La migración no da votos. Esta afirmación parece más que clara en un contexto de auge de los discursos de odio, racistas y xenófobos. Sin embargo, los derechos de las personas migrantes son también derechos humanos y, aunque esto a estas alturas suene revolucionario, conviene recordarlo. Podría hablar del incumplimiento sistemático de todos los artículos que contempla la Declaración Universal, pero me centraré en los derechos políticos, también por la coyuntura. El próximo mayo tenemos elecciones y las personas migrantes (tanto las emigrantes, que tienen su odisea particular con el voto rogado, como las inmigrantes) tiene difícil poder ejercer su derecho a votar.
Nos centraremos en las personas inmigrantes en España. No todas pueden votar, únicamente podrán hacerlo las personas que sean originarias de uno de los doce países con convenio de reciprocidad de voto con España (Bolivia, Cabo Verde, Chile, Colombia, Corea, Ecuador, Islandia, Noruega, Nueva Zelanda, Paraguay, Perú y Trinidad y Tobago), siempre y cuando tengan tarjeta de residencia o NIE (Número Identidad de Extranjeros) y se inscriban en el Censo Electoral antes de este martes, 15 de enero. Y en este último punto está la clave, porque no es un proceso automático; debes manifestar la voluntad de querer participar en las elecciones y, para ello, debes inscribirte en la oficina de estadística de tu ayuntamiento, por correo o por internet.
Es decir, si cumples los requisitos, tienes que hacer un trámite para poder votar. Eso sí, en el plazo del 1 de diciembre al 15 de enero, ya me diréis la cantidad de personas que hacen este trámite entre trabajos con horarios infernales y periodos festivos. Pero tranquilos, como cada cita electoral, las administraciones ponen en marcha la campaña informativa para cumplir expediente. Así, el Ministerio del Interior ha puesto un anuncio en televisión; el INE ha sacado dos notas de prensa; la Oficina del Censo Electoral ha enviado notificaciones y, bueno, los ayuntamientos, concretamente de Murcia, que tenía un mandato por una moción aprobada en el Pleno de noviembre por unanimidad, ha sacado unos folletos, muy poco útiles, por cierto. Pero qué más da si se trata de cumplir expediente y pasar página...no vaya a ser que las campañas funcionen, la gente se informe, se inscriba y termine votando. Más de 280 000 personas en toda España, casi nada.
Me voy a centrar en el caso de Murcia, que a estas alturas ya sabréis de su capacidad para vender los productos que le interesan, y, si no, repasemos las redes sociales del Ayuntamiento o de Ballesta y podremos comprobar el esfuerzo comunicativo que hacen por vender su marca.
Y es que corren tiempos poco propicios para la participación en general. También en las citas electorales la abstención crece como fruto del desprestigio de la política, del hartazgo, también justificado, de ver circos en vez de soluciones de los problemas de la gente. Pero ahora más que nunca hay que recordar la frase que se le atribuye a Platón, “el precio de desentenderse de la política es el ser gobernado por los peores hombres”. Solo basta con echar la vista a Andalucía para darse cuenta de que esta afirmación es de plena vigencia.
Parafraseando a Galeano, “aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos al menos el derecho de imaginar el que queremos que sea”, y eso pasa inevitablemente por tomar partido, por implicarse. Está demostrado que las soluciones no vendrán solas.
Por eso, con la fecha tan próxima de las elecciones, me viene a la cabeza la utilización electoral de los migrantes. La tentación por tener un negro en alguna foto de campaña (recuerden a Esperanza Aguirre, aunque ejemplos no faltan). Cada cuatro años vemos la repetición de rituales varios, candidatos que se pasean como estrellas fugaces por actos de migrantes, aunque en Murcia el PP lleve en campaña electoral desde que empezó la legislatura, en el Mixtura (la copia exprés de alSur, en el barrio del Carmen, pero con muchísimo más presupuesto, claro) Ballesta hasta se animaba con instrumentos de percusión africanos.
Me diréis que todo son quejas, que en realidad lo que hace Ballesta es un esfuerzo para que nos sintamos “integrados”, pero esto no deja de ser una simple ilusión. En realidad, no es más que la cortina de humo, como la navidad del PP con mucho brilli brilli pero sin atender las necesidades de la mayoría de murcianos y murcianas. Desde lo municipal se pueden poner en marcha múltiples iniciativas para fomentar la convivencia, trabajar por la interculturalidad y la plena participación de la comunidad migrante en todos los ámbitos de la sociedad. Pero para esto, como para otras cosas, se precisa de voluntad política. Y en el gobierno del PP no la hay. Ni siquiera se ha puesto en marcha el Consejo Sectorial de Inmigración e Interculturalidad, y eso que no cuesta un euro. Menos aún, cumplir el resto de mociones aprobadas relacionadas con la migración.
Para algunos partidos políticos, los inmigrantes seguimos siendo ese colectivo al que hay que poner la mano en el hombro de forma paternalista, pero no entienden que los inmigrantes somos sujetos políticos con voz propia, aunque muchos no puedan votar. Para algunos solo somos las que limpiamos sus casas, cuidamos sus hijos y sus mayores, planchamos las camisas de sus trajes, recogemos la fruta en el campo o servimos su cerveza en el bar. Ya es hora que los migrantes tomen lo que les pertenece, su voz propia. No debemos resignarnos a ser el elemento folklórico de una foto electoral. Podemos pasar de la política pero ella no pasa de nosotros.
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