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Premio Nacional de Narrativa

Raúl Quinto, escritor: “Es hora de que los hijos de obreros podamos asaltar los templos de la cultura”

El escritor Raúl Quinto, Premio Nacional de Literatura por su obra 'Martinete del rey sombra', posa en la plaza Juan XXIII de Cartagena, momentos antes de la inauguración de la Feria del Libro de la ciudad. (16-10-2024).

Álvaro García Sánchez

Cartagena —
20 de octubre de 2024 10:41 h

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El reciente ganador del Premio Nacional de Narrativa, Raúl Quinto (Cartagena, 1978), es recibido al atardecer en su ciudad natal con un breve clamor de aplausos. Unos minutos antes ha dado el pregón de la Feria del Libro en la plaza Juan XXIII, y ahora sale un poco agitado de la caseta donde ha estado firmando ejemplares de Martinete del rey sombra (Jekyll & Jill, 2023)el libro que lo ha encumbrado a lo más alto del panorama literario español. Quinto recibe a elDiario.es todavía tratando de adaptarse a la extrañeza del galardón, consciente del impulso que puede suponer en su carrera, después de más de 20 años publicando. Recuerda con precisión, el pasado viernes por la mañana, cuando estaba en su casa de Almería, la llamada del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, y también cuando unos meses antes, en abril, obtuvo el Premio de la Crítica. Aunque todavía no se lo cree del todo, se ha convertido en el decimotercer escritor español que consigue conquistar ambos premios con una misma obra. Su nombre figura en la lista junto a autores de la talla de Ana María Matute o Antonio Muñoz Molina.

Cientos de personas pasean por las casetas de la Feria de Cartagena. En un solo puesto hay tantos libros recién impresos que uno puede pasarse horas mirando sin haberlos visto todos. “Leer va de compartir memoria y de cultivar el horizonte. Es libertad, es mirar distinto”, ha dicho Raúl Quinto en su discurso del pregón. Y no de casualidad. Su Martinete del rey sombra narra el intento de exterminio que llevó a cabo la monarquía de Fernando VI contra la población gitana en el año 1749. Fue conocido como la Gran Redada. “El libro habla sobre los que perpetraron el horror, y de los que fueron aplastados por él”, dice, ya sentado en un sillón de terciopelo, a un costado de la plaza. A tan solo unas pocas calles de distancia, el mismo Arsenal Militar de la ciudad portuaria fue levantado por gitanos esclavizados durante aquel trágico episodio. En su fachada no hay ninguna placa conmemorativa que lo recuerde.

Raúl Quinto habla con vehemencia del papel el arte y de la literatura en el conocimiento de la historia, de cómo hay episodios trascendentales y horrorosos que, sin embargo, se ocultan y se quedan varados en el olvido, de cómo el sufrimiento y la persecución del diferente se han repetido siempre, se repiten hoy en día, en todas partes.

Después de todos estos días, de que le comunicaran el viernes que había ganado el Premio Nacional de Narrativa, estará como en una nube. 

Ha sido muy raro, muy extraño. Pero la vida me ha hecho bajar un poco de esa nube. Yo el lunes a primera hora tuve que llevar a mis niños al colegio, y tuve que fichar en el trabajo y que dar mis clases. La vida ha seguido igual. La gente ha compartido mucho su alegría conmigo. Me han dado mucho cariño, me han felicitado. Aún tengo una sensación un poco extraña. Mi cabeza aún está intentando ubicarse.

Ganó, además, en abril, el Premio de la Crítica. Son dos de los premios más importantes del panorama literario nacional. Ese doblete lo han conseguido muy pocos autores. ¿Cómo reaccionó cuando le dieron la noticia? 

Ahora que hablamos de estar en las nubes, yo ese día, el viernes 11, estaba pisando mucha tierra. Había puente en Almería. Estaba en casa con mis niños. Les acababa de dar el desayuno y me iba a comprar al supermercado. Recibí una llamada de un número desconocido. Algo me dijo: “cógelo”. Era el ministro de Cultura, Ernest Urtasun. Me dio una sensación de alegría inmediata. El ministro me hablaba y yo reía de pura alegría. Fue una noticia muy impactante, y muy inesperada. Pensaba que el Premio de la Crítica había sido un accidente irrepetible, y ahora el accidente se ha multiplicado por no sé cuánto. Todo me resulta muy extraño, en el sentido de que mi persona como autor, y el libro y la editorial y todo lo que ha rodeado a este Martinete del rey sombra indicaba que era imposible que sucediera.

