Afortunadamente, las reacciones ante el beso forzado de Luis Rubiales a Jenni Hermoso durante la celebración inmediata del triunfo de la selección española en la histórica final del mundial de futbol del pasado domingo obligaron al presidente de a Real Federación Española de Futbol (RFEF) a pedir disculpas públicamente la tarde del mismo lunes.
#RubialesDimision como trending topic nacional, las declaraciones de personajes políticos de distintas fuerzas partidistas reprobando el hecho y ríos de tinta de prensa nacional e internacional señalando el agravio, presionaron para que virara del “idiotas…tontos del culo” de su entrevista por la mañana en la COPE a un video de poco más de un minuto que fue repartido a medios de comunicación a manera de zanjar la sangría reputacional tan solo unas horas después.
El problema es que sus pretendidas disculpas no lo son y evidencian una profunda carencia de perspectiva de género en su gabinete de comunicación, que optó por mostrarlo en chándal para una imagen física más cercana que facilitara empatizar con “el redimido” en lugar de traje y corbata que hubiese remarcado su figura de autoridad, pero descuidó el fondo del mensaje, perdiendo la oportunidad de asumir responsabilidades y mostrar liderazgo; en lugar de eso, insistió en minimizar su actuar.
Al expresar que tiene que lamentar “un hecho”, “todo lo que ha ocurrido entre una jugadora y yo… ocurrió lo que ocurrió” obvia que dicho hecho refiere más bien a una acción consciente desde su posición de máxima autoridad del futbol español sobre el cuerpo de una jugadora sin existir consentimiento de por medio. Es decir, hay una asimetría de poder implícita que media sus interacciones y es tramposo que intente mostrarlo como una relación horizontal y busque repartir carga con ella subrayando su “magnífica relación”.
“Aquí no se entendía porque lo veíamos, natural, normal… pero fuera se ha formado un revuelo… hay gente que se ha sentido por esto dañada…y tengo que disculparme, no queda otra” Si hay un “fuera” que se indigna, el “dentro” es la RFEF, esa estructura jerarquizada en la que él está en la cúspide y su discurso lo que hace es exponer a la institución en su conjunto y el evidente sexismo que la permea, en lugar de adjudicarse solo en primera persona la responsabilidad. Además de denotar que se disculpa por aquel “revuelo” percibido, no por la agresión en sí.
Remata con la perla de que su aprendizaje es que, siendo presidente de una federación tan importante, en ceremonias y celebraciones debe “tener más cuidado”; o sea, que no lo vean. “Seguramente, me he equivocado”, no lo dudes, Luis, te has equivocado, el “seguramente” sobra. En fin, todo mal.
¿Qué se hubiese esperado de un manejo de crisis que mostrara un real entendimiento del problema? Unas disculpas sin paliativos, con un mensaje más o menos así:
“Me disculpo sinceramente por mi agresión a Jenni Hermoso. Un beso no consentido es inadmisible siempre y en cualquier contexto. Entiendo que mi acción es aún más vergonzosa por mi posición de autoridad. Lamento el pésimo ejemplo que he dado y me duele también haber empañado con esto la victoria de la selección española femenina de futbol, a la que tanto trabajo y esfuerzo le ha costado ganar la copa del mundial, llenándonos de orgullo en toda España. Me comprometo a desaprender actitudes machistas que como hombres hemos normalizado desde pequeños y a tomar talleres de sensibilización para ello. De corazón, espero que, no solo Jenni, sino toda la afición que ha apoyado a nuestras hoy campeonas, acepte también mis disculpas y así podamos seguir celebrando su victoria, la cual ha hecho soñar a todo un país y, en especial, a muchas niñas que hoy tienen muchas referentes con nombres y apellidos que les han demostrado que las mujeres pueden y merecen llegar a lo más alto del deporte.”
Si esto es pedirle demasiado a Luis Rubiales —cuando menos por el momento—, pues de sus no-disculpas, nos valía mucho más que hubiese citado un láconico (y ya clásico): “Lo siento, me he equivocado, no volverá a ocurrir.”
Pero esto no ha pasado, así que toca seguir haciendo incidencia y pedagogía, que la comodidad de nuestro silencio —está quedando constancia— ya no la tendrán jamás y eso es, en sí mismo, esperanzador.
Y cierro regresando el foco hacia las protagonistas, esas futbolistas de élite —entre quienes está la yeclana Eva Navarro, nuestro orgullo murciano— que desde una lejana cancha en Sydney nos erizaron la piel, nos hicieron gritar, abrazarnos y también llorar de alegría: ¡muchas gracias, campeonAs!
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