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The Guardian en español

A Qatar le quedan cuatro años para demostrar que su Mundial de fútbol no es imposible

Una vista aérea de los rascacielos que emergen a través de la niebla que cubre el horizonte de Doha, Qatar

David Conn

Qatar —

Todo comenzó hace casi diez años, con una candidatura, que parecía la menos viable de todas las que estaban sobre la mesa, para albergar un Mundial de Fútbol. La extravagante propuesta de este emirato árabe situado en medio del desierto y cuya capital, Doha, tiene una población de solo 300.000 habitantes, contemplaba estadios “con un sistema de refrigeración exterior” para soportar los meses más calurosos.

Es importante destacar que Qatar es el estado con una mayor renta per cápita del mundo y en esa fría noche de diciembre de 2010, cuando en la ciudad suiza de Zurich se anunció la candidatura ganadora, el emirato obtuvo la mayoría de los votos del comité ejecutivo de la FIFA y se alzó como el estado organizador del Mundial de Futbol de 2022.

El lema en torno a los preparativos es “Deliver Amazing” (Muestra lo increíble), con el objetivo es unir a la población de Oriente Medio y proyectar una experiencia árabe positiva. Desde que se convirtió en la candidatura ganadora Qatar ha sobrevivido a un huracán de desafíos. Se les ha acusado de corrupción. El secretario general del “comité supremo” organizador del Mundial Hassan al-Thawadi, ha negado, denunciado y rechazado de plano esta acusación por considerar que son “perjuicios en contra de los árabes”.

De hecho, la FIFA ha investigado si la votación estuvo amañada y no ha encontrado que en la candidatura de Qatar se produjeran más irregularidades que en la de Australia o la de Inglaterra para 2018. Por otra parte, el FBI investigó a varios dirigentes del fútbol mundial por actos de corrupción alrededor de la FIFA y tampoco ha encontrado evidencias sólidas contra Qatar.

La comunidad internacional sí ha condenado el trato que da el régimen de Qatar a los trabajadores migrantes. Desde entonces, el emirato colabora con la Organización Internacional del Trabajo para impulsar medidas que mejoren las condiciones de los trabajadores. Por otra parte, en junio del año pasado estallaron las hostilidades políticas en la región y Qatar sufre un bloqueo impulsado por los vecinos más poderosos del emirato: Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Egipto.

Los preparativos para el Mundial han seguido su curso y es probable que Qatar intente complacer al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y considere la posibilidad de ampliar la cifra de equipos; de 32 a 48. También está sopesando la posibilidad de compartir algunos partidos con otros países de la región. De hecho, ya se ha modificado el calendario: por primera vez el Mundial no se celebrará en verano sino en invierno para esquivar el calor del desierto.

Así que, aunque parezca increíble, dentro de cuatro años, concretamente el 21 de noviembre de 2022, se inaugurará el Mundial en uno de los siete estadios construidos desde cero y con refrigeración exterior. La final se disputará el 18 de diciembre en un estadio con aforo para 80.000 personas, situado en el distrito Lusail de Doha.

Y, como era la intención de Hamad bin Khalifa al-Thani cuando impulsó la candidatura, el emirato será el anfitrión del encuentro deportivo con más espectadores del mundo.

Para entonces se habrán construido escenarios sorprendentes y especialmente diseñados para gente como Kylian Mbappé, de 23 años, Neymar, quizás un veterano Lionel Messi y otras estrellas del fútbol para cautivar a un público mundial. Y Qatar proyectará al mundo una estudiada imagen.

El crecimiento de un país

El país ha crecido a una velocidad vertiginosa y se ha enriquecido más allá de lo inimaginable gracias a la explotación de gas natural licuado. La prosperidad ha dado lugar a una ciudad llena de rascacielos y de centros comerciales, capaz de organizar un Mundial desde cero. Thawadi estima que el presupuesto oficial para construir los equipamientos del encuentro deportivo es de entre 8.000 y 10.000 millones de dólares, aunque esto se ve reforzado por los 200.000 millones de dólares que se están gastando de forma más general para tener una nueva red de metro y una enorme infraestructura lista para 2022.

Si algo llama la atención en Qatar es que los preparativos se encuentran en una fase muy avanzada; una candidatura improbable que ahora está sólidamente cimentada con una realidad sobre el terreno. El año pasado se completó la remodelación del único estadio para el Mundial de Fútbol que no se va a construir a partir de cero, el estadio Khalifa International, bautizado en honor del padre del actual jeque, que fue depuesto en un golpe en 1995.

El fotógrafo de The Guardian, Tom Jenkins, y yo pudimos pisar la pista de atletismo que acogerá el Campeonato del Mundo de Atletismo del año que viene, con vistas a las gradas y a la magnífica marquesina del tejado, y pudimos notar el sistema de enfriamiento por aire. Este sistema ha sido desarrollado por un científico de la Universidad de Qatar, el doctor Saud Ghani, y es como tener aire acondicionado en el exterior.