Soy un autor bastante desconocido. No figuro o no figuraba en los mapas de los escritores más importantes de mi generación. Si se revisan los suplementos de cultura del año pasado no aparezco entre los 50 mejores libros. Pero el libro ha ido creciendo a través del boca-oreja, del ímpetu de muchos libreros. Publico en una editorial minúscula, muy independiente, de una sola persona de un pueblo de Zaragoza. Todo indicaba que, como tantos otros libros en esa circunstancia, pasaría desapercibido. Sin embargo, se ha producido el milagro.

Habrá sentido orgullo de estar en Cartagena, justo unos pocos días después de recibir el premio, de ser el pregonero de la Feria del Libro de su ciudad natal, la ciudad donde creció su pulsión literaria.

Mucho. Yo vengo de un barrio obrero, un barrio humilde de Cartagena, de una familia trabajadora, muy alejada de los templos de la cultura, de los grandes premios culturales. Estos escenarios siempre han estado reservados para gente que tenía la posibilidad de pagárselos, no para la gente de mi clase, de mi familia, que lo único que podía hacer era trabajar e intentar sobrevivir y sacar adelante a los hijos.

He hecho hoy en el pregón, además, un homenaje a la escuela pública, de la cual soy profesor también, y sin la cual no se entendería que gente con mis raíces pueda llegar a ganar el Premio Nacional. Creo que es hora de reivindicar ese origen de clase, y de que los hijos de obreros podamos asaltar los templos de la cultura, que antes nos estaban prohibidos por desharrapados. Nuestro ariete ha sido la escuela pública. Si pienso en democracia, pienso en escuela pública. Si pienso en igualdad de oportunidades, pienso en escuela pública. 

Digamos que la raíz de su pulsión literaria nace en la escuela pública.

Sin duda. Primero, porque me enseña a escribir y a leer. Casi todos los libros que yo devoraba de niño los tenía en la biblioteca del colegio. En mi casa no había. Ahí ya me fascinaba la literatura. En cuanto supe unir dos palabras, jugaba a crear historias y a escribirlas, a ponerlas sobre un papel muy pequeño. Es algo con lo que he vivido siempre: esta enfermedad que es para mí la literatura la he tenido siempre dentro.

En Martinete del rey sombra narra la Gran Redada contra los gitanos en el año 1749. Un episodio de una envergadura terrorífica, un intento de genocidio. ¿Cómo es posible que un hecho así haya pasado tan desapercibido para la historia? No sé si este libro es, también, una reflexión acerca de cómo contar la historia y de qué episodios se quedan en el olvido.

Mi profesión es la de profesor de Historia. Me ha parecido escandaloso ese vacío que hay en torno a la historia oficial sobre la Gran Redada. Uno de los impulsos que me lleva a escribir este libro es precisamente esa reflexión sobre cómo se fija la memoria y el olvido. Este acontecimiento se olvidó.

La historia de persecución contra el pueblo gitano, hasta hace una generación, ha sido contada por otros. El gitano siempre ha sido contado desde fuera, desde una otredad. Todo es el resultado de ciertas inercias. No se trata de una conspiración del olvido, sino de inercias, de lo que es importante y lo que no, de lo que el historiador debe estudiar y lo que no deja de ser anecdótico. Este caso de la Gran Redada no está hablando solamente de lo que le ocurre a una minoría en España. Está hablando de la propia construcción de la nación española y de la identidad española.

¿Conocía este suceso antes de escribir el libro? 

Había escuchado campanas muy lejanas sobre el tema. Realmente no tenía ni idea. Pero me llega al trabajo una revista especializada con un dosier y un artículo sobre la Gran Redada y al leerlo, me digo: “¿Qué pasa aquí?”, “¿Cómo es posible que no explique esto en clase?”. Estamos hablando, salvando las distancias y el tiempo, de algo parangonable al Holocausto judío. De hecho, los nazis también quisieron exterminar a los gitanos. Auschwitz está lleno de muertos gitanos. La Gran Redada es un acontecimiento tremendo.

¿Cómo de importante es conocer la historia, contarla, para entender lo que somos hoy en día?

El libro es un ejercicio de memoria histórica. La memoria histórica no solo debe centrarse en la Guerra Civil y en el franquismo, sino que tiene que ir mucho más allá. Hace falta una revisión y una toma de conciencia de lo que ha pasado con el pueblo gitano desde que llegaron a la Península. Es una cuestión de salud como nación y de reconocer que lo que somos actualmente no se explica sin lo que hemos sido antes. 

