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The Guardian en español

Los trabajadores que hacen que los trenes sigan funcionando en Ucrania en medio de las bombas

Un grupo de pasajeros en un andén de la estación de Odesa (Ucrania).

Shaun Walker

Kiev —

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Un tren con las luces apagadas y las ventanas cerradas entra en el andén de la estación, también sin luz. Cuando el tren se detiene, el personal lanza paquetes de ayuda humanitaria a los trabajadores de la estación que esperan en el andén.

Los viajeros, que han llegado a la estación horas antes para no deambular por la calle durante el toque de queda, buscan en la oscuridad el vagón correcto, antes de que el tren se ponga de nuevo en marcha con un chirriante ruido de ruedas y un largo silbido de vapor.

Esta escena se ha repetido en estaciones de toda Ucrania durante el último mes, ya que los ferrocarriles ucranianos han participado en uno de los factores más impresionantes del esfuerzo de guerra de Ucrania. Varios millones de personas han viajado hacia el oeste del país para ponerse a salvo en los trenes de evacuación. En el viaje de vuelta, los ferrocarriles van cargados con toneladas de ayuda humanitaria.

La red de Ferrocarriles Ucranianos da trabajo a más de 230.000 personas y casi todos sus empleados se han quedado en el país para desempeñar su labor, según Oleksandr Kamyshin, director general de la empresa. Aunque las estaciones de las zonas bajo ocupación rusa están cerradas, los trenes han seguido circulando incluso hacia ciudades como Járkov, que ha estado bajo constante fuego ruso.

Explica que desde que estalló la guerra han muerto 64 empleados y 71 han resultado heridos, contando los incidentes en el trabajo y en los domicilios de los trabajadores. Esto sin contar los muertos en la estación de Kramatorsk, atacada el 8 de abril por las tropas rusas mientras los vecinos de localidades del este de Ucrania se disponían a evacuar la zona ante el avance en el Donbás de los soldados del Ejército de Vladímir Putin.

“Si han destrozado la vía, la reparamos. Si podemos llegar a algún sitio, vamos. Puede ser peligroso para nuestro personal, pero al mismo tiempo ese tren puede salvar a miles de personas”, dice Kamyshin, en una entrevista en la estación central de Kiev. Él y un pequeño “centro de mando móvil” de siete personas han pasado el último mes recorriendo el país en tren, para mostrar su apoyo al personal que trabaja a lo largo y ancho del país. “Tenemos varios vagones especiales para nuestro uso, pero no los utilizamos fuera del oeste del país porque los rusos podrían identificarlos”.

Trenes gratis

En el momento álgido del programa de evacuación, 200.000 personas al día viajaron hacia el oeste del país, en trenes gratuitos para todo el mundo, con prioridad para las mujeres y los niños y las niñas. 

En la estación central de Kiev se vivieron escenas desgarradoras durante la primera parte de la guerra, ya que los residentes temían que la capital corriera la misma suerte que Mariúpol, Járkov y otras ciudades, y se apresuraban a salir lo antes posible. Los trenes estaban a menudo abarrotados, eran incómodos y estaban mal ventilados, pero cumplían su función. Sólo en las dos primeras semanas de la guerra, pusieron a salvo a dos millones de pasajeros.

Dmytro Yaroshenko, de 36 años, trabaja en el ferrocarril desde los 20 años. Ahora es el jefe del tren 82, que circula entre Uzhhorod, en el extremo occidental, en la frontera con Eslovaquia, y Kiev.

“Apagamos las luces en el tramo del viaje que rodea Kiev y en cualquier lugar que pueda ser peligroso, así como si el tren se detiene. Quién sabe quién puede estar escondido en los arbustos”, explica en un reciente viaje hacia la capital ucraniana. 

Cuenta que no tiene ningún reparo en seguir trabajando en tiempos de guerra, y que ve su propio papel como parte del esfuerzo bélico general de Ucrania.

“Es doloroso que nuestros soldados, nuestras mujeres y nuestros niños estén muriendo. Pero el nerviosismo y la histeria no son de ayuda. En estos momentos es mejor serenarse y mantener la calma”, dice.

Trabajar en los trenes es una forma de vida en Ucrania y Yaroshenko habla de su equipo con auténtico orgullo. En su opinión, el tren número 82 es “uno de los mejores” del país. Lleva un elegante uniforme azul marino con botones dorados con el tridente ucraniano en relieve.

“Tengo 25 asistentes de cabina, y somos como una familia. Celebramos juntos las fiestas de Año Nuevo, tenemos nuestro propio grupo en la aplicación Viber. Necesitan mirar a su jefe y que sea un ejemplo para ellos, no estoy asustado”, dice. En sus días libres, ayuda a vigilar un puesto de control cerca de su pueblo.

El jefe del tren es el responsable de garantizar la seguridad del viaje y de los pasajeros, una función que ha adquirido un significado adicional en tiempos de guerra. Antes de cada salida, Yaroshenko revisa varios grupos de WhatsApp y Telegram en los que los operadores de trenes comparten la información más reciente. El jueves pasado, se alarmó al saber que un tren había sido atacado cerca de la ciudad de Vasylkiv, a las afueras de Kiev, y que habían volado varias ventanas.

Un misil ruso impactó en un depósito de combustible cercano, y las ondas de choque destrozaron las ventanas. La vía no sufrió daños y el tren de Yaroshenko pudo circular según lo previsto.

Menos comodidades, más retrasos

A medida que la guerra ha ido escalando, han cambiado algunos detalles: ya no hay ropa de cama limpia en los vagones dormitorio, porque algunos de los lugares donde se lavaba están ahora bajo ocupación rusa.

Casi todos los trenes llegan con retraso, porque se detienen para cargar y descargar la ayuda humanitaria, y tienen que esperar en las afueras de las grandes ciudades si suenan alertas de ataques aéreos coincidiendo con su llegada. Sus velocidades máximas se han reducido para que, en caso de sabotaje, los accidentes tengan menos probabilidades de ser mortales. Pero, sorprendentemente, la mayoría sigue circulando.

En los últimos años, la red de ferrocarriles ucranianos ha puesto en marcha un programa de reformas significativas y ha instalado un equipo de gestión joven y formado en Occidente.

Kamyshin tiene 37 años. Pero cuenta que las necesidades del periodo de guerra le han obligado a volver a algunas de las viejas costumbres. “Habíamos puesto en marcha metodología europea y eso propiciaba el debate, no las decisiones, y perdimos la cultura de mando vertical. En tiempos de guerra, la hemos recuperado”, dice. Cree que parte de esta rapidez en la toma de decisiones se mantendrá cuando termine la guerra.

Kamyshin considera que el programa de evacuación ya ha terminado y que la dirección de los ferrocarriles se centra ahora en ayudar a crear capacidad de exportación y de aduanas en las fronteras occidentales del país para aumentar el comercio por ferrocarril, después de que la ofensiva rusa haya dejado fuera de servicio los puertos del sur de Ucrania, que gestionan gran parte de las mercancías para la exportación.

“Una vez desbloqueados los puertos, la carga volverá a fluir por ellos, pero seguiremos teniendo a este vecino loco. Y este vecino loco podría crear problemas durante años. Así que tenemos que desarrollar estos corredores occidentales, y tenerlos como plan B, con la opción de ampliarlos significativamente en cualquier momento”, dice.

Traducción de Emma Reverter.

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