De los ocho estadios que se utilizarán en el Mundial, tal vez el más simbólico es el de Al Bayt, con un aforo para 60.000 personas. La construcción del vistoso edificio, situado en un polvoriento distrito a unos 30 kilómetros al norte de Doha, se encuentra ya en un estado avanzado. Su nombre y su diseño están inspirados en las tiendas bayt al sha’ar que utilizaba la población nómada qatarí antes de que el dinero les empezara a llover del cielo. Una visita a la zona sirve para entender la declaración de principios visual que quiere hacer Qatar en 2022: habitantes del mundo miren; vivíamos en tiendas de campaña y observen qué podemos hacer ahora.

Nos desplazamos a la oficina de Thawadi, un hombre que participó desde el inicio en la campaña que se impulsó en 2009 para defender la candidatura de Qatar. Su oficina está situada en la planta 37 de la Torre Al Bidda y, como ocurre con la mayoría de rascacielos de Doha, permite admirar las aguas turquesas del Golfo y el conjunto abigarrado de rascacielos. El hombre rebosa entusiasmo. En vez de responder a las preguntas sobre el último reto, el cambio de formato propuesto por Infantino, prefiere resaltar los esfuerzos que se están llevando a cabo para poder preparar el Mundial.

Un objetivo: mejorar relaciones

“Incluso cuando nos llovían las críticas, siempre creímos que nuestra candidatura tenía posibilidades”, indica: “Trazamos un plan y lo estamos cumpliendo; los preparativos para un formato de 32 equipos, con ocho estadios vanguardistas que cumplan con los criterios que nos exige la FIFA y la infraestructura necesaria. Los preparativos avanzan conforme a lo previsto”.

La propuesta de Infantino se debe, en parte, a su creencia de que el hecho de compartir partidos podría ayudar a reducir las tensiones entre Qatar y los países que han hecho un frente común para impulsar un bloqueo contra el emirato. El verano pasado, la Confederación Sudamericana de Fútbol, Conmebol, propuso ampliar el torneo de 2022 a 48 equipos; el mismo formato ampliado que ahora se ha acordado para 2026. Si bien el emirato ha recordado que el contrato legal que firmó establecía que organizaran un Mundial con 32 equipos, ha accedido a encargar un estudio para evaluar la viabilidad de la propuesta de ampliar el número de equipos a 48.

Cuando Thawadi y su secretario general adjunto, Nasser al-Khater, que tiene la misma veteranía que él, estudian el estudio de viabilidad, parecen fijarse únicamente en los problemas: ¿están listos otros países con estadios, campos de entrenamiento, alojamiento, planificación? ¿Cómo funcionaría un formato de 48 equipos cuando todo esté listo en Qatar? Infantino reconoció este mes que la posibilidad de ampliar el Mundial es “ciertamente pequeña”, pero que será un logro para él si 16 países más participan en el encuentro.

Si bien Twaladi intentó ser diplomático al referirse a la posibilidad de trabajar con otros países de la región, en Qatar no vimos ningunas ganas por compartir el Mundial, y menos con Arabia Saudí. Consideran que este país, que ha auspiciado el bloqueo, abusa de su poder. Arabia Saudí ha conseguido indignar a la comunidad internacional tras el escándalo por el asesinato del periodista Jamal Khashoggi.

Tanto el bloqueo de los países vecinos como la respuesta desafiante de Qatar permiten entender la ambiciosa visión del jeque Hamad para su país. Qatar, al igual que los Emiratos Árabes Unidos, fue un protectorado británico hasta que obtuvo la independencia bajo el gobierno de Thanis en 1971. Durante años, esta franja de desierto y de litoral contigua a un país de grandes dimensiones como es Arabia Saudí, no pudo evitar ser dominada por el país vecino, como si de una provincia más se tratara. Según expertos que tienen buenos contactos en Doha, la estrategia de Hamad fue alejarse del control saudí y forjar una identidad distinta para Qatar, como actor regional y mundial. Marc Lynch, profesor de la Universidad George Washington especializado en Oriente Medio, resume la visión estratégica de Hamad con la pregunta: “¿Por qué estar dominado por los saudíes si no tienes que estarlo?

