Quien no se haya topado con Marcelo López-Conde en algún bar de Malasaña será porque muy pocas veces habrá pisado uno, al menos en los últimos cuatro años. De 19 a 23 horas, a diario, Marcelo ejerce de “promotor literario”, que es como se define, recorriendo de 30 a 40 locales por jornada. Se acerca a las mesas, interrumpe con tacto conversaciones ajenas y presenta un pequeño catálogo de libros y autores por si a alguna de las personas que amablemente aborda se le ofrece comprar literatura. Suele suceder que sí. El más caro de los ejemplares que pasea cuesta 10 euros; los más vendidos -apunta orgulloso-, sus propios libros: 'Cuentos inmobiliarios (I)' y 'Cuentos inmobiliarios (II)'.
Marcelo es ya todo un personaje de Malasaña. Argentino de Buenos Aires, regentó dos cafés literarios en su país natal antes de llegar a Madrid en 2001, donde casi de inmediato se sumó a una tertulia de escritores en el Café Comercial mientras que hacía carrera en el sector inmobiliario, que es realmente para lo que se formó y de lo que vive. De aquella primera tertulia salió su primer libro, autoeditado. Con los ejemplares en la mano del original 'Cuentos inmobiliarios' llegó la pregunta que le haría ver la luz: “¿Y qué hago ahora con mis libros?”. “Ofrecerlos por los cafés”, se contestó él mismo. Corría el año 2005 y no tardó en vender toda la edición.
“La respuesta de la gente a mi propuesta fue muy positiva -recuerda- y eso me hizo pensar que verdaderamente en los cafés había espacio para acercar al público la literatura, que los cafés podían ser lugares de distribución distintos. Los mismos clientes me preguntaban si no disponía de más libros y a partir de 2008 comencé a ofrecer también clásicos literarios. Ya en 2010, cuando publiqué los segundos 'Cuentos inmobiliarios', esta vez con LC ediciones, fue cuando me dediqué a presentar de mesa en mesa libros de autores noveles -poesía, narrativa, ensayos...-. Los nuevos autores estamos un poco indefensos y toca pelear para darnos a conocer. La opción que he elegido para hacerlo funciona y, además, la disfruto. Me da la oportunidad de conocer muchos bares, gente que hace cosas interesantes, hacer muchos amigos; la gente te cuenta miles de cosas y hay 'feedback' sobre las lecturas que te compran y te comentan cuando vuelves a encontrártelos en cualquier local”.
Marcelo afirma que le gustaría que más personas se acoplaran a su proyecto de promoción literaria, aunque reconoce que hay que tener madera para ello. A la pregunta de cómo se las apaña para lograr vender libros de desconocidos a desconocidos a los que aborda en un café responde con seguridad: “La calidad de un libro se nota enseguida desde la primera página y luego depende mucho, claro está de lo que te diga el vendedor. Yo les cuento de qué va el libro, les explico cosas de sus autores, a quienes conozco personalmente en muchos casos; hago un poco la labor que realizaban muchos libreros antiguamente y que se ha perdido en muchas librerías. Además, ya tengo una clientela fija que confía en mis recomendaciones y de la que conozco sus gustos. En definitiva, no es tan difícil, la gente escucha y, sin compromiso, decide. A los cafés las personas van a conversar pero también a buscar y encontrar una vida social rica. Por supuesto, es preciso saber a qué lugar vas. Yo no entro en cualquier bar, sino que tengo mis elegidos, y tampoco ofrezco libros en las terrazas; quienes eligen el interior de un local son quienes buscan un relax, una atmósfera, un espacio”.
A su faceta de promotor literario, de librero antiguo ambulante, Marcelo añade de vez en cuando la de lector de relatos y presentador de nuevos libros en distintos espacios del barrio y, cada viernes, de 16 a 17:30 horas, en el café de Ruiz conduce el 'Café literario 1980', una tertulia-taller de introducción a la literatura creativa en donde ayuda a la gente a comenzar a contar historias. Al tiempo, ultima su tercer libro que, cómo no, volverá a llamarse como los dos anteriores, 'Cuentos inmobiliarios'. “Los llamo siempre igual porque más que libros los cuentos inmobiliarios son un género literario -aclara-, un género que aúna mi faceta literaria con mi faceta profesional”.
Para finalizar, pedimos a Marcelo que nos recomiende uno solo de los 10 ó 12 autores que ahora mismo va ofreciendo de bar en bar. “Inma Millás, hermana de Juan José Millás, me parece una grandísima autora. Ahora que si fueras uno de los muchos extranjeros que pueblan los cafés del barrio te recomendaría cualquiera de los libros de microrrelatos que llevo, lo mejor para practicar español difrutando”.