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The Guardian en español

“Te tapas la nariz y lo asumes… Sabes que no hay alternativa”

Tsipras afirma que Syriza respetará los objetivos fiscales pero no lo firmado por Samarás

Helena Smith

Atenas (Grecia) —

Alexis Tsipras, el primer ministro griego, ha prometido desafiar a sus críticos sacando a Grecia de la crisis más larga que ha sufrido el país en la era moderna. “Claramente, lo peor ya ha pasado”, afirma en una entrevista exclusiva con el periódico the Guardian.

Han pasado dos años y medio desde que Tsipras asumió el cargo. Este antiguo activista comunista llegó como el líder menos pensado cuando estalló el gran drama de la deuda de Atenas y ahora es el primer ministro que más tiempo se ha mantenido en el cargo en los ocho años que Grecia ha pasado luchando por mantener la bancarrota a raya.

Pero Tsipras ha pagado un precio enorme por ello y, en ocasiones, ha recibido duras críticas, algo que definitivamente le ha dolido. “Cuando asumí el cargo, no tenía experiencia y no tenía ni idea de lo grandes que serían las dificultades diarias”, admite. “Creo que ahora tengo una visión de panorama distinta a la que tenía al principio”.

Dos veranos después, Tsipras reflexiona. Con solo 42 años, la responsabilidad y el día a día del gobierno pesan mucho. “He cometido errores… grandes errores”, dice, y agrega que tal vez su mayor error fue “la elección de algunas personas para cargos claves”. ¿Eso es una referencia directa a su primer ministro de Economia, el economista rebelde Yanis Varoufakis? Tsipras lo niega. Dice que fue la elección correcta para la estrategia inicial de “política de choque” pero descarta el plan que Varoufakis había presentado en caso de que Grecia se hubiera visto forzada al dramático cambio de adoptar una nueva moneda. “Tan vago, que no valía la pena discutirlo”, asegura.

Su partido izquierdista Syriza era en 2015 la gran esperanza contra la austeridad del país. Insolvente y ahogada en deudas, Grecia amenazaba con destruir la unión económica en Europa. Bajo la amenaza de expulsión de la Eurozona y, según sus asistentes, ante el riesgo que corría Grecia de convertirse “en Afganistán”, el joven político, la cara mundial del movimiento de extrema izquierda en contra del establishment, terminó cediendo. Tsipras aceptó un programa de rescate financiero cuyas severas condiciones eran más duras que las del referéndum rechazado sólo unos días antes por más del 61% de los votantes.

Las consecuencias de ese giro radical fueron descomunales. La popularidad de Syriza se desplomó; los propios índices de popularidad de Tsipras cayeron en picado. Todas las encuestas parecen reflejar la opinión de que el carismático político “mintió” al adoptar los despiadados y neoliberales recortes presupuestarios y aumentos de impuestos de los que alguna vez había prometido deshacerse.

Al eslabón más débil de la Eurozona aún le falta mucho para estar fuera de peligro. Con una increíble deuda acumulada de casi 340.000 millones de euros (un 180% del PIB), la recuperación económica sigue siendo un sueño lejano. El patrimonio neto de los hogares del país cayó un 40% entre el año 2009, cuando estalló la crisis, y 2014. Más de un millón de griegos, el 21,7% de los trabajadores, están desempleados. Menos que el 27,9% de desempleados de 2013.

“Varoufakis amaba a Schäuble”

A principios de este mes, con el desembolso de 8.500 millones de euros en fondos de emergencia, se han cerrado por fin unas negociaciones con los acreedores de la Eurozona que parecían interminables y plagadas de problemas. Además, se han relajado los controles sobre los capitales impuestos para impedir el pánico bancario tras la caída del sistema financiero en los vertiginosos días de junio de 2015.

“Todo este tiempo hemos seguido negociando y luchando continuamente para llegar a un acuerdo entre nuestro programa y el memorándum [de las condiciones del rescate financiero]”, asegura Tsipras. Aunque la supervisión continuará hasta que se termine el actual rescate financiero del país, insiste en que los próximos 12 meses serán más fáciles. “El gran avance llegará en agosto de 2018, cuando después de ocho años salgamos del programa y de la supervisión internacional. Considerando el clima negativo imperante hoy en día, es algo que los ciudadanos de Grecia todavía no pueden creer”.

En un frente doméstico muy pocas veces desprovisto de tensión, el temerario Varoufakis vuelve a las noticias, esta vez por el alboroto que provocaron sus revelaciones sobre la moneda paralela y el plan de contingencia previsto en caso de que se hubiera producido la salida de Grecia de la UE (Grexit).

