Javier Couso: “Siento que soy incluso más molesto en el Parlamento Europeo que en la calle”
Javier Couso (El Ferrol, 1968) es eurodiputado de Izquierda Unida. Fue incluido como número 7 en la lista de la formación -entró al dimitir Willy Meyer antes de tomar posesión de su cargo-, y desde entonces ha podido llevar al Parlamento Europeo sus años de experiencia en el estudio de la política internacional, además de obtener mucha información sobre cómo funcionan las relaciones de Europa con otros países del mundo. Músico, periodista audiovisual, director de varios documentales y activista social desde su adolescencia, Javier Couso tuvo que dejar la primera línea de combate en la búsqueda de justicia por el asesinato de su hermano José, cámara de Telecinco, que murió durante el conflicto bélico de Irak -ahora sigue en el empeño su otro hermano, David-. Hemos podido charlar con Javier antes de participar en un acto de Ganar la Región de Murcia.
De visita a Murcia, a apoyar a Ganar en el acto de cierre antes de las elecciones.
Sí, he venido porque tengo mucho cariño por Murcia. Tengo algunos buenos amigos, y en la etapa en la que me tocó ser portavoz en la lucha contra la impunidad que llevábamos, visité muchas veces Murcia. Fui invitado tanto por IU como por otros colectivos, y siempre tuve un calor especial. Cuando he tenido la oportunidad, he venido.
¿Cómo ha ido la campaña?
Estuve en Ferrol y en Madrid en pre campaña, y ahora Murcia me parecía un sitio maravilloso para cerrar. No he podido estar mucho en la campaña porque he tenido actividad fuera, derivada de mi condición de eurodiputado...
Se ha librado (risas).
Me he librado, pero no... Las campañas son bonitas. Es la segunda en la que participo. La primera fue la de las europeas, y fue muy dura porque hicimos cerca de 20 mil kilómetros, pero fue una experiencia interesante y agotadora. A mí me gusta mucho el contacto con la gente, y sobre todo, tengo intención de cumplir, aunque no sea de manera tan bestia como una campaña, con lo de la rendición de cuentas. Ir por los diferentes lugares en los que hemos estado recogiendo propuestas o demandas de los vecinos y vecinas, explicando lo que hemos podido hacer allí.
Respecto a los procesos de confluencia para estas elecciones autonómicas y municipales, no lo van a tener nada fácil los votantes para aclararse. ¿Ha seguido usted los procesos de confluencia? Imagino que no los conocerá todos...
Nadie los conoce todos, es prácticamente posible. El de Ganar la Región de Murcia lo he seguido un poco y vi la deriva que llevaba, y me gustaba. Ese es el espíritu de Izquierda Unida. Incluso en las elecciones europeas se intentó hacer así, un proyecto de sumar que aunque al final no salió adelante, sí que estuvimos ahí once o doce organizaciones diferentes, de los Verdes, de Cli AS... Y luego, aún más con el cambio que surgió a partir del 15M, con esa demanda de la gente a los partidos políticos... Aunque bueno, Izquierda Unida no es un partido político al uso, es un movimiento político y social compuesto por diferentes partidos, pero sí percibimos esa demanda de la gente para que los partidos se abran a la sociedad. Por eso hemos estado en todos los procesos de confluencia que han sido posibles y en los cuales no se nos exigiera desaparecer, por decirlo de algún modo.
Pues a veces se ha puesto sobre la mesa, si no eso, algo parecido.
Es que también hay que decir una cosa, y no quiero individualizar, pero esto es un proceso de aprendizaje muy complejo, donde hay que escuchar al de enfrente, rebajar tus expectativas, no ser egoísta... Y todavía no es perfecto. Lo estamos viendo. En algunos sitios se ha logrado perfectamente. El ejemplo de Barcelona en Común es maravilloso en ese sentido. Se ha dado muy bien, dejando los espacios a cada uno y a la participación ciudadana, y en otros sitios hay gente que no lo ha entendido bien y lo tienen que empezar a entender. No voy a nombrar casos concretos, pero ha pasado de ir a unas primarias, y no salir donde querías, y luego no aceptar los resultados. Eso no puede ser así, pero hay que tener paciencia.
La gente tiene prisa, se espera un cambio inmediato.
Esto es una lucha y una reconstrucción de largo recorrido y el tiempo histórico no es inmediato. Hay gente que dice, “si ya no ganas, no sé qué...”. Y no. Estamos recomponiendo todo por primera vez, y estamos en el fin de ciclo de un bipartidismo imperfecto apoyado por la derecha nacionalista. Hay un nuevo escenario. Vamos a construirlo poco a poco. Hemos tenido en toda España una confluencia imperfecta también, pero yo creo que las cosas que se hacen con ilusión, al final acabarán dando lo que nosotros deseamos, que es un gran bloque político y social que pueda aspira a gobernar y a cambiar este país, como ha pasado con mis compañeros, con los que empecé la legislatura. Uno de ellos ya es ministro, otro viceministro... Me refiero a Syriza, claro.
