Los Verdes lograron los mejores resultados de su historia en las elecciones europeas de 2019. Con casi el 10% de los escaños, muchos creyeron que su papel sería decisivo en un parlamento europeo muy fragmentado. El bipartidismo, representado por los dos grandes bloques tradicionales, el de centro izquierda y el de centro derecha, parecía tocar a su fin tras décadas de hegemonía.
Y cuando se cumple un año desde aquella cita electoral, en efecto, algo ha sucedido. La Unión Europea ha desarrollado su agenda más ecológica desde que existe la institución. Promete neutralidad en las emisiones a la atmósfera para el año 2050 y un Acuerdo Verde Europeo para transformar la economía a través de la ejecución de un nivel de gasto que asciende a casi un tercio de los fondos de la UE.
Pero ni siquiera el político verde más convencido trata de llevarse el mérito. La causa ecologista asciende porque crece la conciencia de la emergencia climática que nos rodea, impulsada entre otros motivos, por el movimiento liderado por Greta Thunberg a partir de su huelga escolar.
Philippe Lamberts, copresidente de los Verdes en el Parlamento Europeo, cree que ahora “contamos con una Comisión [Europea] que al menos tiene más ambición respecto a las cuestiones verdes que cualquiera de las comisiones anteriores”.
“Somos fuertes en el Parlamento Europeo pero sin exagerar”, dice. “Con el 10% puedes influir, pero aún pueden gobernar sin nosotros si así lo deciden y eso es lo que básicamente han estado haciendo” A pesar de que les tentaron con la propuesta de un Acuerdo Verde Europeo, los Verdes declinaron apoyar la Comisión de centro-derecha liderada por Ursula von der Leyen.
La fuerza de los verdes está sobredimensionada debido a la estructura del Parlamento Europeo. Uno de cada seis miembros del Grupo de los Verdes-Alianza Libre Europea –ese es su nombre completo- pertenecen a partidos no verdes, como los Piratas Checos o los nacionalistas catalanes.
Y los Verdes están lejos de ser el único partido que quiere salvar el planeta. El presidente de la comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo, responsable de la resolución que declaró la emergencia climática, es aliado del presidente de Francia, Emmanuel Macron. Pascal Canfin, ex director de WWF Francia, fue eurodiputado de los Verdes, pero para su reelección se vinculó al presidente francés (aunque no forma parte de su partido, La République en Marche).
Sin embargo, para Sophie Pornschlegel, del Centro de Política Europea, los eurodiputados verdes “tienen más influencia de la que indicaría su número de diputados de cara a la opinión pública y la conformación de la agenda”. Los eurodiputados verdes han logrado incrementar su influencia gracias a su dominio de las políticas sectoriales. Uno de ellos, Claude Turmes, ex eurodiputado luxemburgués y convertido ahora en ministro de Energía, fue coautor de la ley de la UE sobre energías renovables. La finlandesa Heidi Hautala lleva mucho tiempo haciendo campaña a favor de la transparencia y Sven Giegold, de Alemania, ha emprendido una misión personal contra la evasión de impuestos y la oscuridad de los manejos gubernamentales.
Los verdes también forman parte de los gobiernos de cinco de los 27 estados miembro de la UE, donde han trabajado para lograr la aprobación de las leyes vinculadas al cambio climático.
A cambio de entrar en una coalición de centro-derecha liberal, los Verdes de Irlanda aseguraron el compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero un 7% al año de media. La coalición de izquierda verde de Finlandia se comprometió a ser neutral en cuanto a emisiones de carbono en 2035. Los Verdes de Austria, socio minoritario de la coalición de gobierno en su país, han pedido que el mismo objetivo se alcance en 2040. El gobierno de coalición entre socialdemócratas y verdes en Suecia ha prometido “un estado de bienestar completamente libre de fósiles” para 2045.
Pero la influencia verde sólo llega hasta cierto punto. Los Verdes austriacos aceptaron algunas políticas muy duras, difíciles de aceptar para los activistas de base. Entre ellas, la ampliación de la prohibición del uso del pañuelo en las escuelas. Lo limitado de su influencia se puso de manifiesto en la histórica cumbre de la UE en julio, cuando líderes del continente acordaron un plan de recuperación para la crisis del coronavirus. Algunos de los gobiernos llamados “frugales” adoptaron la línea más dura contra el gasto de la UE -Austria, Finlandia y Suecia- son precisamente aquellos en los que los verdes forman parte de la coalición de gobierno.
“Hicieron lo que pudieron”, dijo Lamberts, al tiempo que señala que ninguno de los jefes de gobierno milita en un partido verde. “No estamos presentes en los lugares en que se toman las decisiones cruciales... Tratamos de compensarlo con una postura fuerte desde la sociedad civil organizada. Tratamos de aplicar una pinza sobre los partidos más tradicionales para obligar [a los gobiernos] a avanzar en direcciones que no tomarán por si mismos”.
Los Verdes no son el único movimiento paneuropeo atrapado en contradicciones políticas- los socialdemócratas suecos y finlandeses en esos gobiernos “frugales” no hicieron causa común con sus aliados españoles y portugueses. Y uno de los desencuentros más sonados de la cumbre sucedió entre dos líderes de la misma familia política - Macron y el primer ministro holandés, Mark Rutte.
El otro gran problema que afrontan los Verdes es su debilidad en el sur, centro y oriente de Europa. Más allá de logros episódicos -la elección de un alcalde verde en Budapest o un diputado portugués independiente agrupado con los Verdes.
A pesar de esos brotes verdes, el partido “sigue siendo un fenómeno muy noroccidental”, opina Pascal LeTendre-Hanns, analista de política europea en Hanbury Strategy. “En el sur de Europa la atención se ha centrado tanto en la economía y el empleo que ha sido difícil para los partidos verdes afianzarse mucho”, dijo antes de añadir que esos países carecen “del legado histórico de los movimientos antinucleares que ayudaron a impulsar a los Verdes” en otros lugares.
En Europa central y oriental, los votantes también están muy centrados en la economía, pero “la transición energética genera más ansiedad” debido al gran nivel de consumo de carbón y gas, agregó. “Sin una reinvención significativa de lo que es la política verde en estos países es difícil ver que la política verde se afiance mucho”.
Lamberts sostiene que los Verdes podrían ganar en Italia en las elecciones europeas de 2024 de lograr el apoyo de los votantes desilusionados con el Movimiento Cinco Estrellas. Las últimas encuestas de opinión no confirman ese optimismo. Dejan a la Europa Verde de Italia en la invisibilidad del 1%. Tienen más esperanzas puestas en Francia y Alemania después de que los Verdes ganaran las principales ciudades francesas en las últimas elecciones locales y los alemanes sigan interesando como posibles socios de coalición en un futuro gobierno alemán de centro-derecha/verde.
El eurodiputado espera que los Verdes tripliquen sus escaños en las elecciones de 2024. “Si no somos capaces de conseguir más de 100 diputados en las próximas elecciones, entonces ¿quiénes somos? En todo caso, el impacto de la COVID-19 aumenta la conciencia de la necesidad de cambiar la política”.
No hay nada garantizado, pero Petros Fassoulas, secretario general del Movimiento Europeo Internacional, cree que la puerta está abierta. “Si son capaces de demostrar que son eficaces a la hora de capitalizar en votos las políticas y campañas activadas y si el resto partidos no se quedan con sus causas, entonces creo que veremos cómo se refuerzan, entre otras cosas porque las cuestiones sobre el cambio climático y el medio ambiente no se van a ir a ningún lado.”
Traducido por Alberto Arce