El testimonio de una superviviente: “No puedo borrar las imágenes de mi mente”
Tu equipo de fútbol, la Juventus, pierde 4 a 1 en la final de la Champions League en Cardiff contra el Real Madrid. Son las 21.45 del sábado. Mientras caminas por el Puente de Londres, piensas en qué horrible fue el partido, en cuánto odias a Cristiano Ronaldo. El sitio es tan bonito que te detienes para hacer una foto sobre el puente. La foto la haces a las 21.51.
Llegas al Bistro Boro, un bar bonito con mesas en la terraza justo debajo del puente, en el Borough Market. La noche es cálida, aunque ha llovido un poco. Te sientas y comienzas a quejarte junto a tus amigos, que también son seguidores de la Juve, de lo mal que jugó el equipo. Necesitas algo fuerte para beber tras semejante derrota. Son las 22.01.
Mientras estás escogiendo entre un Jameson y un Lagavulin, escuchas una explosión. Sobre tu cabeza hay un toldo: una bicicleta y un cuerpo rebotan en él. La bicicleta se parte en dos, y las piezas caen por todos lados. Un coche ha chocado en el puente y puedes ver algo de que lo que sucede, pero no la mayor parte. Coges tu abrigo y tu bolso. La gente alrededor comienza a moverse rápidamente. Ves a una persona que se acerca al bar con la mitad de la camisa blanca bañada con sangre, sosteniéndose el cuello con una mano. ¿Alguien le cortó el cuello? Luego aparece alguien con un cuchillo tras la persona herida, persiguiéndolo, persiguiendo a quien sea. Luego te dicen que en ese momento eran las 22.08.
Luego, la locura. La gente salta sobre las mesas y las sillas, gritando. Algunos bajamos a escondernos al sótano del bar. Hace mucho calor allí abajo y no hay cobertura. ¿Qué coño ha pasado? Una mujer no para de llorar. La miras y te das cuenta de que tú estás muy tranquila. No puedes creer lo tranquila que estás. Sólo esperas que no usen la palabra “terrorismo” aún, porque no tienes cobertura y tu familia debe estar preocupadísima. Afuera la música sigue fuerte. ¿Eso fue un disparo?
Después de más o menos una hora en el sótano, algunas personas comienzan a hacer bromas sobre robar un vino. Algunos tienen una mirada coherente, otros lloran. Nadie sabe por qué estamos encerrados aquí. ¿Fue un accidente de coche? ¿Y qué fue eso del cuchillo? ¿Están relacionadas las dos cosas? Sólo esperas que no digan que fue un ataque terrorista. Ojalá no haya sido un ataque terrorista. Pero en realidad ya sabes que eso es lo que sucedió: este nuevo tipo de terrorismo que tenemos ahora. ¿A quién quieres engañar? Tienes miedo de que si alguien lo dice en voz alta, la gente entrará en pánico, y aquí encerrados con tanto calor, no necesitamos más pánico. La criminóloga que hay en ti recuerda que el terrorismo es teatro. Nadie puede soportar ese tipo de teatro en este momento.
Abren la puerta y la policía te hace salir. El bar parece una escena apocalíptica, con las puertas de vidrio rotas, las mesas patas arriba, platos y vasos rotos en el suelo. Miras por donde caminas, si puedes. Sales. Ves tres cuerpos cubiertos con mantas. Ves gente llorando, algunos heridos, mientras te dicen que sigas caminando, que te vayas lo antes que puedas. Te admira la eficiencia con la que trabajan y te sientes enfadada con Theresa May por las políticas que promovió cuando era ministra del Interior: su estrategia preventiva que demonizaba a las comunidades musulmanas, el aumento del presupuesto para vigilancia mientras recortaba fondos de la policía. Tu mente pasa a las elecciones y cómo esto puede rápidamente salirse de control.
De pronto te ves caminando junto a otras personas que también parecen zombis. Miras el móvil y respondes mensajes de gente preocupada. Estás a salvo, por supuesto, gracias, dices que no sabes qué ha sucedido. Sólo quieres llegar a casa. No dentro de dos horas, sino ahora. Lo único que quieres es meterte en la cama.
Pero antes vas a tomar un whisky con tus amigos. No puedes ni hablar. Todos mirando los móviles, siguiendo las noticias en Twitter. Sientes que el bar en el que estás es surrealista: se escucha música de Lady Gaga y hay una despedida de soltera con gente bailando a lo loco y pasándoselo bien. Tú estás como flotando fuera de tu cuerpo.
Tomas el tren a casa, sola. Lloras. Por fin. Te das cuenta de que…si el partido de la Juventus hubiera ido a prórroga, habrías llegado al puente a la hora exacta del ataque, a las 22.08. Si te hubieran dado una mesa más expuesta en la terraza del bar, no habrías estado bajo el toldo blanco y las cosas habrían caído sobre tu cabeza. O habrías estado más expuesta a uno de los atacantes. Te enteras de que fueron tres los atacantes, y de que murieron siete personas.
Te sientes afortunada. Y enfadada.
Pasas la noche en un estado que se siente como estar medio en coma, mirando el cielo raso durante dos horas tras meterte en la cama. Te llaman por teléfono, te envían mensajes de texto, algunos son mensajes maravillosos. Te sientes aún más afortunada.
Pero cuando te despiertas sigues enfadada. Tienes una relación especial con Borough Market, y con toda esta complicada ciudad en general. Piensas otra vez en lo afortunada que eres, en que han muerto personas o han resultado heridas, otras probablemente vieron cosas mucho peores que las que has visto tú. Qué afortunada eres. De verdad.
Tienes casi 32 años y has sobrevivido a un ataque terrorista. Sabías qué hacer: esconderte, correr, gritar, ¿verdad? No puedes creer que tienes 32 y sabes que cuando oyes una explosión o una conmoción en el Puente de Londres pasadas las 10 de la noche de un sábado, estás preparada para que sea un ataque terrorista.
Te marcas como “a salvo” en Facebook, por supuesto. Como si supieras qué significa estar a salvo. Claro que esto no te detendrá. Seguirás con tu vida. No debes dejarte vencer por el miedo, como si eso importara, como si importara si tienes miedo o no. No puedes borrarte las imágenes de la mente.
Traducido por Lucía Balducci