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Simple, pero vital: 100 años del parasol

La visera exterior que incorporó por primera vez el Ford T.

Paula Ulloa

El Ford T, que se considera el primer vehículo producido en serie en una cadena de montaje, fue también el primero que montó un parasol, en 1924. A lo largo de estos 100 años, este invento sencillo, económico y práctico ha sufrido pocas evoluciones, y la principal se produjo solo unos años después de su nacimiento, cuando los parasoles originales, que eran unas viseras desplegables instaladas en el exterior del parabrisas, pasaron a ser interiores y abatibles.

En 1928, la compañía Face a Lite comienza ya a comercializar, como accesorio, un parasol interior, y en 1930 algunos modelos de Packard se disponen a ofrecerlos como elemento opcional. En los siguientes años se popularizaron entre todos los automóviles, con una breve vuelta, en la década de los años 1950 -sobre todo, en pick-up americanas-, de los parasoles exteriores montados sobre el parabrisas.

Desde entonces, las únicas evoluciones de importancia que han experimentado han sido el soporte que permite su movimiento lateral y la inclusión de espejos y luces interiores. Los espejos, que inicialmente solo se instalaban en el parasol derecho porque los fabricantes consideraban que era el lugar que, habitualmente, ocupaban las mujeres, ya suelen ir montados en ambos parasoles.

Aunque el objeto en sí no llegaría a emplearse hasta bastantes años más tarde, los estadounidenses Charles H. Schumachery Albert A. Schmalz inventaron el parasol moderno, abatible y pivotable, allá por 1918, que registraron con la correspondiente patente. Esta lo describe textualmente como “un escudo contra el deslumbramiento especialmente adaptado para ser aplicado en el marco del parabrisas de un automóvil, con un brazo que pivota y puede ajustarse a cualquier posición”.

En 1927, la empresa norteamericana Face a Lite Manufacturing patenta un sistema similar y lo pone en el mercado con éxito como accesorio. Un anuncio en la revista Popular Mechanics se refiere al invento en estos términos: “Los deslumbramientos causan cientos de accidentes al año. Con un parasol Face-a-lite puedes puede seguir conduciendo sin reducir la velocidad y sin el más mínimo peligro con las luces de otro coche o con el sol de frente”.

No les faltaba razón a los publicistas de esta firma estadounidense. Numerosos estudios realizados en todo el mundo han puesto de manifiesto la incidencia de los deslumbramientos producidos por el sol en los accidentes de tráfico. En España, la Dirección General de Tráfico ha calculado que un 5% de los siniestros que tienen lugar en las horas crepusculares están producidos por deslumbramientos.

Según la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en Carretera de Estados Unidos (NHTSA), el resplandor del sol provoca aproximadamente 9.000 accidentes al año y constituye la segunda razón ambiental por la que los conductores se accidentan, después de la lluvia.

Se ha demostrado cómo el tráfico en dirección este por la mañana, y en dirección oeste por la tarde, registra más colisiones. Y cómo este fenómeno se incrementa en primavera y otoño, por el ángulo de incidencia solar y porque en esa época las horas de salida y puesta del sol coinciden más con las horas de desplazamiento al trabajo. En un deslumbramiento por el sol, las colisiones más habituales son por alcance y en ángulo recto.

El otro peligro del sol al volante

Además de afectar a la seguridad de la conducción, el sol también afecta a la salud (sobre todo) de quienes se sientan al volante. La exposición a los rayos ultravioleta (UV) que recibimos a través de los cristales de un automóvil es especialmente alta. En la mayoría de los vehículos, solo el parabrisas proporciona protección frente a esta amenaza, y son pocos los modelos con ventanillas laterales que ofrecen alguna resistencia a este tipo de radiación.

La exposición a los rayos UV es acumulativa y está asociada al 90% de todos los cánceres de piel. Numerosos estudios han demostrado daños asimétricos en la piel de conductores habituales, cuyo brazo izquierdo y la parte correspondiente de la cara (y el derecho en aquellos países en los que se conduce por ese lado) sufren más lesiones.

En general, la ley no permite oscurecer las ventanillas laterales delanteras, pero sí está permitido hacerlo en las traseras, plazas en las que viajan los niños, que son más sensibles a la exposición. La Skin Cancer Foundation recomienda laminar las lunas de los vehículos para prevenir en lo posible la aparición de melanomas y otros cánceres de piel.

En nuestro país, la única excepción a lo recién dicho lo encontramos en los enfermos de lupus, una enfermedad autoinmune que empeora con la exposición al sol, quienes están autorizados a laminar las ventanillas delanteras de sus vehículos con arreglo a la orden IET 543 del 14 de marzo de 2012.

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