Desde el más absoluto respeto, pero haciendo una crítica que algunos ciudadanos también hacen, hay que decir que en algunas asambleas ha habido discusiones que no se dan ni en el patio de un colegio. ¿Nos falta madurez? Para negociar, para ceder... ¿Tiene que ver con nuestra educación?
En algunos sitios sí, pero mira, yo milito desde los trece años en el activismo, y ahora tengo 46, y he estado siempre muy apegado a los movimientos sociales, la mayoría de ellos asamblearios. El asamblearismo no puede ser estéril, no puede ser de estar todo el rato hablando y que llegue uno e imponga. No, hay que llegar a consensos. Hablar es hablar, y escuchar al otro, y ceder. Como bien dices, hay veces que los niños están más preparados para ello, y puede tener algo que ver con la educación, pero creo que no tanto porque los profesores y profesoras de este país se lo curran muchísimo...
Me refería más bien a las familias, a los padres.
Bueno, pero yo creo que todo esto también está muy mediatizado por la función que no están cumpliendo los medios de comunicación. Es algo que he estudiado porque provengo de ese mundo, y te das cuenta. El artículo 20 de la Constitución, que es el que recogía por lo menos el intento de mantener esa pluralidad, en un modelo como el inglés, que las televisiones públicas hicieran de contrapeso de las privadas, pues no se ha conseguido. Al final aquí las televisiones públicas se han convertido en televisiones gubernamentales, e incluso al tener una serie de derechos y regulaciones que les protegen, hay determinados partidos que como no les servían para hacer lo que a ellos les daba la gana, lo que han hecho es o crear redacciones paralelas, o cerrarlas directamente. Yo creo que eso tiene mucho que ver también con lo que hablamos, que no tenemos una gran calidad de libertad de información. Claro que hay libertad de expresión, pero luego, ¿hay libertad de prensa o de empresa? Hay prácticamente un lenguaje único. A partir de que se cambió la ley de telecomunicaciones, hay una gran concentración de medios. Antes al menos había un límite, pero ya no. Tenemos una sola voz y eso influye en un veinte por ciento, en la creación de conciencia o ideología. Yo creo que es la unión de todo eso. Desde IU estamos apostando porque las televisiones públicas lo sean de verdad, y democratizar el espectro radioeléctrico; que también haya espacio para televisiones ciudadanas, de movimientos vecinales, subvencionadas por el Estado para que haya un contrapeso, porque si no, sólo recibimos una información y siempre la misma.
Hemos hablado de los procesos de apertura de los partidos, y en concreto de IU, a la sociedad, pero parece que en algunos ámbitos la sociedad se ha cerrado a los partidos. También al suyo. He escuchado a personas que hablan de los militantes de Izquierda Unida del mismo modo que los del PP, por ejemplo, o peor. ¿Cómo lo ve?
A mí no me ha pasado, pero yo en Madrid venía de los movimientos sociales, y terminé acercándome a Izquierda Unida porque coincidía todo el tiempo con ellos en la calle. Los movimientos sociales están trufados de gente de Izquierda Unida. El 15-M exactamente igual. Evidentemente Izquierda Unida no se puede arrogar que sea el 15-M, pero en el 15-M había militantes y simpatizantes de Izquierda Unida. Equivocados o no, los militantes de Izquierda Unida, desde el pueblo más chiquitín, han estado prácticamente sin recibir recompensa, luchando contra las privatizaciones, intentando intervenir en sus ayuntamientos... Que lo hayan hecho algunos bien y unos poquitos mal, no significa que nosotros seamos parte de ese régimen. Desde el principio ha estado ahí la gente de Izquierda Unida, y es una pena que se perciba así. Nosotros estamos haciendo ese esfuerzo, y estamos participando en determinados movimientos plurales con el corazón abierto, y yo creo, estoy convencido, de que eso volverá. En algunos sitios hasta se ha dicho, no, id vosotros delante y nosotros vamos detrás… Estoy convencido de que esa generosidad, nos va a volver. Y sobre todo porque lo que más me importa es mi país y mi pueblo, no las siglas.
Pero en estos momentos de nuevo interés por la política y de mayor participación ciudadana, parece que uno de los partidos más penalizados en las urnas va a ser IU. Por ejemplo en Andalucía.