Es necesario entender, por ejemplo, el papel que juega el pueblo gitano en España hoy, de exclusión, de autoexclusión, de desconfianza mutua. Eso no es una destilación natural del tiempo. Eso es fruto de acontecimientos históricos y de decisiones institucionales. Las primeras leyes antigitanas datan de 1499, con los Reyes Católicos. Desde entonces hubo cientos de ellas, con el punto álgido en la Gran Redada. Todos los gitanos supervivientes lo llevan dentro. Ese sufrimiento explica sus raíces, explica dónde están ellos, quiénes son. Y esto no va de tener compasión. Va de entender las cosas, en mi opinión, para poder cambiarlas y enmendarlas. De hecho, el antigitanismo sigue siendo estructural en España.

Sin ir más lejos, en Cartagena, barrios como el de Santa Lucía, o el de Los Mateos, son lugares con mucha población gitana que tienen un estigma negativo.

Yo soy de Santa Lucía. Y estoy orgulloso de ser de un barrio obrero, humilde. En los barrios humildes también hay gitanos. De pequeños nos educaban hacia la desconfianza, hacia el “cuidado con ellos”. Hay una construcción del otro que también está en el otro lado, porque ellos también desconfían del payo. Todo eso tiene una explicación histórica. Se trata de eso, de conocernos para avanzar en una dirección más adecuada. 

¿Cómo de importante es el arte, y en este caso la literatura, para conocer sucesos olvidados? Hay acontecimientos históricos horribles que están en la memoria colectiva gracias al arte, como por ejemplo el bombardeo de Gernika.

El ejemplo de Gernika es muy elocuente. Los historiadores y académicos hacen un trabajo extraordinario. Pero hay un problema con la divulgación. No se terminan de trasladar los avances de la academia a la divulgación masiva, a lo que el público popular conoce. El público lee novela histórica. Ve series de televisión. Ve películas. Lee cómics. La gente, por ejemplo, tiene un conocimiento muy amplio del Holocausto judío. Cualquier persona sabe ubicarlo. Eso ha sido a través del trabajo de los historiadores, por supuesto, pero sobre todo a través del arte de las películas, de las series, de los libros. El arte tiene la responsabilidad de fijar la memoria.

A la hora de escribir este libro, una de mis razones era arrojar un poco de luz sobre la Gran Redada. Mi opción no fue la de novelar los sucesos, sino hacer como una crónica documental lo más acercada posible a lo que está demostrado por los historiadores. Todo lo que cuento, aunque lo revisto de literatura y poesía, porque al final soy escritor, es real. No me invento nada. Los nombres que digo son personas que estuvieron ahí, que sufrieron de verdad.

La miseria humana atraviesa de arriba abajo a quien sea. A unos les atraviesa, y otros son atravesados y pisoteados por una maquinaria que se les viene encima

Raúl Quinto Escritor

¿A qué fuentes ha recurrido?

Todo ha sido gracias a la ayuda de Manuel Martínez Martínez, un historiador que ha dedicado 35 años de su vida a rescatar archivos relacionados con la Gran Redada. Tiene una base de datos brutal de muchos de los presos y presas, con pequeñas biografías. 

Acudí a él durante la escritura, porque además vive en Almería. He tenido muchísima suerte, pero siempre siendo consciente de que corría varios peligros al hacer este libro: primero el de tergiversar un poco aquello y dotarlo de espectacularidad o banalizarlo. También el de ser paternalista con los gitanos, o de intentar arrogarme a mí el derecho a contar su historia, a ser yo la voz de ellos. En ese sentido, he utilizado hechos, datos concretos. Yo no soy la voz de los gitanos. Yo escribo una historia.

Habrá tenido que hacer un trabajo, también, de ponerse en su lugar.

De alguna manera. Pero jamás me puedo poner en su lugar, porque no vengo de allí. En un libro anterior que tengo, que se llama La canción de NOF4, empiezo con una frase. “Escribir para qué, escribir desde dónde”. Como escritor, antes de sentarme a hacer cualquier tipo de proyecto, tengo que tener muy presente desde dónde escribo. Yo escribo este libro desde mi posición de payo, ahora mismo de clase media, heterosexual, que vive en el sur de España. Hablo de ciertas realidades que no son la mía y tengo que hacer el esfuerzo de entenderlas. 

