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“El solo esfuerzo de tratar de comprender nos hace alcanzar un estado de existencia extraordinario”

Paco Ñíguez, artista

Javier Castro Flórez

Hasta el 10 de Marzo podrá verse en el MURAM Museo Regional de Arte Moderno la exposición “Noche transfigurada” del artista Paco Ñíguez (Cartagena 1959). Licenciado en Bellas Artes por la Facultad San Carlos de Valencia, tras finalizar sus estudios conjuga su actividad artística con la docencia y desde 2007 imparte docencia como profesor asociado en la Facultad de Bellas Artes de Murcia.

Esta exposición es una oportunidad excelente de contemplar la obra de un pintor realmente singular cuya obra, alejada del ruido de las modas, está llena de misterio acentuado por la presencia silenciosa de la figura humana en espacios indeterminados. “Noche transfigurada” nos permite redescubrir a un artista que tal vez no haya tenido la visibilidad que sin duda su trabajo merece.

Tu exposición en el MURAM recoge tus últimos trabajos, pero también pueden verse algunas obras anteriores lo que permite apreciar la coherencia de toda tu trayectoria ¿Cómo te planteaste este proyecto?, ¿Qué es “Noche transfigurada”?

La exposición está compuesta por cuarenta y cuatro obras de las que aproximadamente dos terceras partes son recientes e inéditas, y el resto, una selección de obras ya expuestas anteriormente. Esto permite mostrar la continuidad respecto a la temática y, por otra parte, ver algunas diferencias formales y técnicas en los últimos trabajos. Puede apreciarse por ejemplo, un mayor recorrido cromático, más experimentación en el manejo de la materia y un lenguaje formal más abierto.

Se incluye también en esta producción última, una serie de dibujos, algunos de gran formato, realizados con procedimientos secos. El dibujo me permite ampliar el discurso, su carácter inmediato hace que todo fluya de otra manera; supone una dimensión distinta, el tratamiento de otras opciones expresivas.

Respecto a la temática, como he dicho antes, no hay diferencias notables con respecto a trabajos anteriores. Básicamente se muestra la figura humana en un entorno indeterminado y a la vez poético y misterioso. Son habitantes de mi mundo, invenciones salidas de mi conciencia, de mi memoria y del archivo mental de mi experiencia. Procuro que todo se manifieste de una forma natural a la hora de pintar; trato de no pensar, intento caminar sin identidad hacia lo desconocido.

El título, “Noche Transfigurada” tiene un sentido metafórico y no hace alusión a la temática particular de las obras sino al propio acto de la creación, a la capacidad del arte, también del pensamiento, de plantear hipótesis sobre la verdad. ¿De dónde venimos, quiénes somos, a dónde vamos? Sabemos que no hay respuesta, que la verdad es inalcanzable, pero también sabemos, que el solo esfuerzo de tratar de comprender nos hace alcanzar un estado de existencia extraordinario.

En los textos que los críticos han escrito sobre ti hay una serie de palabras que aparecen con frecuencia y que creo que definen bien tu obra: silencio, misterio, quietud, melancolía, tiempo detenido… pero hay algo de lo que me parece que no se ha hablado con suficiente amplitud: del papel esencial que en tus trabajos tiene el rostro y especialmente la mirada. De hecho en la exposición hay una pieza fantástica que se titula “mirada infinita” y otra “El ojo viviente”… ¿Qué importancia tiene en tus pinturas esa mirada que nos mira?

Me gusta el silencio de los iconos ortodoxos. Resulta fascinante esa apariencia de ingenua complejidad que es capaz de transportarnos a un espacio sin tiempo, donde uno se siente más cerca de la idea de “verdad”. Es como, si de una forma inconsciente, se dispusiera un orden o se acertara una clave que condensara todo lo disperso y desconocido.

