A lo largo de esta semana, Logroño -por la mañana- y Haro -por la tarde- han acogido el curso que profundiza en los aromas que es posible identificar en el vino.
De la mano de la Fundación para la Cultura del Vino ha llegado Alexandre Schmitt, un bordelés que decidió abandonar la industria de los perfumes para poner su pituitaria al servicio del vino.
Su seminario consiste en desgranar cada una de las facetas aromáticas de un elemento, aislando e identificando todos sus descriptores, para formarse de una manera plena en los aromas del vino, elemento clave para los profesionales del sector.
Así, los 22 alumnos abordaron en la primera sesión del seminario 7 familias de olores: 'maderas', 'resinas y coníferas', 'balsámica', 'animal', 'cuero y ahumados', 'empireumática' y 'tabaco'.
Desde los aromas de las esencias de pino de Siberia, de guayaco o de cedro de Virginia, pachulí, ciprés, Enebro o Cedro, hasta semillas de zanahoria y apio han pasado por las narices de los asistentes.
Productos químicos para los olores animales, cueros y ahumados y otros tan amables como vainilla, caramelo o almendra, avellana y café han podido despertar los sentidos de los alumnos.
El seminario da buena muestra del amplio abanico de aromas que es capaz de desplegar un vino, de ahí que en la segunda sesión se desglosaran familias de especias, de menta o de anís; las aromáticas (romero, tomillo, laurel, ...), la familia 'mantecosa' (diacetil, regaliz, ...), la 'etérea' (acetato de etilo) y lo que Alexandre Schmitt define como familia 'refrescante': eucalipto, mentol y alcanfor.
Y así, familias y más familias de aromas hasta la última sesión del viernes, que incluía un subapartado para conocer en profundidad las flores frescas: ni una sola molécula de rosa, lila, clavel, narciso, violeta o flores blancas ha escapado sin ser olfateada.