Me llama la atención una frase, escrita ya fuera del libro, en la memoria de impresión. “La historia también hay que gritarla”. ¿Ha escrito Martinete del rey sombra con esa intención de gritar la historia?

Desde luego. A veces, la historia hay que gritarla. Para que te escuchen hay que gritarla.

Podría haber centrado la narración únicamente en el hostigamiento al pueblo gitano, pero también pone el foco en las personas o los personajes que lo perpetraron. El Marqués de la Ensenada, el rey Fernando VI. Personajes muy complejos, con claroscuros, hacia los que se siente cierta compasión por los sufrimientos que también llevan dentro de sí mismos. ¿Desde dónde ha escrito a esos personajes?

Desde la asunción de que el ser humano es complejo. De que los buenos puros o los malos puros no existen en la vida real. El Marqués de la Ensenada es un personaje fascinante. De la nada pasó a ser la persona más poderosa de España. Un tipo culto. Quien introduce la ilustración en el país. Alguien muy concienciado con la importancia de la ciencia. Organizaba fiestas fascinantes. Era un mujeriego impenitente. Lo controlaba todo. Pero también es un genocida. Lo espectacular no quita lo terrible.

Lo mismo sucede con el rey Fernando. Intento establecer, porque la historia real me lo permite, rimas entre las vidas de la corte y las de los gitanos durante la Gran Redada. Hay una resonancia, un eco. Igual que los gitanos son apresados a las 12 de la noche con una luna llena enorme en el cielo, al Marqués de la Ensenada se lo llevan para el destierro también a medianoche, también con una luna llena en el cielo. El final de Fernando VI es un final tan terrible que recuerda a algunas de las humillaciones y tragedias que vivieron los gitanos durante su esclavitud. La miseria humana atraviesa de arriba abajo a quien sea. A unos les atraviesa, eso es verdad, y otros son atravesados y pisoteados por una maquinaria que se les viene encima.

El libro, considerado como novela, se sitúa en realidad en la frontera entre varios géneros. En muchos momentos se lee como poesía. En otros tiene trazos de ensayo histórico. ¿Cómo se lo planteó? “Voy a escribir poesía, una novela, una narración…”

A mí el tema de la pureza, en cualquier ámbito de la vida, empezando por la ideológica, me parece algo tóxico. En literatura, también. Y en arte. Me pasa cuando escribo prosa, y me pasa con la poesía. Mis libros de poemas son también parte de una investigación, de una documentación. Hay una historia que se cuenta. En los libros de prosa es más evidente. Lo que yo quería hacer era ofrecer luz sobre unos hechos concretos. Hablar sobre los que perpetran y sobre los que son aplastados. Así es como concibo la literatura. Voy cogiendo elementos de poesía, de narrativa, de ensayo, y sale algo extraño, un libro poco convencional. No es una novela que uno espera leerse cuando tiene entre las manos una novela histórica. Lo hago desde la naturalidad de borrar fronteras a la hora de escribir. Esa estrechez me agobia y al final no acabo contando las cosas como quiero.

Dentro de ese estilo, el libro, que nos traslada a casi tres siglos atrás, está, sin embargo, escrito en presente, como si todo estuviera sucediendo ahora mismo. ¿Está hecho a propósito, tal vez para relacionar la Gran Redada con otros episodios sucedidos a lo largo de la historia, el Holocausto, la esclavitud, la segregación racial?

Esta historia no es una historia separada de la corriente del tiempo. Es un ejemplo, como tantos otros que sucedieron y que siguen sucediendo a día de hoy. Quería resaltarlo. Hablaba antes de que el antigitanismo está vivo en España. Yo he visto señalamientos públicos muy bestias en redes sociales, muchos bulos creados en torno a la comunidad gitana. No es otra cosa que la persecución del diferente, que la creación de un chivo expiatorio en el otro. Eso está a la orden del día, en España y en Europa, con los migrantes. 

Se ha creado una fantasmagoría terrible con el tema de los menas. Se ha creado una especie de construcción demoníaca en torno a ellos. Esa construcción de chivo expiatorio, de enemigo, se sigue fabricando, y Europa está camino de repetir cosas que quizás no deberían repetirse nunca. Para eso sirve también la literatura. Para llamar la atención y fijar un poco el horizonte y que no nos perdamos.

También está todo vinculado con lo que se está produciendo en este momento en Oriente Medio.

