Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

The Guardian en español

Las personas sin hogar de Oakland que estaban hartas de no tener un techo y construyeron su propia aldea

Cob on Wood.

Gabrielle Canon

Oakland —

5

Debajo de una autopista en el oeste de Oakland, justo detrás de un cementerio de automóviles oxidados y chatarra descartada, se halla un refugio inesperado.

Hay una colección de estructuras pequeñas construidas con materiales reciclados. Hay una ducha caliente, una cocina completamente equipada y una clínica. También una “tienda” gratuita que ofrece donaciones, incluyendo ropa y libros, y un baño seco ecológico. Hay caminos de piedra y gravilla bordeados por flores y huertos de vegetales. Hay incluso un horno para pizza al aire libre.

Durante los últimos meses, el centro Cob on Wood (“choza” en Wood, por el nombre de la calle aledaña a estas construcciones) ha proporcionado comodidades a las personas sin techo que vivían en el campamento cercano, uno de los más grandes de la ciudad. Sin embargo, lo más importante es el fomento del sentido de comunidad y de la dignidad, según residentes y voluntarios. Ellos esperan que su enfoque innovador conduzca a grandes cambios en la manera en que la ciudad lidia con su creciente población sin hogar.

“Se trata de estar unidos”, dice Dmitri Schusterman, residente de la zona y director en Innovación para Artists Building Communities, una de las organizaciones que ayudó a construir el centro a fines del año pasado. Cob on Wood fue fundado con la ayuda de grupos locales dedicados al fomento de las artes y organizaciones benéficas que se unieron a Miguel “Migz” Elliott, un experto en la antigua técnica de construcción de chozas. Junto a equipos de voluntarios y residentes de la zona, construyeron cada componente a mano.

Ahora, apenas cinco meses después del comienzo, una comunidad se congrega en este espacio que además de albergar eventos y cursos, ofrece comida, higiene y conocimientos para las aproximadamente 300 personas que viven en campamentos cercanos.

“Está funcionando”, dice Schusterman con una sonrisa amplia. “Esto era a lo que aspirábamos y está funcionando como un milagro”.

Afrontar un par de crisis

Cob on Wood nació de crisis paralelas: el alza en la tasa de personas sin techo en Oakland y la pandemia de COVID-19.

Más de 4.000 personas sin hogar viven en la ciudad, un número que ha aumentado en un 86% en un período de cuatro años, según un informe de 2019. La falta de hogar afecta de manera desproporcionada a los ciudadanos negros de Oakland, que representan el 24% de la población general, pero llegan a ser el 70% de los sin techo.

Xochitl Bernadette Moreno y Ashel Seasunz Eldridge, cofundadores de Essential Food and Medicine, una de las organizaciones detrás de Cob on Wood, distribuyeron comida y productos de higiene a quienes no pudieron refugiarse en sus propios hogares durante los cierres y restricciones en California. Entonces comprendieron la gravedad de la situación.

“[La COVID] sacó a la luz las carencias preexistentes en la estructura que cuida de nuestra gente, nuestra comunidad, nuestros vecinos”, dice Eldridge.

Moreno añade: “Debemos saber que los problemas a los que la gente en estas comunidades se enfrenta —vinculados con el hambre, el acceso al agua y a sitios para cocinar— existían antes de la pandemia y continuarán existiendo después de ella”.

Según una auditoría reciente realizada por el Gobierno local, hay al menos 140 campamentos de personas sin techo en Oakland, lo que revela una respuesta defectuosa a la crisis por parte de la ciudad. A partir de evidencia hallada por la asamblea general de Naciones Unidas, que tras visitar el Área de la Bahía de San Francisco reportó que el tratamiento de las personas sin techo era “cruel e inhumano”, la auditoría de Oakland informó que muchas condiciones peligrosas e insalubres persistían, tales como la falta de saneamiento, atención sanitaria y acceso al agua corriente.

Las autoridades locales han intentado abordar los problemas en aumento mediante diferentes programas, entre los que se encuentran el proyecto de viviendas prefabricadas, que provee una solución temporal a la falta de vivienda, y el estacionamiento seguro para vehículos recreativos, que ofrece conexiones eléctricas, inodoros portátiles y seguridad para las casas rodantes.

No obstante, los críticos —entre ellos, algunas de las personas sin techo de la comunidad— dicen que los programas están plagados de problemas de seguridad y hacen poco por atacar las causas subyacentes de la inestabilidad de la vivienda. Algunos han expresado preocupación respecto a que los programas hayan otorgado capital político a la ciudad para arrasar con los campamentos y aumentar los desalojos, episodios traumáticos para los indigentes que terminan perdiendo sus pocas pertenencias.

“La gente está siendo expulsada no solo de las casas que solían tener, sino también de los hogares que crearon: comunidades que construyeron para sí mismos cuando no tenían adónde ir”, dice Moreno.

