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FOTOS | Madrid a través de los letreros de sus establecimientos: la memoria del patrimonio gráfico

Marta Maroto

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La historia de Madrid narrada a través de sus seis letras. El recuerdo de una ciudad, en los letreros de sus tiendas y sus cientos de bares. Desde los marcos de las puertas y chaflanes de madera, los rótulos tejen vínculos, forjan relaciones entre vecinos y con el barrio. Por eso, para no perder esa parte de lo que fue nuestra vida en común, varias organizaciones “rescatan” los letreros de los comercios antiguos que cierran, y los almacenan. Ahora han formado una red que abarca toda la península ibérica y piden el reconocimiento institucional que merecen estos plásticos, vidrios y cerámicas que ya son parte de nuestro patrimonio.

“Ya verás cuando tengas mis años, Jacobo”, sonríe una señora de traje negro y piel blanquísima que dice estar a punto de cumplir los noventa. Él le devuelve el abrazo y se despide en el bar Lorena, en La Latina, donde desayuna casi a diario para sentirse en casa. La reforma del local no ha significado un cambio en su clientela, pero Jacobo sí lamenta que ahora el cartel de la puerta es menos singular: Mahou lo compró para pintarlo de negro y poner su logo, como en cientos de establecimientos más en toda la ciudad.

Jacobo y Alberto Graco, como se hacen llamar los fundadores de la plataforma Paco Graco llevan años dedicándose a la conservación de rótulos de locales que ya han cerrado en Madrid. Para ellos, estos elementos permiten nombrar y ubicar lugares comunes y puntos de encuentro, crean identidad y espacios donde se generan experiencias compartidas. Forman, además, parte del vocabulario del día a día —“quedamos en Sol, debajo del Tío Pepe” o “delante del Primark”— estructuran nuestro lenguaje y nos ayudan a entendernos.

Por eso, su conservación es “una lucha de sentido común por el patrimonio”, explica Alberto, arquitecto de carrera. Las calles del centro son un museo al aire libre de este patrimonio gráfico, y un recorrido por las tendencias artísticas y políticas que han ido transformando la ciudad.

Hubo un momento, a principios del siglo XX que Madrid fue Lisboa: las peluquerías, boticas y tabernas se revestían de azulejos que adornaban las fachadas y exhibían reclamos publicitarios. “Leche pura, para niños y enfermos”, reza la cerámica de La Gran Lechería de la calle Carlos Arniches, que se puso a dar bocatas antes de quedar cerrada y olvidada. “Servicio esmerado de higiene, lociones del país y extranjeras”, se lee en las paredes de una antigua peluquería reconvertida en bar en la calle Embajadores.

Los azulejos han tenido que ser restaurados en muchos casos, pero todavía mantienen el nombre de quienes los pintó. Sin embargo, los artesanos que idearon rótulos posteriores, sobre cristal o madera barnizada, no tenían esa consciencia de estar creando una obra de arte y no solían incluir su rúbrica, explica Sonia Taravilla, pluma detrás del blog El sereno de Madrid.

La Guerra Civil hizo saltar por los aires muchos de los letreros de vidrio que proliferaron en la II República, señala Alberto. Y el franquismo dio paso a una tipografía más sobria, medieval, con un corte más limpio y rectilíneo.

Art Decó, formas geométricas, con ilustraciones… Los rótulos cuentan la vida y las tradiciones de antes y muchas veces se encuentran de casualidad: reformando un edificio, levantando desconchones de pintura… No existe una lista oficial de rótulos históricos como reclaman las organizaciones que defienden estos símbolos, y las leyes de patrimonio son propias de cada comunidad.

Actualmente en Madrid solo se encuentran a salvo el Tío Pepe de Sol y el neón de Schweppes en Gran Vía, indultados a pesar de la ordenanza que propuso en 2010 el Ayuntamiento de Alberto Ruiz-Gallardón para reducir la contaminación lumínica en la capital. También se dio la posibilidad de obtener el mismo estatus, debido a su carácter histórico, a los letreros de BBVA en La Castellana y Firestone en O’Donell.

Para promulgar cambios que extiendan la protección a un mayor número de carteles y rótulos, más de una decena de organizaciones se han coordinado desde diferentes puntos de España para formar la Red Ibérica en Defensa del Patrimonio Gráfico. El proyecto pretende aumentar la visibilidad y fomentar la conservación de estos símbolos, explica desde Santander Federico Barrera, creador de la plataforma Santatipo. Los proyectos por la salvaguarda del patrimonio gráfico comercial “viven ahora un momento dulce”, señala, y apunta que gracias a que acaba de publicar un libro sobre el asunto ha logrado apoyo institucional y un lugar de almacenamiento de los rótulos que salva de la basura.

Alberto y Jacobo, sin embargo, tienen que trasladar los rótulos que “rescatan” a un almacén en Toledo a la espera, dicen, de que algún día exista un espacio público que cuide y exponga todos esos letreros. Todos esos rótulos que se tiran cuando un edificio cambia de uso y dueño, pero que forman parte de la historia viva de Madrid.

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