En la labor que se ha llevado a cabo en los últimos años para construir el país han participado tanto el ejército como grandes marcas. En 1997, Qatar Airways, que hasta ese momento era una pequeña aerolínea regional, se relanzó como una aerolínea mundial. Ahora Qatar Airways patrocina a prestigiosos equipos de fútbol: el Fútbol Club Barcelona, que patrocinó de 2010 hasta el año pasado tras alcanzar un acuerdo de 171 millones de euros; Roma, el Bayern de Munich y también la FIFA. En 1996, un año después de la toma de posesión de Hamad, se fundó la cadena de televisión Al Jazeera, con el objetivo de tener una cadena independiente que ofreciera una cobertura de calidad de los conflictos en Oriente Medio, en una región donde abundan los medios de comunicación controlados por el Estado.

La estrategia de la campaña para la candidatura el Mundial, defendida a capa y espada por Rhawadi y su equipo, ha seguido la hoja de ruta que trazó el emir para proyectar una imagen de país: que el Mundial de Fútbol de Qatar sirva para unir a la población y sea un fantástico escaparate para mostrar las virtudes del pueblo árabe.

El hijo de Hamad, Tamim, defendió personalmente la candidatura en el ya famoso almuerzo celebrado en Paris en noviembre de 2010 con el presidente francés Nicolas Sarkozy y el entonces presidente de la UEFA Michel Platini, una voz influyente en la FIFA. Platini siempre ha insistido en el hecho de que nadie influyó en su decisión pero ha reconocido que Sarkozy lo presionó para que se decantara por Qatar y descartara a Estados Unidos.

Tras obtener el apoyo de Francia, Qatar Sports Investments compró el Paris Saint Germain y le insufló millones. BeIN, la cadena de televisión deportiva de pago de Al Jazeera, accedió a pagar más dinero por los derechos de retransmisión de los partidos de la Primera Liga Francesa, y también está pagando por la difusión de la Liga de Campeones, la Premier League, la Bundesliga y la Serie A en Oriente Próximo y en otros lugares. Qatar también cerró acuerdos comerciales de gran envergadura con Francia, entre ellos, la compra por parte de Qatar Airways de 50 aviones A-320 a la fábrica que Airbus tiene en Toulouse. Esta operación está valorada en 19.000 millones de dólares.

Los países vecinos que se han unido al bloqueo alegan que Qatar apoya a organizaciones terroristas; una acusación que no ha calado en la comunidad internacional. Qatar asegura que su estrategia consiste en ejercer de mediador con los movimientos populares que se han alzado contra los regímenes autoritarios; un inusitado Estado que promueve el diálogo en Oriente Medio.

El medio de la discordia

La cobertura que ha dado Al Jazeera a los levantamientos populares ha enfurecido a Arabia Saudí y a los Emiratos Árabes Unidos. Estoa países organizaron en 2013 su propia represión interna, muy criticada por las organizaciones Amnistía y Human Rights Watch, contra miembros del movimiento Al-Islah, afiliado a la Hermandad Musulmana. En una lista de condiciones para levantar el bloqueo, han pedido el cierre de la cadena de televisión. Qatar ha hecho caso omiso a esta solicitud.

En Doha, la reacción contra el bloqueo fue inmediata. Ahora la imagen patriótica de Tamim el glorioso, creada por el artista local Ahmed al-Maadheed, es omnipresente: en los vehículos, en las tiendas y en carteles gigantescos situados en los altos edificios de Doha. La gente habla con orgullo de cómo tras el bloqueo de Arabia Saudí, que dejó de suministrar alimentos, también leche, y cerró su frontera, Turquía e Irán empezaron a suministrar víveres y más tarde una compañía local, Baladna, creó una central lechera.

Fiel a la máxima qatarí de crear el mejor proyecto con el dinero invertido, la central lechera no es una granja cualquiera que quiere cubrir una necesidad: también muestra lo increíble. Es un impecable complejo con 14.000 vacas Holstein, y también tiene un centro de visitantes, un restaurante y un pequeño zoológico. De hecho, esta central lechera situada en pleno desierto se ha convertido en un símbolo sutil, casi burlón, del desafío de la candidatura de Qatar: la copa mundial de leche. Ghani, el experto en refrigeración exterior señala que “no puedes bloquear a un país rico”.

El diseño, la construcción y la financiación de la puesta en escena del Mundial de Fútbol de Qatar, que para muchos aficionados europeos sigue siendo una idea ridícula, tiene como objetivo “mostrar lo increíble”: unos estadios impresionantes, muchos hoteles imponentes, un modernísimo sistema de transporte y una gran cantidad de restaurantes.

Tras pasar unos días en Doha, a uno le embarga el mismo escepticismo que rodeó la candidatura de Qatar para el Mundial. La ciudad, integrada por un conjunto de rascacielos y de centros comerciales, es pequeña y claustrofóbica. Sus habitantes no caminan por sus calles ya que en verano hace humedad y calor. De hecho solo los trabajadores migrantes, que son los que la están construyendo, pasan tiempo en el exterior. En todas las sociedades hay desigualdades y se basan en un sistema de clases, pero en Qatar estas diferencias son extremas.

