos israelíes alcanzaron a comandantes militares de Hamás como Marwan Issa y Mohammed Deif.

Hamás presentará a Sinwar como un mártir y tratará de enmarcar su muerte de forma que inspire a nuevos voluntarios. El hecho de que parezca haber muerto luchando en primera línea, con un arma en la mano, contribuirá a ello. Pero, sea cual sea la narrativa, es poco probable que la eliminación de un líder tan respetado impulse el reclutamiento, y Hamás necesita urgentemente nuevos efectivos en Gaza, donde ha sufrido numerosas bajas.

En busca de sucesor

Es probable que el mando en Gaza pase al hermano menor de Sinwar, Mohammed, de 49 años, que probablemente continuará la estrategia de resistencia insurgente frente a Israel, centrándose en mantener algún tipo de control administrativo en la sombra en la Franja y explotando la indignación internacional por las víctimas civiles para presionar a Israel.

Pero, en términos más generales, Hamás se verá sumido en la confusión. Ahora tendrá que encontrar un nuevo líder general. Sinwar, a pesar de toda la autoridad que había acumulado durante décadas, era una elección controvertida y, aunque la sucesión de su hermano enviaría un poderoso mensaje, Mohammed Sinwar tendría dificultades para unificar y aglutinar al movimiento.

Las grandes decisiones estratégicas aplazadas por el nombramiento de Yahya Sinwar tendrán que tomarse ahora, bajo gran presión y con pleno conocimiento de que los servicios de seguridad israelíes son capaces de seguir la pista y asesinar incluso a los más altos cargos.

En Israel, donde muchos siguen culpando a Benjamín Netanyahu de los fallos de seguridad que provocaron la muerte de 1.200 personas, en su mayoría civiles, y el secuestro de otras 250 en los atentados del 7 de octubre, el asesinato de Sinwar reforzará enormemente la posición política del primer ministro y aglutinará a su base de apoyo de la derecha más dura. Los índices de popularidad de Netanyahu ya estaban mejorando tras una serie de éxitos tácticos en Líbano, incluido el asesinato del líder del grupo chií Hizbulá, Hasán Nasrala, y se han registrado celebraciones en Jerusalén este jueves.

¿Un impulso a las negociaciones?

La muerte de Sinwar será vista sin duda por algunos israelíes, entre ellos muchos que ocupan altos cargos en el Ejército, los servicios de inteligencia y el Gobierno, como un momento para declarar la victoria en Gaza y poner fin a lo que se considera una campaña agotadora, aunque –según ellos– necesaria. Pero no está claro hasta qué punto esto podría cambiar las cosas sobre el terreno.

Una posibilidad es que las negociaciones de alto el fuego entre Hamás e Israel reciban un impulso ahora que una de las dos personas acusadas de bloquear cualquier acuerdo ya no está. Pero la actitud de cualquier sucesor de Sinwar hacia las conversaciones puede no ser muy diferente, y Netanyahu siempre ha insistido en que la presión militar es lo que traerá de vuelta al centenar de rehenes que aún están en Gaza, de los que se cree que sólo la mitad siguen vivos. Las posibilidades de que Netanyahu acepte ahora liberar a cientos de prisioneros palestinos, incluidos muchos que han matado a israelíes, y hacer otras concesiones dolorosas a cambio de los rehenes deben ser escasas.

El primer ministro israelí ha calificado el asesinato de Sinwar como “el comienzo del día después de Hamás”, a la vez que ha asegurado que la guerra no ha terminado. “Hoy hemos saldado cuentas. Hoy el mal ha recibido un golpe, pero nuestra tarea aún no ha concluido”, ha dicho.

Existe la posibilidad de que Estados Unidos presione ahora a Israel para que declare el fin de su ofensiva en Gaza, algo que supondría un gran alivio para los estrategas de campaña del Partido Demócrata de cara a las elecciones presidenciales del 5 de noviembre.

Washington ha aumentado la presión sobre Israel en los últimos días para que amplíe el acceso a la ayuda humanitaria para los 2,3 millones de habitantes de Gaza, la mayoría de ellos desplazados en numerosas ocasiones, que se enfrentan a un invierno sin alimentos, cobijo ni los medicamentos necesarios. El reciente aumento de los ataques aéreos ha elevado a más de 42.400 el número total de muertos desde octubre del año pasado.

Pero aunque Israel decidiera declarar la victoria en Gaza con la muerte de Sinwar –algo que los analistas llevan tiempo prediciendo–, puede que eso no signifique el amanecer del “día después”. Las autoridades israelíes han dejado claro que su control militar y sus operaciones continuarán en Gaza mientras lo consideren necesario, y nadie ha presentado todavía una nueva configuración política en Gaza que pueda ser aceptable para todas las partes.

Israel ya ha centrado su atención en la batalla contra Hizbulá en Líbano y, más ampliamente, contra Irán en toda la región. Netanyahu ha rechazado hasta ahora cualquier alto el fuego en el norte, en la creencia probablemente justificada de que Israel tiene la sartén por el mango y aún tiene que ordenar represalias por la andanada de 180 misiles lanzados contra Israel por Irán a principios de este mes. Esta represalia llegará sin duda.

El asesinato de Sinwar aumentará aún más la confianza de los militares, los servicios de Inteligencia y los representantes políticos israelíes, que ya se han sentido muy alentados por sus recientes éxitos. Gran parte del pensamiento estratégico de Israel está dominado por la necesidad de restaurar lo que considera una disuasión necesaria para su supervivencia y de debilitar permanentemente a Irán.

La eliminación de Sinwar será emocionalmente satisfactoria para muchos israelíes, políticamente útil para Netanyahu y sus partidarios, y un duro golpe para Hamás, pero es poco probable que ponga fin súbitamente a los múltiples conflictos abiertos en Oriente Próximo.

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