La semana pasada se celebró en la ciudad de Murcia el I Congreso de Pensadores nacidos después de 1975, organizado por el CENDEAC –Centro de Documentación y Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo-. Bajo el título de España sin (un) Franco, el Congreso quiso servir de breve parada en el camino, reflexión en voz alta y debate sobre los últimos 30 años de democracia en España, así como sobre las diferentes maneras de visualizar el futuro por parte de aquellos que, durante la Transición, aún tenían tiempo de sobra para jugar. Durante tres días, dieciséis profesionales de diferentes ámbitos y diversos orígenes expusieron sus ideas en el pabellón número 5 del Cuartel de Artillería de Murcia, donde tiene su sede el CENDEAC. Mucha información en poco tiempo volcada en el salón de actos, y mucho tiempo después para que se pose y tratar de asimilarla.
La primera jornada del Congreso sirvió para ejemplificar las variopintas raíces ideológicas de los ponentes, así como para que sus tres directores y organizadores compartieran sus primeras impresiones al respecto de su intención al hacer el evento y de la acogida que había despertado entre el público. Javier Fuentes reconoció que les hubiera gustado contar con más mujeres entre los invitados –sólo dos de dieciséis-, pero achacó el hecho a la dificultad de completar el plantel con personas de distintas especialidades, pensamientos y agendas. También quiso dejar claro que pretendían que el congreso se denominara 'España sin Franco', y que la '(de)' era un guiño que no había que pronunciar. Por último, tanto él como sus compañeros Antonio Hidalgo y Ernesto Castro, agradecieron la dedicación del personal del CENDEAC para poder sacar adelante las iniciativas de la institución. Y como presentación del primer ponente, Juan Ramón Rallo -uno de los más destacados defensores del pensamiento neoliberal en España-, Javier Fuentes agradeció a Rallo que hubiera aceptado la invitación a pesar de que considere que el Estado no debe destinar dinero a cultura. Y además, de haber acudido sin cobrar.
No fue mal comienzo para un Congreso que, sin embargo, luego tardó en arrancar un debate más suelto entre dos defensores de concepciones económicas y sociales antitéticas. Las ponencias debían versar en torno a Europa –el primero de los bloques temáticos a tratar-. El economista Juan Ramón Rallo, trajeado, expuso sus tesis de pie; el sociólogo Isidro López, con camiseta, lo hizo sentado. Rallo, con destreza comunicativa, desplegó un análisis más sencillo, ofreciendo datos concretos e interpretándolos a su manera, mientras que López hizo un repaso histórico más denso y profundo de lo que finalmente ha venido a transformarse en la Unión Europea de la Troika. Rallo regaló alguna de sus perlas, como que “Montoro es el ministro más comunista de nuestra historia”, que mantenemos un “bienestar del Estado en lugar de un Estado del bienestar”, que nuestro sistema mantiene al consumidor cautivo de los servicios públicos y que es imposible mantener una burocracia institucional que supone el 50% del PIB sin subir los impuestos a las clases medias y bajas, cuando en su opinión, lo ideal sería un Estado de no más del 5 o 6% del PIB, al estilo de países como Estados Unidos, donde se tiende a reducir el peso de la administración pública.
Por su parte, Isidro López negó que Europa fuera un infierno socialista, como parace defender Rallo, sino que es todo lo contrario. Según las tesis expuestas por Isidro López, ha sido el neoliberalismo pragmático el que ha configurado el estado actual de las cosas en Europa; un neoliberalismo conectado con el idealista que, en su opinión, personifica Rallo, pero diferente en cuanto a que no puede llevar a la práctica todos sus elementos porque si no “el capitalismo se vendria abajo mañana”. López quiso resaltar la importancia de Maastrich como parte de un plan económico que está estrechamente ligado a las decisiones políticas de Alemania, y donde el Sur se configura como el necesario polo consumidor de lo que se fabrica en el Norte.
