El PP logrará investir a Ángel Garrido pero queda en manos de Ciudadanos hasta el fin de la legislatura
La Comunidad de Madrid tendrá este viernes nuevo presidente del PP. Los populares dan así por completado el relevo de Cristina Cifuentes. Han logrado que no se produzca el mal mayor, perder el poder en la región, pero deben afrontar ahora una travesía mucho más larga y, posiblemente mucho más dura, que pone en juego sus posibilidades de mantener el feudo a partir de 2019.
En los meses que quedan hasta mayo del año que viene, el Ejecutivo de Ángel Garrido debe completar el programa electoral del PP. Es el compromiso único que se ha marcado en su discurso el candidato, que sabe, sin embargo, lo complicado que será hacerlo frente a tres bancadas –la de Podemos, PSOE y Ciudadanos– en posición de ataque y mientras intenta que sus votantes no le abandonen en el camino.
Así las circunstancias, el futuro presidente ha tomado el camino de enmedio y trata de ofrecerse como un Suárez de 2018: un político dialogante y capaz de llegar a consensos desde el “centro reformista” que asume, y además lo dice, que su servicio en la Puerta del Sol acabará tras las elecciones de 2019. Un sostén transitorio que no espante más a los votantes que las encuestas dicen que el PP ya ha perdido.
En el partido saben que ahora hay que ganárselos de nuevo y trata de encapsular los malos resultados demoscópicos en la crisis Cifuentes, cuyo alcance es aún desconocido. Por lo pronto, las dudas sobre el expediente académico se han extendido a una de las grandes promesas del partido, el vicesecretario Pablo Casado, cuyo máster está siendo investigado por la misma jueza que lleva el caso de la expresidenta.
El PP no pasa por su mejor momento. Desde Génova insisten en que el partido está “unido y fuerte” pero saben que a partir de ahora no se pueden arriesgar al más mínimo fallo. En Madrid, los de Garrido están más solos que nunca. Ciudadanos ha dado por roto el acuerdo de investidura y apoyarán puntualmente al PP. “Ley a ley”, dijo Albert Rivera.
Los populares se han quedado sin suelo donde pisar y reactivan la batalla por el centro político ahora que Ciudadanos se da por colocado y propietario de ese lugar. “Si hay un color del centro es del de Ciudadanos. Si quieren venir, bienvenido, señor Garrido”, ha espetado el portavoz Ignacio Aguado.
Con 48 diputados, los populares no pueden sacar ninguna iniciativa adelante y corren el riesgo de convertirse en rehenes de los de Rivera ahora que la formación naranja está henchida por las encuestas y sabe que tiene la sartén por el mango. La caída de Cifuentes les ha dado argumentos para reforzar su poder siendo, paradójicamente, el grupo con menos diputados.
Y mientras el portavoz Ignacio Aguado pinta a Garrido como un presidente “de paso” y le despoja de todo peso político, el candidato agradece a Ciudadanos su apoyo en la investidura y les recuerda que, si fuera por el PP, el acuerdo de 2015 seguiría en vigor.
El tripartito de la oposición, como se refería Cifuentes a Podemos, PSOE y Ciudadanos en los últimos tiempos, tiene más capacidad que nunca para empujar a los populares al abismo. En el último pleno, sin ir más lejos, los de Aguado respaldaron inéditamente dos iniciativas de Podemos.
En este contexto, el Gobierno tiene algunas asignaturas pendientes que solo podrán convertirse en realidad con el apoyo de Ciudadanos: la ley del suelo, la ley de universidades, las dos leyes de regeneración... Grandes proyectos de legislatura que se arriesgan a quedar en la estacada si los de Aguado les fallan. Algunos, por una cuestión de tiempos parlamentarios, tienen en todo caso pocas posibilidades de completarse, con independencia de la postura de Ciudadanos.
Así que el único clavo ardiendo que le queda al PP para dar la batalla en 2019 es el desembarco de candidatos. Será después del verano, momento a partir del que tendrán que conjugar una acción de Gobierno discreta con un presidente de perfil bajo, cuya casi única misión es evitar que salte un nuevo escándalo, con una precampaña que se prevé, además de intensa, encarnizada. Hay mucho en juego.