Cuando sólo suben los gastos, ¿es rentable vivir de la ganadería en La Rioja?
Manuel García Díez se lanzó al mundo de la ganadería hace siete años. Con 38 años, se acogió a las subvenciones para jóvenes ganaderos y con los 40.000 euros que recibió puso en marcha su explotación, comenzó con 60 cabezas de ganado. Ahora tiene 80. García vive en Anguiano con su familia, sus padres son de Anguiano y allí ha pasado toda su infancia. “Después de muchas vueltas laborales, dimos el paso y nos fuimos a vivir a Anguiano, mi pareja y yo queríamos que nuestro hijo fuera a un colegio rural y decidimos instalarnos en Anguiano, yo seguía trabajando en Logroño de mecánico, a turnos, fines de semana, sin incremento de salario, con el consiguiente coste de desplazamientos... salió una oportunidad de hacernos con una ganadería de aquí y dimos el paso definitivo”.
Agricultores y ganaderos como Manuel García están siendo protagonistas estos días. Están sacando los tractores a las carreteras riojanas para denunciar la situación por la que atraviesa el sector primario en La Rioja, “pero hace siete años, cuando yo arranqué, ya existía este sentir y ya se hablaba de esta situación. Habrá gente que viva muy bien, pero no queremos vivir de subvenciones, así que entiendo y comparto muchas de las protestas”, afirma este ganadero riojano.
Sólo suben los gastos: el gasolil, la paja, el forraje, el pienso...
Y es que a lo largo de estos siete años, en la explotación de Manuel García lo único que se han incrementado son los gastos. Recuerda que antes podía llenar el depósito del todoterreno con 60 euros, ahora le cuesta 100. El precio de la paja se ha duplicado. “Antes llenábamos los camiones de paja por unos 350-400 euros, este año he pagado 900 euros”. Se ha duplicado el precio de este “residuo agrícola que utilizamos para echar a las camas del ganado y para la limpieza”. Un producto que además de encarecerse está escaseando. “Este año hemos tenido problemas para encontrar paja porque también se está utilizando en las incineradoras, práctica que además está subvencionada, así que de poder abastecernos por estar en esta zona, este año hemos tenido problemas para poder comprar”.
Y en esta escalada de costes también se ha incrementado el precio del forraje “aunque no tanto como la paja” y los sacos de pienso cuyo precio ha subido alrededor de un 50%. Todos los precios se han incrementado menos uno, el precio de ganado y es que García sigue cobrando prácticamente lo mismo por un ternero ahora que hace siete años, unos 700 euros.
Y a este desajuste entre los gastos y los ingresos hay que añadir la competencia “de los productos que vienen de exterior y que no cumplen los requisitos que a nosotros se nos exigen, este es el mayor problema”. Y es que muchas veces la mercancía que viene del exterior no cumple con los requisitos que se exigen a los agricultores y ganaderos riojanos y españoles. “Estamos importando terneros desde Mercosur y desde el otro lado del planeta, desde Australia donde las explotaciones son una auténtica locura, donde aquí tenemos un corral, allí tienen campos de fútbol como corrales para contabilizar el ganado, de forma que la producción es más barata. Lo mismo ocurre con los tomates de Marruecos, pueden utilizar productos que aquí nos están prohibiendo. Si estos productos no son buenos, no son buenos ni allí, ni aquí”.
Dificultades hay que añadir el “exceso de burocracia en un sector copado prácticamente por personas mayores”. García tiene 45 años y dedica una media hora al día “al ordenador para tener todo al día porque para mí también es muy importante, como consumidor y ganadero, ofrecer y saber que hay una seguridad alimentaria y al final esto lo garantiza la burocracia, pero para las personas mayores es más complicado y quizás habría que acompañarles en este proceso porque hay algunos siguen mandándose SMS porque no tienen Whatsapp , tampoco ordenador”.
O las nuevas prácticas más sostenibles y que, en parte comparte, pero que reconoce también están complicando la existencia a los pequeños ganaderos. “En vacuno, por ejemplo, se están eliminando prácticas que funcionaban bien por otras más costosas. Para desparasitar las vacas, por ejemplo, antes utilizábamos un producto en una sola toma y, de repente, llega el veterinario y nos dice que ya no podemos utilizar estos productos, que hay que usar otros más suaves, que por supuesto son más caros, y duplicar las dosis con lo esto conlleva. Los jóvenes podemos entender mejor los cambios porque también tenemos en cuenta los factores medioamentales, pero la las personas más mayores, es más complicado, son más reacios”.
Requisitos, exigencias, y modos de trabajar que se exigen a todos por igual. Y es que García señala que no ese está teniendo en cuenta factores importantes como el tamaño de la ganadería. “Están metiendo en el mismo saco la ganadería extensiva y la intensiva y no es lo mismo, están metiendo en el mismo saco a un pequeño viticultor con los grandes bodeguederos y grandes terratenientes, pero no es lo mismo, hacemos lo mismo, pero no somos lo mismo porque yo no tengo las vacas apiñadas y van al cebadero igual que las que sí lo están”. De forma que considera que las distintas medias que están adoptando se está haciendo pensando únicamente en los grandes, “ incluso la PAC con el tema de seguridad alimentaria se ha visto que ha favorecido a los grandes y ha provocado que se concentren las tierras y las ganaderías y, ahora mismo, el que tiene 800 cabezas de ganado vive mejor que el que tiene 80 que es a quien se está estrangulando. Las medidas van orientadas a los grandes cuando la mayoría somos pequeños agricultores y ganaderos, para uno grande que hay, hay 30 pequeños pero no tenemos peso porque no sumamos”.
Pequeños ganaderos como Manuel García que en La Rioja tienen que convivir con el lobo, problema para el que apunta una solución, un control de la población. “Al igual que se hace con los ciervos o cualquier otra plaga, yo creo que con lobo también debería haber un control de población a la vez que también debe haber cambios en el manejo extensivo abandonativo, es decir, no puedo soltar a los animales en el monte, y subir un par de veces por semana”. Control del lobo, y también de otras especies. “Abogo por un control de la población de jabalíes para que no haya un exceso de tuberculosis y ciervos. Los años de pandemia que no se pudo cazar bien, muchos ciervos bajaban a beber con sarna y era una auténtica pena”, recuerda.
Y ya en clave más regional, García lamenta el fracaso de las subvenciones para jóvenes ganaderos a las que él mismo se acogió. “Son un fracaso absoluto porque el porcentaje de abandono cuando finalizan los compromisos es altísimo”, asegura este ganadero que continuará peleando por sus 80 cabezas de ganado. “Las incorporaciones que suelen tener éxito son aquellas en las que los hijos se quedan con la ganadería familiar y no deben hacer frente a la inversión inicial porque ya está todo montado”. Fracasan a su juicio estas subvenciones y también el acompañamiento y seguimiento que se hace a los beneficiarios de estas ayudas. “No hay tal acompañamiento, es más un control; las tutorías antes se hacían desde el sindicato y ahora se han privatizado, hay mucha burocracia y realmente no nos enseñan nada porque no son ganaderos y son profesionales sin experiencia alguna en esto”.
Sin embargo y pese a todo Manuel García no se arrepiente de la decisión que tomó hace siete años. Reconoce emocionado que “hay días que pienso en tirar la toalla, vender todo el ganado, saldar las deudas con el banco y dedicarme a otra cosa, pero me encanta mi trabajo, disfruto aunque es muy duro y hay días que vuelvo a casa desesperado”. En esos momentos pesa más el vínculo que asegura tiene con sus animales, muchas de ellas han nacido con él, “no puedo dejarlas, son mis vacas”.
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