Los qataríes, muchos de ellos educados en el Reino Unido o Estados Unidos, han tenido vidas privilegiadas. En el país trabajan 1,7 millones de migrantes, la mayoría hombres del subcontinente indio. Sus familias se han quedado a miles de kilómetros de distancia y ahora ellos se alojan en campamentos en los que reina una atmosfera de sumisión, y sin que nadie se plantee darles la ciudadanía.

El Gobierno niega que la segregación esté institucionalizada y señala que los trabajadores tienen total libertad para disfrutar de los espacios públicos. Sin embargo, los trabajadores libran los viernes, y vimos cómo el personal de seguridad no permitía que los trabajadores de Bangladesh caminaran por el complejo comercial de tiendas y restaurantes de Souq Waqif, con el objetivo de que sea un paraíso para los turistas y las familias qataríes.

Se espera que 1,5 millones de aficionados asistan al Mundial de Fútbol de 2022 y se hace difícil imaginar qué harán en su tiempo libre. Más allá del Corniche [el paseo marítimo], el mercado de Souq Waqif y un par de centros culturales, la lista de actividades para turistas se limita a visitas a centros comerciales. El atractivo de organizar un Mundial de Fútbol en Oriente Medio es innegable pero los edificios de Qatar son nuevos y la infraestructura y los estadios que están construyendo para el Mundial pueden parecer artificiales, y toda la puesta en escena algo forzada.

Problemas para el colectivo LGTI

Es un país conservador en el que la homosexualidad es ilegal. El protocolo, también en los estadios de futbol, exige ropa “discreta”, en especial para las mujeres. También está prohibido beber alcohol en espacios públicos. Solo algunos bares y hoteles tienen el permiso necesario para servirlo. A pesar de ello, Thawadi and Khater se muestran confiados y creen que el Mundial será un éxito.

Creen que se trata de un proyecto “compacto”, con unos estadios que están situados unos cerca de los otros, a diferencia de los de Brasil y Rusia. La FIFA exige que la ciudad anfitriona tenga 60.000 habitaciones de hotel. Con el objetivo de llegar a esta cifra, también se utilizaran cruceros y campamentos en el desierto para que los visitantes puedan disfrutar de una de las actividades preferidas de los locales más modernos durante los fines de semana.

En lo referente a los derechos de las personas LGBTI, Khater indica que son “una sociedad relativamente conservadora y las muestras públicas de afecto no forman parte de la cultura. Sin embargo, si creemos en el respeto mutuo. Todas aquellas personas que quieran asistir al Mundial de 2022 serán bienvenidas, con independencia de su raza, procedencia, religión, género u orientación sexual. Sí esperamos que los visitantes respeten nuestra cultura y tradiciones”.

Se podrá tomar alcohol en determinadas zonas pero no en espacios públicos. Khater vuelve a insistir en el hecho de que “se debe respetar nuestra cultura y tradiciones”.

Si tenemos en cuenta que los aficionados al futbol británicos son conocidos por beber en espacios públicos, es difícil no tener dudas de que esto pueda funcionar. Los organizadores esperan muchos visitantes de Oriente Medio, incluso en el contexto actual de bloqueo, así que podría ser que esto sirva para compensar el hecho de que los aficionados de otras regiones sí consumen alcohol.

Han pasado diez años desde que logró que su visión se convirtiera en una realidad. Thawadi todavía proyecta un entusiasmo contagioso y cree que la celebración conseguirá enmudecer a los más escépticos: “Vamos a tener un clima estupendo”, afirma: “Sol, arena, playa, la diversión está asegurada…una experiencia maravillosa y mágica. Y la verdad es que el Mundial de Futbol ya es un espectáculo por sí mismo”.

“En general los árabes son hospitalarios, divertidos y les gusta el fútbol. El hecho de que personas que nunca se hubieran relacionado con árabes o integrado en su cultura puedan visitar un país árabe, es una experiencia que solo pasa una vez en la vida y que crea vínculos para siempre”. Reconoce que el mundial “proyectará con fuerza una visión del mundo árabe, de esto no hay ninguna duda”.

El exsecretario general de la FIFA, Jerôme Valcke, uno de los muchos directivos que en 2010 fue suspendido por irregularidades, afirmó que Qatar “compró el Mundial de Fútbol”. Después de que esta afirmación saliera a la luz, se apresuró a aclarar que no se refería a sobornos sino al esfuerzo económico que ha hecho el emirato para ganar la candidatura. Es el mismo poderío económico que ha permitido trabajar en la organización del Mundial durante estos últimos ocho años. Dentro de cuatro años, por increíble que parezca, este proyecto será una realidad.

Traducido por Emma Reverter

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