Compras en el Madrid del coronavirus: servir con las manos o medirte la temperatura para entrar al súper

Para poder comprar en el supermercado asiático de Antonio Grilo hay que llevar mascarilla puesta y pasar un control de temperatura con un termómetro sin contacto. Si tienes menos de 37,5ºC puedes entrar. Si no, te quedas fuera. El control lo lleva a cabo la cajera, que está cubierta de pies a cabeza con mono deshechable, mascarilla, guantes y gafas. Un vestuario similar al que llevan los sanitarios que tratan diariamente a enfermos de coronavirus en los hospitales. Además, el mostrador está protegido por una mampara que separa al cliente del vendedor a la altura de la cara. Y el cruce de palabras es el mínimo necesario para completar la transacción.

Este supermercado que parece sacado del centro mismo de Wuhan es probablemente el que más precauciones guarda en todo Malasaña para que no accedan a su interior enfermos de SARS-CoV-2, el virus que desde hace unos días ha dado la vuelta a la vida de todos los madrileños. Es también una llamativa excepción en un barrio donde algunas rutinas para hacer la compra han cambiado pero en el que no se observan medidas especiales más allá de guardar la distancia de seguridad recomendada entre las pocas personas que se observan por la calle.

Sí que llamaban la atención este inicio de semana las colas para entrar a supermercados como el Dia de la Corredera, donde Policía Municipal y soldados de la Unidad Militar de Emergencia (UME) ponían orden mientras sus clientes esperaban pacientemente para entrar y respetar la distancia (de entre uno y dos metros) que piden guardar las autoridades sanitarias para evitar la expansión del virus.

Como lo de hacer cola sin pegarse es nuevo, este primer lunes de confinamiento obligado causaba estampas raras y hasta ridículas como la de la calle Espíritu Santo, donde cinco personas aguardaban alrededor de la estrecha panadería, algunas incluso en la acera contraria, esperando turno para entrar de una en una. “Vamos a hacer una cola aquí, aunque guardemos la distancia, que parece que estamos enfadados”, les sugería un joven que aguardaba junto a la puerta, al ver que necesitaban pedirse el turno a gritos.

Para evitar aglomeraciones, algunos comercios han colocado carteles avisando a los clientes que no se agolpen en el interior. En el asador de pollos de la Plaza de San Ildefonso piden que no accedan más de 3 personas a la vez “por el bien de todos”. Otras tiendas han cerrado esta semana, especialmente las regentadas por chinos: ha sucedido en el Supermercado Internacional de la calle Espíritu Santo o en el Don Fruta de la calle San Bernardo. Las tiendas que no sirven alimentos tuvieron que bajar la persiana el sábado. Muchos bares y discotecas ya lo habían hecho antes, el jueves.

Aunque no se han demostrado efectivas para detener la expansión de la enfermedad en personas sanas, las mascarillas también protagonizan este primer lunes de compras. Las llevan sobre todo los clientes, aunque también se ven en algún empleado. En principio, solo se las deberían poner las personas enfermas por coronavirus, pero en Corea del Sur, uno de los países que se pone como ejemplo para la contención de la enfermedad, se pidió a los ciudadanos que no se las quitaran ni en casa.

En Madrid y por recomendación de las autoridades sanitarias, solo han de llevar mascarillas en los hospitales los profesionales sanitarios que tratan con enfermos del Covid-19, además de los propios afectados. Pero desde hace una semana cada vez más gente las viste por la calle (otras se tapan con pañuelos y bufandas) y también las reclaman las fuerzas de seguridad desplegadas durante el estado de alarma como elemento de autoprotección. Se han convertido en uno de los símbolos de esta crisis. Y en uno de los objetos que antes se acabaron de farmacias y tiendas especialidadas.

En mercados municipales como el de Barceló o el de Mostenses tampoco hay aglomeraciones. La mayoría de tenderos llevan guantes, aunque las medidas de higiene adicionales no van mucho más allá. Un rider de Globo que también hace la compra afirma que esta seamna la gente casi no pide comida de supermercado. “Deben de estar comiéndose toda la pasta que compraron la semana pasada”, bromea en un puesto de fruta y verduras.

Sin mascarilla y sin guantes pero con las medidas de higiene habitual, un charcutero de la Corredera de San Pablo corta jamón mientras comenta que todo está más tranquilo esta semana, después de vivir el viernes una jornada de mucho acopio por parte de clientes. “Pero aquí no fue como en los supermercados, solo tuvimos jaleo ese día”, explica a Somos Malasaña mientras charla también con uno de sus proveedores, que esta semana espera poco trabajo: la empresa ha dado vacaciones a la mitad de la plantilla, confirma.

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