Tsipras no quiere preocuparse hoy ni por Varoufakis, al que muchos griegos culpan del fallido “juego de la gallina” que llevó a la UE y al FMI a imponer las medidas de austeridad más duras hasta la fecha, ni por su archienemigo, el ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble.

“Yanis está tratando de escribir otra versión de la historia”, se permite afirmar Tsipras. “Tal vez, en algún momento, salgan a luz ciertas verdades… Cuando llegó el momento de leer el plan que presentaba como su plan B, vimos que era tan confuso que no valía la pena ni siquiera hablar del tema. Simplemente era débil e inútil”.

Lejos de odiarlo, Varoufakis estimaba mucho a Schäuble, dice Tsipras. “Creo que era su alter ego. Lo amaba. Lo respetaba mucho y lo sigue haciendo”.

En un intento por dejar las cosas claras, Tsipras dice que aunque la estrategia original del gobierno de Syriza fue una política de choque (“en línea con nuestro mandato”), nunca se discutió abandonar la moneda única y, por extensión, la UE, ni siquiera en el momento más caldeado de la crisis, cuando Atenas se encontraba a solo unos días de entrar en suspensión de pagos.

“Dejamos Europa y ¿a dónde vamos? ¿A otra galaxia?”, bromea Tsipras. “Grecia es una parte integral de Europa. Sin Grecia, ¿cómo se vería Europa? Perdería una parte importante de su historia y de su herencia”. Además, el Grexit equivaldría a aceptar el “plan de castigo” elaborado por Schäuble, donde estaba previsto que Atenas se tomara “un descanso” en su pertenencia al bloque.

Para Tsipras, hacer concesiones era la única opción, como el medicamento horrible que se debe tomar cuando la vida está en riesgo. “Te tapas la nariz y lo asumes… Sabes que no hay alternativa… porque ya has hecho todo lo posible por sobrevivir, por mantenerte con vida”.

El honor intacto

A pesar de la lluvia de críticas que ahora recae sobre él, los observadores extranjeros afirman que el que fuera un líder activista ha demostrado valentía al implementar políticas que evidentemente detesta. Tsipras ha logrado persuadir a muchos miembros de su propio partido contrarios a la austeridad para que pasaran por este amargo trago que ha mantenido a Grecia dentro de la familia de naciones con la que largamente se ha identificado. El hipotético escenario de un “paréntesis de izquierdas” difundido por sus enemigos políticos a principios de su mandato ha sido dejado de lado.

Ahora, explica Tsipras, ha llegado el momento de seguir adelante con “un nuevo modelo de desarrollo”. Un modelo que explote a los jóvenes profesionales más cualificados del país, que corrija la fuga de cerebros por la que ya se han ido quinientas mil personas y que garantice que los errores del pasado, pecados encarnados por una corrupción y nepotismo monumentales, nunca se vuelvan a repetir.

La sociedad griega ha cambiado y madurado. “Nuestra primera prioridad es recuperar nuestra soberanía [económica]”, explica Tsipras, y agrega que ya están en marcha los planes para explotar la excelente ubicación geopolítica de Grecia, en la intersección de tres continentes, y para promover su potencial como centro internacional de energía, transporte y telecomunicaciones.

No será fácil. La inclinación de Syriza por los impuestos altos no solo ha acabado con la clase media, base de cualquier sociedad, sino que ha desacelerado las inversiones extranjeras, de vital importancia. Las empresas que no han cerrado se están yendo en masa. Para muchos, la economía real nunca ha estado peor.

Pero la izquierda sostiene que tiene la autoridad moral. Según una reciente encuesta, los griegos no creen que el principal partido opositor de centro-derecha ni que el Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) de centro-izquierda (la fuerza más asociada con los males que se esconden detrás del colapso económico de Grecia) hubiesen podido manejar mejor la crisis.

Habiendo dejado atrás lo peor y con el honor del partido intacto, Tsipras insiste en que Syriza puede provocar una revolución moral que cambiará profundamente la manera en que Grecia es gobernada. “Si sales a la calle a preguntar por este gobierno, quizás muchos digan ‘mentirosos’, pero nadie dirá que somos corruptos ni deshonestos o que metimos la mano en la caja”.

En última instancia, la gran disputa entre Atenas y los acreedores que mantienen a flote a Grecia será lo que quede grabado en la memoria colectiva, pero su legado, dice Tsipras, recaerá sobre otra cosa. “Se basará en que logré sacar al país del pantano en que lo habían metido aquellos que lo llevaron a la quiebra… y que lo saqué adelante mediante un programa de profundas reformas”.

Al menos eso espera. Porque Grecia se ha convertido en un lugar impredecible y, como sucede en la historia misma, no hay caminos rectos. “Nadie puede nunca estar seguro de que la crisis no volverá”, dice.

Traducido por Francisco de Zárate

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