El secuestro de un autobús en Manila con turistas procedentes de Hong Kong se salda con ocho víctimas mortales. Fue perpetrado ayer por un ex policía que quería lograr con ello su reinserción en el cuerpo, pero terminó abatido a tiros por las fuerzas especiales policiacas de Filipinas.
En el secuestro han muerto ocho ciudadanos de Hong Kong, según confirma el ministro de Sanidad filipino, Enrique Ona. Hay siete heridos más, uno de ellos de gravedad.
El secuestrador, Rolando Mendoza, había retenido inicialmente a unas 25 personas, pero había procedido a liberar a nueve de ellas. Tras horas de infructuosas negociaciones, las fuerzas especiales dieron el asalto hacia las 19:30 horas (hora local) después de escuchar disparos en el interior del autobús. Su conductor, que había conseguido escapar minutos antes, había señalado a la Policía que los rehenes ya estaban muertos.
Uno de los rehenes explicó que el secuestrador, armado con un fusil M-16 y con una pistola de calibre 45, comenzó a disparar al azar a los rehenes hacia las 20:00 horas. Su marido había utilizado su propio cuerpo como escudo para que no le alcanzaran los disparos a ella.
“El secuestrador está muerto. Optó por disparar a nuestros hombres”, ha explicado a la prensa el coronel de la Policía Nelson Yabut. “En nuestro primer asalto, el capitán Mendoza estaba tumbado en medio del pasillo y disparó a uno de nuestros agentes. En nuestro segundo asalto, le matamos”, ha puntualizado.
En el segundo asalto, el secuestrador se aproximó a la puerta del autobús, lo que fue aprovechado por el francotirador para alcanzarle, de ahí que las televisiones hayan podido recoger la imagen de Mendoza colgando muerto por la puerta delantera del vehículo. “Hicimos todo lo posible por negociar y poner fin a esto de forma pacífica, pero no nos dejó otra opción”, ha asegurado el responsable policial.
El jefe del Gobierno de Hong Kong criticó abiertamente la forma en que las autoridade filipinas habían gestionado el secuestro y su violento final, “decepcionante” según Donald Tsang.
Por su parte, el presidente filipino, Benigno Aquino, compareció ante los medios a medianoche (hora local) para defender la gestión de sus fuerzas de seguridad y afirmar que, aunque la primera intención era concluir el rapto de forma pacífica, “desafortunadamente todo cambió muy rápido”. No obstante, anunció la apertura de una investigación para aclarar posibles responsabilidades por la complicación de la situación y anticipó que estas pesquisas analizarán incluso el papel de los medios de comunicación, que han seguido con gran atención la evolución de los acontecimientos.