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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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COVID injusto

Una solicitante de asilo camina entre los escombros del campo de refugiados de Moria

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Algo que se ha repetido al inicio de esta crisis sanitaria es que la COVID no discrimina, que trata a todo el mundo por igual, que no entiende de nacionalidades, de clase social o de género. Pero, una vez más, nos equivocamos. Pues este virus no trata igual a un pobre que a un rico; a un pensionista que a un empresario. En el caso de los refugiados, a través del mundo, además de la crisis migratoria, están viviendo una crisis añadida, la sanitaria. Por eso, el impacto del coronavirus está lejos de ser el mismo sobre un empresario como Donald Trump, que sobre un refugiado en el Campo de Moria.

Como prueba de ello, hemos sido todos y todas testigos de la rápida recuperación del presidente de los Estados Unidos de la enfermedad. Donde su lucha contra el virus, afortunadamente, apenas duró tres días, a pesar de su avanzada edad (74 años). Además, Trump salió expresando su alegría por haberse contagiado, y afirmando que fue una bendición de Dios, y que ahora ya no le teme al virus. No me extraña, teniendo a su disposición toda la maquinaria sanitaria de la primera potencia mundial en la Casa Blanca, junto con un helicóptero de un millón de dólares, el tráfico aéreo despejado, y “su hospital”, todos preparados para cualquier urgencia que pudiera sufrir el hombre poderoso.

 Un refugiado, un sintecho, o un pensionista, sin embargo, dudo que diga que está contento de haberse contagiado, ni saldría de la enfermedad con tanta facilidad con el acceso que tiene a unos servicios sanitarios desbordados. Esta crisis sanitaria, por lo tanto, está siendo especialmente dura con los pobres. En el caso concreto de los refugiados, está siendo evidente la imposibilidad de llevar a cabo las medidas de seguridad e higiene con los recién llegados. En Grecia, estas medidas y recomendaciones impuestas por el estado de alarma son muy parecidas a las de España, pero está siendo imposible llevarlas a cabo en los campos de refugiados:

1-Distancia de seguridad: en los campos duermen seis personas en tres metros cuadrados y, a menudo, hay miles de personas haciendo colas para conseguir alimentos.

2-Lavarse las manos a menudo: en los campos hay un grifo para mas de mil personas, y en muchas ocasiones sin jabón -Según Médicos Sin Fronteras-.

3-Quedarse en casa durante el confinamiento y evitar reuniones de más de seis personas: las cabañas donde viven los refugiados conviven varias familias, cada una de varios miembros… Por lo tanto, contener la pandemia en un campo de refugiados, y proteger a estas personas es, sencillamente, imposible.

Mientras que aquí nos quejamos, a menudo, de las medidas impuestas por los expertos sanitarios para prevenir la propagación del virus, de la distancia de seguridad, de tener que lavarnos continuamente las manos, etc. En la mayoría de los campos de refugiados, apenas hay grifos para lavarse las manos. Moussa, un refugiado que vive deambulando en Libia, intenta conseguir dinero o comida para alimentar a sus ocho hijas, pero hoy, por la pandemia, es aún más difícil. Qusai al-Jatib, una madre y desplazada siria, ha tenido que abandonar el campo de refugiados y volver a su ciudad natal. Huir otra vez, pero esta vez de la pandemia. Otro testimonio desgarrador, es el de una refugiada siria que afirma no tenerle miedo al virus, que quiere contagiarse para morir y descansar de una vez de esta vida de sufrimiento. Houssain, un afgano que vive en un campo de refugiados en Grecia con su mujer y dos hijos, en un contenedor de cuatro metros cuadrados, afirma temer por la vida de su hijo pequeño, un niño con una enfermedad crónica. A la vista de la situación higiénica que hay en el campo, no le falta razón.

Por otro lado, cabe destacar que, la rapidez con la que se ha expandido la pandemia por el mundo, y dada la negligencia con la que los estados han tratado a estos colectivos, los propios refugiados han tenido que organizarse para hacer frente a la situación, con los pocos medios de los disponen. Hoy, muchos se organizan, y llevan a cabo un trabajo enorme con el fin de proteger a sus compañeros más vulnerables en los campos. Intentan cerras brechas como la educativa y sanitaria. Como sostiene Alio et. al., en muchos países del mundo, los propios refugiados están impartiendo formación, dando asesoramiento sanitario y jurídico, distribuyendo alimentos, concienciando a los compañeros y compañeras del comportamiento de esta enfermedad para poder estar preparados, etc. (2020).

En conclusión, la pandemia está siendo uno de los sucesos más duros de las últimas décadas, se ha puesto a prueba al ser humano, a su capacidad de resiliencia, de cambio, de adaptación a la “nueva normalidad”. No obstante, es especialmente dura con algunos colectivos que ya antes tenían una situación vulnerable e insostenible. Como sostiene Hudir Mehdaoui en el diario egipcio de Mada Masr sobre los refugiados en Egipto: “HAMBRE en la casa y COVID en la calle”. En esta situación difícil y de incertidumbre, debemos, entre todos, intentar reducir el impacto de la pandemia sanitaria sobre los que más la sufren, pues, como señaló ya la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet “El Coronavirus también pondrá a prueba, sin duda, nuestros principios, valores, y humanidad compartida”.

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