La mirada de los personajes que aparecen en estos iconos, generalmente condenados a la quietud y a la simetría más estricta, es transmisora de una experiencia superior, de un estado de conciencia absoluto. El rostro se libera de sus rasgos más humanos y se convierte en algo eterno y universal, en símbolo de permanencia y, al mismo tiempo, de continuidad.

Al margen de estas reflexiones y de otras muchas que se puedan hacer sobre el sentido de la mirada en la historia de la pintura, en mi caso, la mirada, es algo recurrente que se me impone de forma natural. Para mí un cuadro, en primera instancia, es un espejo, un soporte para la reflexión y el conocimiento, y una vez resuelta esta fase, pasa a ser una ventana o una puerta abierta a la curiosidad del espectador, que puede entrar y participar de mi experiencia. Yo me encuentro siempre en los personajes que pinto, sus miradas son la mía propia que, de alguna manera está invitando a la contemplación.

Hablas de permanencia, de continuidad y esto me hace recordar los maravillosos retratos de las momias de El Fayum que tanta relación tienen con tu trabajo, que, como has dicho en alguna ocasión hablando de la importancia de la memoria, es un intento de superar el tiempo, de crear un espacio no sometido a él. ¿No hay en el fondo de tu trabajo una fuerte carga elegiaca, melancólica? ¿No son estos rostros en cierto modo instantes robados a la muerte?

Es verdad que siento fascinación por los retratos de El Fayum; considero que son un auténtico conjuro, seres devueltos a la vida que nos miran con la serenidad del que ha estado al otro lado. Para mí constituyen un paradigma de lo que debe ser el arte y de la función que debe desempeñar: situarnos lo más cerca posible de la verdad y paliar de alguna manera la incertidumbre que nos abruma y nos limita. No es el único ejemplo, sin duda la historia del arte está plagada de obras con una dimensión casi sobrenatural que estimula nuestra capacidad de acceder al gran misterio que es la vida.

En cuanto a la melancolía que mencionas en tu pregunta, es cierto que la hay en mi obra, pero además me atrevería a decir que no hay verdadero arte sin melancolía. Tal como yo la concibo, es un sentimiento generador y activo, pese a lo que se pueda pensar. La melancolía no es tristeza; yo la siento como un vacío, como una carencia ancestral instalada en lo más profundo que te hace sentir incompleto en todo momento. El arte es una forma de tratar de llenar ese vacío. Cuántas obras literarias, musicales, pictóricas, profundamente melancólicas nos hacen sentir reparados, aliviados; no es tristeza lo que sentimos sino, más bien, que ese artificio de precisión, sea verso, pasaje musical o imagen, logra hacernos sentir en plenitud por un instante. Nada hecho desde la tristeza tiene ese poder, es la diferencia…

Finalmente querría saber si crees que tu trabajo ha tenido en estos años el eco que sin duda ninguna merece. Me da la sensación de que eres en cierta medida un artista secreto, tal vez por lo atemporal de tu obra tan ajena a modas.

No suelo hacer este tipo de balances, pero creo que el carácter de mi obra no tiene nada que ver con que tenga más o menos eco. Como sabes llevo muchos años dedicándome a la docencia, también he formado una familia; este hecho que a priori parece que pueda mermar una carrera artística, en mi caso, me ha dado el equilibrio necesario para seguir pintando; quizás renunciando a una mayor producción o a un currículum más abultado, pero, en definitiva, qué es lo más importante; no se puede vivir constantemente en la metafísica, uno debe rendir su tributo a la realidad. Por tanto, yo no cambiaría nada. Mi familia es lo más importante, sin duda, y mi trabajo en el instituto me ha permitido mantener mi independencia a la hora de crear. De todas formas, aunque a intervalos, no he dejado de pintar nunca, porque amo la pintura y la considero necesaria, no sólo para mí, sino como dije ya en una ocasión, para que el mundo no enferme; al fin y al cabo, el arte y la cultura es lo mejor que queda de nosotros en nuestro paso por la vida.

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