En Izquierda Unida de Andalucía, después de una participación importantísima en el Gobierno, sí que parece que hubo una cierta penalización. Aun así yo creo que se sacó un resultado digno y trabajaron muy bien. Fue una de las mejores campañas que yo he visto. Ahora estamos apostando por permanecer y estar como parte importante. Porque Izquierda Unida no va a ser el único actor que pueda llevar a cabo el cambio, pero sin Izquierda Unida no se puede entender el cambio, sobre todo por la tradición histórica de esta gente. Esperemos a ver qué pasa... Pero no sólo habrá datos de Izquierda Unida en solitario, sino la que se ha mezclado con otros movimientos. Aunque al final pueda parecer que bajemos, yo creo que en el fondo estamos ganando porque estamos trabajando por un proceso, por un gran bloque.
¿Qué tal en el Parlamento Europeo? Viniendo del activismo ciudadano, ¿siente que allí se ha alejado de la sociedad?
Tratamos de estar apegados a la sociedad, porque además nos obligan nuestros propios estatutos: control de sueldos, transparencia absoluta, donaciones que hacemos todos los meses, no volar en Business ni en Primera Clase... Toda esas cosas que te hacen absolutamente diferente a la mayoría de gente que está ahí. Hay 751 diputados, y cuando los ves ahí... Ahora entiendo cuando a veces se habla de aquello como de un cementerio de elefantes. 'Los mando allí a que vivan de puta madre...' (Risas). Nosotros tenemos un trabajo muy difícil porque somos 52 en nuestro grupo parlamentario, de esos 751, y además, la Comisión es un tripartito dominado por Alemania, pero bueno... Están ahí los del Partido Popular, los socialistas y los conservadores, y generalmente, además, coinciden en los planteamientos medulares: en la relación con Estados Unidos, con las multinacionales... En realidad, es un proyecto ideológico neoliberal, prácticamente, pero me siento que ahí soy más molesto incluso que en la calle, porque además tengo una responsabilidad como vicepresidente de la Comisión de Asuntos Exteriores, que es la más numerosa, que tiene una importancia capital... Estamos todo el día debatiendo. Viene el presidente del Líbano, y el otro día estaba la que negocia el acuerdo con Irán... Tienes capacidad de enterarte de muchas cosas y de dar una voz que es absolutamente diferente. Ellos se quedan... No están acostumbrados. En mi primera intervención me insultaron llamándome estalinista español, aunque yo no tenga nada que ver con el estalinismo...
¿Cómo fue eso?
Pues fue sólo por pedir un poco de sosiego en relación a Rusia y Ucrania. Ese Parlamento está muy dominado por la derecha radical polaca, por ejemplo, y algunos de los ex de los países del Este, que ahora son lo contrario. Por ellos, nos llevarían a la guerra. Estoy asustado de ese clima prebélico que aquí igual no se vive tanto, pero que allí parece que vamos a entrar mañana en guerra con Rusia. Luego, me enfada muchísimo el doble rasero que tienen. Todos los acuerdos de la Unión Europea, en su segundo articulado viene que están supeditados al cumplimento de los derechos humanos... Sí, donde les da la gana a ellos, porque los socios preferenciales son, por ejemplo, Marruecos, Israel, Arabia Saudí... En relaciones con Colombia, con México... Ahí no les importan los derechos humanos. En ese contexto, nosotros estamos haciendo una gran labor de entender la realidad, de tener muchísima información y de dar voz a mucha gente que no tiene capacidad, por ejemplo por medio de la Comisión de Peticiones.
Por acabar de una forma más mundana, se dan buenas palizas de avión, ¿verdad?
Muchos viajes… Demasiados. A mí que antes no me gustaba mucho volar, ahora ya no tengo más remedio que acostumbrarme porque si no, me tendría que suicidar. Hace poco conté, y en menos de un mes y medio estuve en ocho países. Se trabaja mucho, pero bueno, ahí estoy. Yo he trabajado por ejemplo en rodajes, que se trabaja muchas horas aunque en periodos de tiempo muy concentrados, pero puedo decir que aquí se trabaja más. Yo aquí es donde más he trabajado… No me importa, ¿eh? Pero es así. A veces he tenido libre solo medio domingo.
Es decir, que allí no se pegan la ‘vida padre’…
Bueno, algunos sí que trabajamos mucho y otros trabajan poco… Sólo hay que ver los ‘ránkings’ de intervenciones. Y respecto a nuestra labor, bueno, sentimos que hacemos todo lo que podemos aunque es un Parlamento muy amputado, porque casi todo el poder lo tiene la Comisión u organismos independientes que se inventan y que no se sabe muy bien a quién tienen que responder, como el Banco Central o los mecanismos de estabilidad, que nos han metido en la fiscalidad, y que nadie sabe quién los elige. Pero algo sí que se puede hacer. Yo estoy muy contento.