Ante la frustración causada por las intervenciones de las autoridades, otras comunidades han intentado crear sus propias soluciones. Un grupo de mujeres fundó un campamento seguro en lotes desocupados, y una organización llamada La Aldea construyó casas pequeñas en terrenos vacíos a lo largo de la ciudad.

Los organizadores de Cob on Wood también buscan empoderar a sus residentes sin techo para así solucionar los problemas que la ciudad no ha abordado adecuadamente, desde la prevención de incendios hasta el acceso al agua corriente. A su vez, se organizan de forma colectiva junto a las autoridades para limitar la sensación de “otredad” y enajenación, efecto secundario habitual de la falta de hogar.

La construcción comenzó en diciembre. Un equipo de voluntarios y residentes quitó jeringas y basura de un terreno junto a la calle Wood —un área de medio kilómetro de ancho bordeada por estructuras precarias, casas rodantes y carpas— y utilizó tablas de madera para las estructuras. Luego las aislaron con materiales reciclados antes de cubrirlas con una mezcla de arena, tierra, agua y paja.

Cada estructura posee un “techo viviente” que incluye un jardín y crea una estética atractiva, además de aislar al interior de los sonidos abrasivos de la ciudad y otros elementos nocivos.

“Hay chozas construidas hace 700 años que siguen siendo habitadas”, dice Elliott, que desea comprobar que las “cabañas”, como él las llama, podrían servir como complemento rápido y económico a otro tipo de campamentos, ofreciendo protección y demás servicios domésticos.

“Quiero demostrar que esta estructura puede ser construida de la forma más barata, más natural, más bella y más transportable posible. Puede colocarse una cerradura en la puerta, estantes en la pared, un pequeño jardín en el techo, y las personas que vivan en ellas ayudarían a construirlas”.

Los organizadores de Cob on Wood también planean ofrecer propuestas educativas, incluyendo clases de nutrición y cocina y oportunidades para el desarrollo profesional. “Creemos que este lugar servirá de modelo”, dice Moreno, “y que esta y otras ciudades pueden adoptar y replicar estas ideas para generar programas de desarrollo laboral”.

“Hacernos sentir bien con nosotros mismos otra vez”

Hasta ahora, la ciudad ha expresado su apoyo por el proyecto, o al menos su interés.

Carroll Fife, miembro del Ayuntamiento de la ciudad, ha visitado el campamento y se ha reunido con sus residentes. Y si bien Cob on Wood fue creada sin permiso en terrenos pertenecientes a la agencia de transporte estatal Caltrans, la compañía dice no tener planes inmediatos para eliminar las construcciones, aunque no descartan hacerlo en el futuro.

Los residentes y los organizadores mantienen su preocupación. Han atravesado desalojos ejecutados por la ciudad y por Caltrans en ocasiones anteriores, y se rumorea que equipos de limpieza despejarían el área en las próximas semanas.

A pesar de todo, esperan que esta vez las cosas sean diferentes. El grupo ya recaudó más de 67.000 dólares a través de la plataforma GoFundMe, y hay planes en marcha para expandir Cob on Wood. Elliott quiere construir un corral para gallinas ponedoras, un estanque de plantas acuáticas que recolecte el agua residual de la ducha y un sistema de reutilización de agua para poder instalar una lavadora y una secadora.

Asimismo, planean instalar “cabañas” residenciales en las que se podría vivir a largo plazo, siempre y cuando la comunidad pueda permanecer allí. Los involucrados dicen que el proyecto ya tuvo un impacto positivo y están decididos a trabajar por su futuro.

Entre ellos se encuentra Leajay Harper, la administradora de la cocina. Nacida y criada en Oakland, Harper perdió su casa luego de ser despedida de una organización sin fines de lucro durante la crisis económica de 2008. Envió a sus hijos, que ahora tienen 14 y 18 años, a vivir con su madre, esperando protegerlos de la vida en las calles.

Desde que comenzó a colaborar con Cob on Wood, dice, hay un lugar donde siente que podrán pasar tiempo con ella de forma segura y cómoda. Su experiencia aquí la inspira a buscar nuevas oportunidades.

“Fue una travesía y fue difícil, pero ser parte de esto y realizar este trabajo me mantiene motivada”. Leajay planea lanzar una publicación llamada From the Gutter (“Desde la alcantarilla”) en los próximos meses, en la que personas sin hogar puedan compartir sus historias y consejos.

“Esto nos empodera y nos hace sentir bien con nosotros mismos otra vez. Nos ayuda a ganarnos la vida y a no tener que mendigar, ni robar, ni cometer crímenes”.

Al igual que Dmitri Schusterman, dice que se trata de estar unidos.

“Es como una gran familia. Tenemos que arreglárnoslas con lo que tenemos. Y si nos apoyamos mutuamente, podemos hacerlo”.

Traducción de Julián Cnochaert

Etiquetas
stats