El último asalto contra el Capitolio en Washington fue hace más de 200 años
El Capitolio de Washington ha sido el escenario de bombardeos, entre sus paredes trataron de asesinar a un presidente y ha sido objeto numerosas protestas en sus más de 200 años de historia. Pero el miércoles fue, por primera vez, víctima de una insurrección armada que el presidente en el cargo, Donald Trump, había incitado.
El edificio es accesible al público con relativa facilidad. Alberga las dos cámaras legislativas del país, la Cámara de Representantes y el Senado, pero cualquiera puede entrar a la zona de visitantes después de un control de seguridad.
Es habitual que las oficinas del Congreso sean frecuentadas por manifestantes y que se produzcan sentadas de protesta o para llamar la atención sobre ciertos temas. Con algo de planificación, la gente puede interrumpir una audiencia, aunque lo normal es que la policía del Capitolio los expulse rápidamente.
Ese tipo de escenas pacíficas contrastan mucho con lo sucedido el miércoles, cuando una turba de partidarios de Donald Trump superó las barricadas que limitan el acceso al edificio y, tras enfrentarse a la policía, logró entrar en las cámaras legislativas y las oficinas del Congreso. Por el momento se sabe que cuatro personas murieron, entre ellas una mujer tras recibir un disparo. Los empleados del edificio fueron evacuados, llegaron a suministrarles máscaras antigás y los manifestantes treparon y se colgaron de paredes tanto dentro como fuera del edificio. El edificio no había sido asaltado desde 1814.
El incendio de Washington
Entonces fueron las tropas británicas las que incendiaron el edificio durante un ataque general contra la ciudad de Washington durante la guerra que comenzó en 1812. Los habitantes de la ciudad eran conscientes de que los británicos se acercaban y la mayoría huyó antes de que los soldados incendiaran los edificios del gobierno y algunos barcos de guerra.
Cuando sucedió aquello, el Capitolio estaba en construcción. Según el arquitecto, aunque una parte considerable fue destruida, había sido construida con muchos materiales ignífugos que permitieron la preservación del exterior y de muchas estancias interiores. Aún así, el fuego fue suficiente como para que se perdieran documentos, vidrieras y estatuas.
En los más de 200 años transcurridos desde entonces, el recinto del Capitolio ha recibido otros ataques violentos, con bombas incluidas cerca de los edificios.
Durante un funeral en enero de 1835 un pintor desempleado llamado Richard Lawerence intentó disparar al presidente Andrew Jackson, pero se atascó la pistola.
Durante la primera guerra mundial, un profesor llamado Eric Muenter colocó una bomba en la entrada del Senado. Estalló durante la noche y no hubo heridos. Había asesinado a su esposa años antes del atentado y sería detenido más tarde por intentar matar al banquero JP Morgan.
En 1954, cuatro separatistas puertorriqueños entraron en la Cámara de Representantes y dispararon indiscriminadamente contra los congresistas e hirieron a cinco.
En marzo de 1971, la organización Weather Underground colocó un artefacto explosivo en el Capitolio en protesta por la intervención militar en Laos, causando cientos de miles de dólares en daños materiales, pero sin provocar daños personales.
En noviembre de 1983, se colocó otra bomba en protesta por la intervención militar de los Estados Unidos en Granada y el Líbano. También estalló sin causar ni muertos ni heridos.
Traducido por Alberto Arce
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