En la sesión de mañana de la segunda jornada, los ponentes fueron María Díaz Crego e Ignacio García de Vitoria, y el asunto a abordar fue la Constución Española. Ambos se plantearon si es necesario y recomendable comenzar un nuevo proceso constituyente, o si los nuevos tiempos pueden tener la oportunidad de adaptar la Constitución del 78 con los propios mecanismos que la Constitución prevé. Tanto Díaz Crego como García de Vitoria coincidieron en la impresión de que lo ideal es reformar la Constitución en cuanto a algunos aspectos concretos, como la organización territorial del Estado, la utilidad Senado o el cambio del sistema electoral, muy discutido en los últimos años. Díaz Crego también expuso la necesidad de reformar los órganos institucionales independientes, como el Tribunal Constitucional y Consejo Superior del Poder Judicial, para hacer efectiva la separación de poderes y su completa autonomía. Por su parte, García de Vitoria afirmó que no esperaba reforma constitucional alguna en lo referente a problemas políticos concretos como la corrupción o “los excesos del mercado”, pero sí en lo concerniente al reparto de competencias autonómicas. En opinión de García de Vitoria, no haría falta una reforma global de la Constitución sino una serie de reformas parciales para adaptarla al nuevo marco europeo.
En la sesión de tarde, cuatro ponentes abordaron el bloque dedicado al Estado: Carlos G. Fuertes, César Rendueles, José Carlos Cañizares e Íñigo Errejón. En sus ponencias se habló del modelo económico y social surgido tras el fin del franquismo, de la consolidación de la clase media y el reparto de poderes, cuestionándose si se había producido una auténtica ruptura con el régimen anterior o si había más continuidad de lo aparente. Con la vista en el futuro, el debate trajo consigo la reflexión sobre los cambios que está experimentando el panorama político en España, las nuevas formas de participación, la modernización de las formas y la irrupción de nuevos partidos, reflejo de las nuevas inquietudes sociales y las demandas ciudadanas.
La tercera y última jornada tuvo a las identidades nacionales y a las ciudades en el punto de mira. Gustavo Sanromán hizo un repaso del asunto político e identitario en la comunidad autónoma de Galicia, su evolución y la situación actual del nacionalismo gallego, sin olvidar la incidencia de costumbres como la propiedad comunal o la parroquia. Por su parte, Raúl López Romo hizo lo propio con el nacionalismo vasco, afirmando que algunas de sus ideas más repetidas carecen de rigor histórico. López Remo llamó a tener en cuenta la evolución de la situación social y política en la que se ha ido creando y acrecentando la identidad nacional y el soberanismo, algo que otras personas vienen argumentado en lo que al proceso catalán se refiere.
En la siguiente ponencia, Eudald Espluga propuso el concepto de “independentismo emocionalmente inteligente” como referencia a aquellos que se definen independentistas pero no nacionalistas, o al menos, alejados de las exaltaciones propias del nacionalismo, tratando de aunar con ello tradición y razón. José María Bellido Morillas fue el último ponente de la mañana y dedicó su discurso a Andalucía y a los componentes históricos que han definido su identidad nacional, mediante una explicación donde hizo gala de su sentido del humor.
En cuanto al último bloque, dedicado a las ciudades, comenzó con la ponencia de Javier Sánchez Serna, titulada “Murcia después del saqueo”, en la que expuso el ciclo de la burbuja inmobiliaria y del ladrillo como un proceso de enriquecimiento de las élites económicas y políticas de la ciudad y de la Región. De ese modo, en opinión de Sánchez se desmontaría el supuesto ‘milagro económico’ de Murcia, hoy claramente en entredicho. La siguiente ponencia, de Débora Ávila, abordó el urbanismo de las últimas décadas desde el punto de vista de la segregación social, con una serie de maniobras y la aplicación de unos modelos de desarrollo que se llevaron a cabo en varias ciudades.
Por su parte, Gonzalo Wilhelmi cuestionó el carácter modélico y pacífico de la Transición en las ciudades e hizo un relato de la actividad de los movimientos vecinales y de los grupos de izquierda revolucionaria, y de su incidencia en todo el proceso. La última ponencia del Congreso corrió a cargo de Gonzalo Melián, que quiso analizar el modelo de urbanismo de nuestro tiempo que sería, en esencia, igual al franquista. Por ese motivo, expuso que no es un modelo neoliberal sino intervencionista como lo era aquél, y abogó por la eliminación de gran parte de la regulación urbanística y la configuración de un verdadero espacio de libre mercado para el urbanismo español.
Así concluía lo que debe ser el principio de un tiempo nuevo, en mitad de un momento especialmente convulso de cambios sociales y políticos que auguran aún más cambios en los próximos meses. A veces parece que no sobra la paciencia para detenerse a pensar, ni para exponer ideas ni para sentarse a escucharlas. Por eso este tipo de eventos siempre son pertinentes y deben ser bien recibidos.