Más de la mitad de la vida con VIH: “Debemos darle un enfoque de vida, basta ya de sentirnos apestosos”
“He contando muchos años mi historia, lo mal que lo he pasado, pero he pensado que este año quería transmitir un mesaje positivo”. Por eso, Susana repite muchas veces y con fuerza la palabra vida, como si el estigma en torno al VIH se la hubiera robado del vocabulario durante muchos años.
Porque para llegar hasta hoy, Susana ha sentido rechazo, se ha ocultado e incluso ha pasado por una depresión que también tuvo que esconder: “Me ha costado muchísimo aceptar vivir toda la vida con esto”. Tenía 20 años cuando llegó el diagnóstico, por lo que ya ha pasado más parte de su vida siendo seropositvo que antes de serlo.
“Yo pensaba que me iba a morir todos los días, para mí todos los días eran el último. Intentas crear tu mundo en el que no pasa nada, todo está bien, como si fuese todo mentira”, recuerda Susana de la joven que fue. Y cayó en una depresión que tampoco podía contarle a casi nadie, aunque se acuerda de su hermano, quien ha sido siempre su gran apoyo.
“No lo puedes contar porque es como estar en un lado oscuro, que eres una persona drogadicta o una prostituta y yo soy una persona que no he tenido nada que ver con ese mundo, sino que me tocó. Soy heterosexual y tuve una relación con una persona infectada y me infectó”, explica.
Además, los antiretrovirales le provocaron una lipodistrofia, que consiste en que toda la grasa de las extremidades y la cara se va al abdomen, “Das una sensación de enfermedad, por lo que tienes que aceptar un cuerpo que no quieres, que no es tuyo y que te recuerda constantemente que eres diferente”, señala Susana de este efecto secundario que no se puede revertir.
Hoy se encuentra en una posición totalmente diferente y asegura que ha sido gracias a la terapia psicológica y a la Comisión AntiSida de Logroño, al paso del tiempo y a ir abriéndose más con la gente: “No revelo lo que tengo pero me encuentro más fuerte para poder afrontar las cosas”. Aunque cree que ha sido un camino progresivo, de poco a poco, sí hay un cambio importante en la percepción de la enfermedad: “empecé a ir a grupos de mujeres que también eran seropositivas y el primer año lo pasé llorando. Lloraba porque veía que estaban igual que yo y se reían y disfrutaban y yo pensaba: pues hay vida. Al año siguiente yo me puse en ese papel, fue la primera vez que me sentí libre”.
Susana ha tenido algunas parejas y lo ha explicado al principio “y no les ha importado, lo que da una sensación de que la gente empieza a entender”. Sin embargo, Susana es en realidad un nombre ficticio y esta enfermedad todavía se esconde: “Ser seropositivo no significa nada, ni siquiera contagio. Todavía relaciona el SIDA y el VIH, el SIDA es la enfermedad pero ser seropositivo es como quien tiene hipertensión. Basta ya de ponernos como apestosos”.
“No nos vamos a morir de esto, debemos darle un enfoque de vida”, subraya esta mujer treinta años después del diagnóstico. Hoy lleva una vida completamente normal, atada a una sola pastilla diaria -“como muchísimas personas”- y extremando los cuidados de la salud, pero una vida rutinaria que vive con libertad. Y así cierra la entrevista: “Libertad para el seropsitivo”.
0