Puede que esta semana Donald Trump se haya convertido en el primer expresidente imputado de la historia de EEUU, pero para él pelear en los tribunales no es algo nuevo. Cuando llegó a la presidencia ya llevaba unos 3.500 pleitos judiciales a sus espaldas y, quizás porque casi siempre se ha salido con la suya, eso ha sido un impulso constante para saltarse la ley a la torera y luego dar trabajo a los abogados.
Han pasado 50 años desde la primera vez que se enfrentó a la Justicia, cuando era un playboy veinteañero que trabajaba para su padre. Los Trump tenían apartamentos, pero sólo quería en ellos inquilinos blancos: a los afroamericanos que venían preguntando les decían que los tenían llenos. El Departamento de Justicia demandó a Trump por discriminación y éste reaccionó con la misma táctica que luego ha empleado toda su vida: el contraataque.
Trump respondió a una demanda con otra. Llevó al gobierno a los tribunales y le reclamó 100 millones de dólares de 1973 por ensuciar su imagen. Como tantas veces sucedería en adelante, iba de farol. Acabó aceptando un acuerdo para no ir a juicio y aceptó poner anuncios en los periódicos explicando a los afroamericanos que sus apartamentos estaban disponibles también para ellos.
Desde entonces no ha parado de recibir demandas: le han acusado de evadir impuestos, maltratar trabajadores, estafar socios, timar a exmujeres... y aunque ha dicho públicamente que él nunca firma acuerdos extrajudiciales porque eso hace que te demanden más, la realidad es que muchas veces ha preferido pagar a arriesgarse: 25 millones a los alumnos estafados por la “Trump University”, casi tres millones a los que le compraron apartamentos sobrevalorados, un millón a los obreros polacos indocumentados que tuvo explotados...
Sin embargo, el expresidente no sólo ha ejercido el papel de acusado sino que le ha encantado el de acusador. La lista de todas las personas a las que Trump ha amenazado con demandar en las últimas décadas no cabe aquí. Hay por ejemplo pocos grandes medios de comunicación que se libren: el New York Times varias veces, pero también la CNN, la conservadora FOX News o el jurado de los premios Pulitzer al completo.
Muchas de estas demandas han acabado en nada, pero algunas han atemorizado a un periodista o a una publicación lo suficiente como para que renunciara a publicar una noticia sobre Trump. Sus amenazas a la revista Forbes evitaron que perdiera puestos en la famosa lista de los más ricos del mundo que publica anualmente y con la misma táctica amenazó con la ruina a periodistas que habían escrito libros críticos sobre él.
Los problemas crecen
Después de toda una vida en el filo de la navaja judicial, Trump se encuentra en su peor momento. Además de sentarse en el banquillo por haber pagado a una estrella del porno para que no revelara una relación con él durante la campaña de 2016, tiene otros muchos frentes abiertos. También en Nueva York, para empezar, la fiscalía del estado lo investiga por prácticas fraudulentas en sus empresas.
También están las causas relacionadas con su teoría de la conspiración de que le “robaron” las pasadas elecciones: le están investigando en Georgia por presionar a cargos públicos de su partido para que manipularan el resultado, pero también hay un fiscal especial que analiza su papel en el intento de golpe de estado del 6 de enero, donde además algunos de los agentes de policía heridos le reclaman responsabilidades personales.
Aparte de todo esto, tiene pendiente otra posible imputación por haber escondido documentos clasificados en su casa de Florida, pero sobre todo por haberse negado a devolverlos hasta que el FBI se plantó allí para recuperarlos. Y a eso hay que sumarle un posible juicio por difamar a una mujer que lo acusó de haberla violado hace años y que le reclama una indemnización.
Nadie está más preparado que él para sobrellevar esta presión judicial porque ha pasado en una situación similar casi toda su vida. De momento estos disgustos no sólo no van a hacerle dejar la campaña, sino que los está usando en su beneficio. Ahora mismo, de hecho, sube en las encuestas de las próximas primarias republicanas... veremos cómo se lo toma el electorado si empiezan a verle pasear por los banquillos o incluso lucir unas esposas.
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