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Muchos hosteleros de Madrid no saben si volverán a levantar la persiana: “Esto es la auténtica ruina”

Una terraza con las mesas recogidas.

Marta Maroto

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Después de 25 años regentando uno de los bares de copas históricos de Malasaña, Rogelio no sabe si volverá a abrir su local. Aguantó la Ley Antitabaco, apretó los dientes y resistió a la crisis de 2008, y siguió al pie del cañón pese a que las recesiones redujeron el consumo en un sector que cuya actividad se ha ido reduciendo principalmente a viernes y sábados y en la época de invierno.

La crudeza e incertidumbre de una epidemia y depresión económica sin precedentes es tal que muchos hosteleros de Madrid se plantean estos días si es rentable levantar las persianas cuando la desescalada llegue a su negocio, lo que en el caso de los bares sin terraza será previsiblemente el 11 de mayo, en la segunda fase del plan de desconfinamiento anunciado por el Gobierno, y con un tercio del aforo. “Esto es la auténtica ruina, o hay unas ayudas claras o esto va a ser una debacle”, advierte Rogelio. 

La hostelería estalló la semana pasada ante las medidas del Ejecutivo anunciadas para la reapertura progresiva de los comercios, un sector cuyas previsiones tienen dimensiones de catástrofe. El 20% de los bares y restaurantes de Madrid, lo que suponen cerca de 4.000 negocios, tendrán que cerrar por quiebra durante este año 2020, según sus propios datos.

“La apertura la veo muy complicada, va a haber que recortar plantilla y la facturación se va a ver muy mermada”, continúa Julián, propietario de dos bares con terraza. No ha abierto su local este lunes porque no tiene comidas ni menús. Pese a que espera poder abrir la terraza de su otro local al 50% el próximo 11 de mayo, calcula que entre la caída del consumo y la falta absoluta de turistas, su facturación anual caerá hasta la mitad.

A Fernando y Alejandro tampoco les salen las cuentas. “Me tengo que aguantar pero puede que llegue el momento de que no pueda seguir”, titubea Fernando apoyado en una de las mesas de su taberna, vacía desde el 12 de marzo. No se ha puesto todavía en serio con las matemáticas, pero ya afirma que pensando fríamente en los números no le compensa volver a levantar la persiana, esa en la que esperanzado colgó un cartel prometiendo una apertura rápida cuando pasase el chaparrón. “Si intentamos seguir adelante es porque llevamos 20 años abiertos, somos una familia”, tiene 15 trabajadores en plantilla, todos sujetos ahora a un ERTE cuya prestación aún no ha llegado, y ha tenido que adelantar pagas a los empleados que peor lo están pasando estos días.  

La taberna no tiene servicio de envío ni de comidas a domicilio, algo que ahora Fernando va a tratar de implantar. Sin terraza ni espacio exterior para una, confía poder reabrir a un tercio del aforo cuando la Comunidad de Madrid entre en la segunda fase de la desescalada. 

Con ingresos a cero, los hosteleros tratan de reducir los gastos fijos. A pesar de las moratorias y ayudas extraordinarias al pago de alquileres comerciales, la batalla que la inmensa mayoría afirman estar librando es la negociación del precio con sus arrendadores. “En uno de mis locales no tengo que pagar hasta que esto termine, quien me lo alquila fue comprensivo. En otro negocié y pago la mitad, y en otro me dijeron que tenía que pagar todo y me amenazaron con un desahucio si no lo hacía”, resume Edilberto Collazos, dueño de tres locales. La renta de los alquileres en el centro de Madrid abarca una horquilla muy amplia en función de la zona. Así, puede suponer un gasto mensual entre 2.000 y 25.000 euros según SOS Pymes.

Para no entorpecer estas conversaciones en las que muchos propietarios llevan días al teléfono, la mayoría de los entrevistados se muestran reacios a dar el nombre de su local. Por eso y por el encontronazo con las asociaciones de vecinos después de que la hostelería propusiese medidas de ampliación de terrazas y horarios como plan de choque. Inmediatamente y de forma unánime, las agrupaciones vecinales lanzaron un comunicado en el que se oponían a que “las calles de nuestros barrios se conviertan en bares al aire libre”. “Necesitamos solidaridad y arrimar el hombro, ya más adelante hablaremos otra vez, pero viven muchas familias de esto, no es el momento de batallar contra los bares”, consideraba por su parte Julián. El sector supone un 4,6% del PIB de la ciudad de Madrid y estima que perderá más de 30.000 empleos.

Rogelio hace hincapié en que la mayoría de los empresarios hosteleros son pequeñas pymes y autónomos: “trabajamos, ponemos copas, estamos al pie del cañón ganándonos nuestro pan”. Considera “imposible” abrir con un tercio del aforo, que se ampliará a la mitad a partir del 26 de mayo si no hay que dar marcha atrás en la desescalada. “¿Cómo trabajo con 15 personas a 3,5 euros la cerveza y 7 las copas cerrando a las 03.30 viernes y sábados?”, justifica, sin embargo, no se plantea subir los precios.

“La crisis nos va a tocar a todos y sería un negocio dirigido a las clases más pudientes”, razona. Fernando, dueño de una taberna donde tiraba cañas y daba menús por debajo de 10 euros, también se muestra reacio a subidas. “Sobrevivirán las grandes cadenas”, las empresas internacionales que puedan asumir la reducción de la facturación y la inversión que previsiblemente habrá que hacer en reforzar las medidas sanitarias. Y entonces Madrid se convertirá en una gran franquicia. 

Ruth regenta dos del apenas medio centenar de bares que ofrecen música en vivo en la capital y augura un futuro muy duro a este tipo de oferta cultural. “La música en vivo en Madrid está casi desaparecida, si pretenden que la gente vaya a un tercio, cómo vamos a hacer que sea rentable que un músico venga a tocar”, sostiene. Apela a la responsabilidad de cada uno y considera que debería generarse un punto de encuentro que permita una reapertura de los comercios capaz de salvaguardar su economía. “Están haciendo que recaiga sobre nosotros algo característico de la idiosincrasia de nuestra sociedad. Los test son vitales y creo que nos están cargando de responsabilidades a nosotros, a los que además nos tratan como empresarios de segunda”, continúa al teléfono, y afirma que no sabe cuándo podrá reabrir su local. 

“Ahora en nuestro sector, lo único que invita al optimismo…”, pero Fernando se corta a sí mismo. No sabe cómo terminar la frase.

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