Los israelíes que están cometiendo un genocidio en Gaza, los currelas del ejército que están ahí, no son monstruos. Simplemente, están matando a demonios. Están matando algo que no es humano. Que no es como ellos. Y eso sucede porque ha habido una construcción, un adoctrinamiento para borrar esa identidad humana del otro. La barbarie hacia los demás está a un solo paso. Tenemos que ser conscientes y estar alerta.

Martinete del rey sombra. El martinete es un palo flamenco, muy vinculado con el pueblo gitano. ¿Cómo eligió el título, cómo tuvo esa idea?

Viene de la escena del primer capítulo, cuando el rey ha muerto. Yo me imaginaba esa escena con el rey muerto y rodeado de los fantasmas de todos los muertos que han dejado tras de sí sus decisiones, e imaginaba, además, el sonido de un cante flamenco, el martinete, un cante desgarrado, doloroso, solamente acompañado por el ruido del martillo sobre el yunque. Lo veía como una manera muy estremecedora de entrar en la historia. Luego me di cuenta de que era el título adecuado para el libro. Todo el libro es un martinete: un martinete del dolor, del pueblo gitano perseguido y castigado, y también es el rey sombra, Fernando VI.

La literatura es una forma de ver el mundo, de mirar el mundo y de contar la extrañeza del mundo

Raúl Quinto Escritor

El libro desprende una forma de captar el horror a través de la belleza del lenguaje, de la belleza de las palabras. ¿De dónde viene su forma de escribir? 

Viene de la poesía. Antes que nada, soy poeta. Supongo que algún día me acostumbraré a que me llamen narrador. Cuando escribo narrativa lo hago desde la poesía, desde esa mirada oblicua que tiene la poesía para ver las cosas desde fuera de lo aparente. También desde el uso de la música, del ritmo de las imágenes que son propias de la poesía. Viene de aplicar todo eso también a la narrativa. No sé escribir de otra manera. 

¿Llegó a imaginar, cuando terminó de escribir el libro y daba los primeros repasos, que acabaría teniendo tanto éxito?

Escribo sobre una cuerda floja. Siempre. Mis libros son apuestas literarias y artísticas más o menos radicales. Llevo más de 20 años publicando libros. Ningún libro mío había tenido un reconocimiento como este. Lo que ha pasado ha sido un milagro. Se daban todas las condiciones para que este libro fuera uno más, para que lo leyera poca gente. 

Este milagro que me ha ocurrido a mí con Martinete del rey sombra servirá, y soy consciente porque me lo han dicho, para que muchos autores como yo, pequeños, de editoriales pequeñas, que viven en la periferia, digan, bueno, el sistema no es tan hermético, hay grietas en las que se puede colar la literatura sin necesidad de todos esos aderezos que a veces parecen absolutamente imprescindibles para ganar estos premios, para ser leído.

¿Qué es para usted la literatura?

Para mí la literatura no es una sola cosa. Para mí es una enfermedad incurable. No me concibo de otra manera. Desde que sé escribir, escribo. Pueden cambiar muchas cosas, pero seguiré escribiendo. La literatura es una forma de ver el mundo, de mirar el mundo y de contar la extrañeza del mundo. Vivimos en el mundo de la prisa y la confusión. La literatura me sirve, como escritor y como lector, para parar el tiempo, para pensar e intentar aclararme o dar un poco de claridad. Estás tú solo con el libro cuando lo escribes, y también cuando lo lees. Eso me parece muy importante. Me parece revolucionario.

Lleva más de 20 años publicando. ¿Va a cambiar mucho su carrera a partir de ahora? Cuál es su anhelo, su deseo, su futuro en la escritura.

Aún no soy consciente de lo que implica este premio. Intuyo que, seguramente, a partir de ahora, van a cambiar muchas cosas en cuanto a cómo me ven desde fuera y a cómo me leen. Quizás en esos sitios donde antes no hablaban de mí, ahora a lo mejor se fijan un poco más. 

Supongo que este tipo de cosas cambiarán, pero yo soy profesor en un instituto público y voy a seguir dando clases porque me llena y porque estoy orgulloso de ello. Y voy a seguir escribiendo. Voy a seguir viviendo y bebiendo este veneno de la literatura hasta que me muera. No tengo una ambición, por ejemplo, de ganar mucho dinero con esto, porque la literatura no va de eso. Yo vivo bien siendo profesor. Aunque me gusta que me lean, y me gusta que me den premios, por supuesto. Pero espero que no me lleve a ningún sitio donde no hubiera querido estar antes de que me dieran el premio.

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