“Los tesoros del barrio están cerrados a los vecinos”

Carlos Osorio es pintor, escritor y vecino preocupado por la historia y el patrimonio cultural del centro de Madrid y, muy especialmente, de Malasaña, lugar en el que reside.

Miembro activo de ACIBU, está inmerso en una interesante cruzada: lograr que los tesoros artísticos del barrio no estén cerrados a los vecinos, cosa que sucede en la actualidad. Junto a la asociación vecinal ultima una propuesta en este sentido que presentarán a Ayuntamiento, Comunidad de Madrid y Ministerio de Cultura.

Iglesias barrocas de Malasaña

“Las iglesias barrocas del barrio, como la de San Plácido, San Antonio de los Alemanes, San Marcos, Montserrat o las Mercedarias de Juan de Alarcón tienen gran importancia artística. Incluso otras menores como las de Maravillas, las Salesas, San Martín o la Buena Dicha la tienen”, afirma.

Sin embargo, para los vecinos es muy difícil acceder al patrimonio artístico que encierran estos templos, “cuyas restauraciones financiamos con nuestros impuestos”. “Hay una normativa que les exige admitir visitas, pero tan sólo suelen ser accesibles en horario de misa y no se puede molestar durante los oficios”

“En contra de lo que se pueda pensar, las iglesias no tienen dinero, excepto las gestionadas por el OPUS, y no pueden mantener a una persona para que las enseñe. Por eso y porque les viene mal y no hay interés, ponen muy difícil el acceso público a los templos”, asegura Osorio, quien plantea que sean las administraciones las que se encarguen de garantizar la entrada a todo aquel que quiera visitar estos espacios, generando al mismo tiempo tanto puestos de trabajo como un añadido valor turístico a la zona.

Sabedor de la poca receptividad que este tipo de propuestas genera en la Administración, Carlos cree que “la manera de que te hagan caso es haciendo algo de ruido”, cosa que no descartan desde la asociación vecinal en caso de que fuera necesario recurrir a esta estrategia.

Las joyas del barrio

Malasaña era “un barrio conventual en el siglo XVII, todo estaba lleno de iglesias y de conventos, de los que sólo perdura entero el de las Comendadoras”, prosigue. “Pero la riqueza cultural del barrio no está sólo en los edificios religiosos. Está, por ejemplo el Paraninfo de la Universidad Central de San Bernardo, principal monumento de la arquitectura isabelina de la zona, y el Palacio de Liria, monumento nacional donde hay obras de Goya o El Greco y cuyos dueños también estarían obligados por ley a admitir visitas una vez por semana”.

“Todo está cerrado para los vecinos”, con la honrosa excepción del Cuartel del Conde Duque, apunta un Carlos Osorio que a la hora de elegir las joyas culturales del vecindario no duda en destacar por encima de todas al Cristo Yacente de Gregorio Fernández (que se encuentra en un pequeña capilla de San Plácido a la que la hermana encargada de mostrar la iglesia no deja acceder), y a la talla de madera policromada del siglo XVII de la Virgen de la Misericordia que hay en una pequeña capilla pegada a la iglesia de la Buena Dicha.

Saber y compartir

Carlos Osorio disfruta investigando sobre la historia del centro de Madrid. A los dos libros que tiene escritos sobre tabernas y tapas de la capital pronto se le unirá uno sobre comercios históricos anteriores a 1950, en el que lleva dos años trabajando y que espera tener acabado en breve, y otro a más largo plazo sobre la historia de Casa Labra, Casa Alberto y Vinos el Abuelo.

Paralelamente a su actividad como investigador desarrolla una faceta divulgativa con la que pretende “compartir con los demás lo bien que me lo paso”. Desde 2004 organiza paseos culturales gratuitos para los vecinos a través de ACIBU y desde 2007 mantiene un instructivo blog que alimenta frecuentemente, Caminando por Madrid.

Su implicación con Malasaña aparece incluso en su otra gran pasión, la pintura. Entre las temáticas de sus cuadros realistas, quienes somos asiduos de las calles de la zona identificamos con facilidad tanto a mendigos del barrio como a comercios antiguos de la zona centro.

Activo como pocos, en su cabeza tiene fijado otro objetivo: la creación de un Museo de Artes y Tradiciones Populares que reúna el mobiliario y los adornos de esas tiendas tradicionales que van desapareciendo, los tesoros que guardan en sus talleres los artesanos que se van jubilando, los típicos organillos... “Todo esto va cayendo en manos de coleccionistas particulares”, se lamenta, “ante la pasividad de las autoridades”