El Consejo de ministros de Interior de la Unión Europea no ha discutido este viernes la suspensión temporal de Schengen ni tampoco ha contemplado la exclusión, igualmente temporal, de Grecia de este Espacio, el cual permite la libertad de circulación a lo largo de 26 países europeos. Pero tampoco ha cuestionado los controles, siempre temporales, decretados por países como Alemania o Austria y recientemente Suecia ante la avalancha migratoria, dejando su revisión para marzo. Todo parece temporal en esta UE, incluida la gestión de las diferentes crisis que no dejan de estallar, una tras otra, desde hace cinco años.
El ministro de Exteriores de Luxemburgo Jean Asselborn y el comisario de Asuntos Internos Dimitris Avramópulos han respaldado el viernes por la tarde a las autoridades griegas y defendido la Convención Schengen, a la que no pertenece toda la UE (Reino Unido, Eslovenia, Bulgaria, Rumanía o Croacia no están, por ejemplo). Sí Grecia: “No es jurídicamente posible excluir a ningún país de este Espacio”, ha remachado Asselborn al hilo de las informaciones publicadas esta semana por la prensa anglosajona.
Grecia tiene islas muy próximas a Turquía (como Lesbos) y el país ha hecho muchos progresos en las últimas semanas, ha señalado el responsable de Exteriores luxemburgués citando las decenas de miles de plazas de acogida habilitadas por el Gobierno de Syriza, los denominados hot spots, o el despliegue de los equipos Rabit.
El domingo los jefes de Estado y de Gobierno de la UE aceptaron apoyar con 3.000 millones de euros a Turquía para que esta contenga el flujo de refugiados que huyen de Siria e Iraq; el jueves, Atenas, lugar de paso de los que huyen a través del territorio turco,, aceptó la ayuda que había venido rechazando de la agencia europea Frontex: 477 guardias fronterizos asistirán a Grecia, que además tiene problemas en su frontera norte con Macedonia al endurecer éste país los controles de acceso. Y el flujo de inmigrantes sigue desde la región de los Balcanes hasta países como Alemania o Reino Unido en la que es la mayor crisis de refugiados de la historia de la UE.
Los representantes de otros estados miembros no han sido tan contemporizadores con el Gobierno heleno como Asselborn o Avramópulos. “Los hot spots (centros de acogida) no funcionan. Grecia está gobernada por la extrema izquierda, que defiende políticas de fronteras abiertas”, ha dicho en unas incendiarias declaraciones el titular belga de Asilo, Theo Francken.
Alemania es uno de los países que realiza controles en su frontera desde mediados de septiembre; aunque apeló, al igual que Austria, a los artículos 24 y 25 de la Convención, en realidad se trató de una decisión muy controvertida que abrió un boquete en los estatutos de Schengen que aún no ha cicatrizado.
Otra de las informaciones aireadas por la prensa en los últimos días era que el Consejo del viernes pretendía debatir el artículo 26 –reintroducción de controles parciales o totales en las fronteras internas- y el 19 –la evaluación por la Comisión de posibles negligencias en el control fronterizo de un estado miembro, que posibilitaría aplicar el artículo 26.
“Ninguno de los artículos que usted me menciona han estado sobre la mesa”, ha respondido Avramópulos a una periodista sin negar del todo que la discusión estuviera en los borradores previos al Consejo. El comisario ha admitido que no hay un plan concreto para la supervisión que efectúan germanos y austriacos, lo mismo que su colega luxemburgués: “En marzo terminará el plazo para ambos países –pueden prorrogar hasta dos años el control fronterizo- y hemos acordado que si las deficiencias continúan haría falta un nuevo marco común europeo”, ha indicado Asselborn.
Según ha explicado la Comisión a este medio, la postura del Ejecutivo comunitario durante la reunión del Consejo ha sido la de defender la vigencia del Espacio Schengen y la de apoyar con medios a Grecia en esta tarea. “Schengen no es un problema. Todo lo contrario: solo funcionará si se respetan sus reglas”, ha incidido Avramópulos, quien ha reconocido que hay que “solucionar las deficiencias en los controles que se realizan en las fronteras exteriores”.
Hasta hace no mucho, todavía durante la crisis de la deuda griega, los portavoces de la Comisión Europea utilizaban la palabra “irreversible” para referirse a Schengen, el sistema acordado en un pueblo de Luxemburgo en 1985 que linda con Alemania y Francia. También decían lo mismo de la Eurozona antes de las agónicas negociaciones con el Gobierno de Alexis Tsipras. Ahora nada parece irreversible en Europa.