Los supervivientes de Grecia: “Es terrible ver ahogarse a la persona que tienes al lado sin ser capaz de ayudar”
La devastación lo cubre todo en Mati. Buena parte de este pueblo costero convertido en el epicentro del peor incendio que ha sufrido Grecia en más de una década ya no existe. El infierno lo ha convertido en un lugar sin vida.
Sus calles se han convertido en alfombras de ceniza. Sus edificios han quedado carbonizados. Sus coches se han transformado en esqueletos de acero, algunos de ellos apilados unos encima de otros, como testimonio del terror que cayó sobre la población en la tarde del lunes. El temporal avivó las llamas, tan altas como muros, que devoraron el pueblo.
Y luego, los muertos. El último balance oficial es de 79 fallecidos. Esa cifra aumentará casi con toda seguridad, pues los rescatistas siguen yendo puerta por puerta y coche por coche en busca de cuerpos.
El mar, que muchos esperaban que fuese la mejor vía para huir de las llamas y el humo, se convirtió en realidad en un camino hacia la muerte. Varios cuerpos carbonizados fueron recuperados del agua o los encontraron sobre las playas.
Nikos Stavrinidis, uno de los más de 700 supervivientes rescatados por una improvisada flotilla de buques guardacostas, barcos pesqueros y embarcaciones privadas, explica cómo los vientos alimentaron las llamas y revolvieron el mar, desorientando a aquellos que se precipitaron al mar cuando ya no había nada más hacia lo que correr.
“Es terrible ver a la persona que tienes al lado ahogarse sin ser capaz de ayudar”, explica. Cuenta cómo él y un grupo de amigos lucharon dos horas por mantenerse a flote antes de que la salvación llegara en forma de un barco pesquero de tripulación egipcia.
Antes del desastre, fue el viento el que hizo saltar las alarmas. “Pasó muy rápido. El fuego estaba en la distancia, después las chispas nos alcanzaron. Poco después, el fuego nos rodeaba”, dice. “El viento era indescriptible. Era increíble”.
“Hay muertos por todas partes”
Mientras el primer ministro griego, Alexis Tsipras, declara tres días de luto oficial y los aviones antiincendios sobrevolaban la zona, la desesperanza cae como una losa sobre el ambiente pútrido de Mati. Sus vecinos se sientan en el exterior de sus viviendas, muchos de ellos con sus bermudas y camisetas cubiertas de ceniza, con la cabeza entre las manos y las miradas perdidas en la distancia.
“Aún no han podido asumir lo ocurrido, están en estado de shock”, dice Aris Bouranis, una autoridad local, cuando para momentáneamente con su pickup en Poseidonos, la principal calle de Mati. “Gente muerta, gente muerta, hay muertos por todas partes”.
A primera hora del martes, no lejos de allí, los cuerpos de 26 hombres, mujeres y niños fueron encontrados en un patio, prácticamente todos abrazados. Entre ellos, los cadáveres de madres protegiendo a sus hijos, en un último gesto antes de que las llamas los alcanzaran.
Reconstruyendo sus pasos, los trabajadores de los equipos de rescate creen que se habían dirigido a esa zona por su proximidad al mar, antes de descubrir, en medio del humo y la confusión, que desde el acantilado no hay acceso a la playa que descansa a sus pies.
“Es una absoluta catástrofe”, suspira Tessa Pappa, uno de los incontables voluntarios que se han acercado a la zona en sus coches particulares para hacer llegar medicinas, agua y comida. “Todo lo que hemos visto a lo largo del día es tragedia, tristeza, desastre y pérdida”.
Entre quienes sienten que han esquivado la muerte está el capitán de barco jubilado Cleanthis Rorris. A sus 81 años, este antiguo marinero de pelo blanco lleva media vida en Mati. Se construyó un estudio -“mi reino”- en el jardín de una casa de dos pisos que entonces dio a sus hijos.
En pocas horas, el recinto quedó reducido a cenizas con la excepción del estudio, que quedó intacto. “Cuando las llamas empezaron a trepar por la calle corrí hacia mi coche tan rápido que se me cayeron los zapatos”, recuerda Cleanthis junto a los restos chamuscados de la casa, en la calle Stefanou.
Incluso en un momento tan duro como este, es un hombre optimista. Al preguntarle si no le enfada lo malvada que puede llegar a ser la naturaleza, responde: “Llevo todo el día pensando en los elementos. Pasé media vida en el mar, el resto aquí, en este trozo de tierra, y ahora con este terrible incendio me doy cuenta de que he completado el ciclo. Los he experimentado todos y tengo suerte: sigo aquí. Sigo vivo”.