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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Levantemos el pie del acelerador

Camiones parados en Manresa durante la jornada de huelga del lunes (archivo)

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En 2019, una serie francesa de una plataforma digital nos describía cómo podría ser el mundo si éste colapsara por la escasez de combustibles fósiles, base de nuestra sociedad capitalista. Acaparamiento de productos de primera necesidad, colas interminables para hacerse con el preciado líquido refinado del petróleo, robos de comida, violencia generalizada… Aunque esta serie distópica se produjo antes de 2020, algo de eso se vio durante los primeros momentos de la pandemia, con la desaparición de los rollos de papel higiénico de las estanterías de las grandes superficies y, ahora, con el alza de los precios de los productos básicos, tres cuartos de lo mismo con el aceite de girasol y de oliva y otros productos.

La situación del sector del transporte y de los sectores dependientes de que los productos se distribuyan por carretera y las consecuencias de los paros de otros sectores como el pesquero, son el anticipo de lo que nos espera de aquí a unas pocas décadas debido a la crisis energética: altos precios de los combustibles fósiles, desabastecimiento de los comercios, paralización de las actividades económicas dependientes de los derivados del petróleo, la agricultura intensiva usuaria de fertilizantes sintéticos y, por supuesto, el paro obligatorio de los medios de transporte por carretera.

En España, el 95% de la distribución de productos se realiza por carretera, frente solo al 2% que se lleva a cabo por ferrocarril. Este tráfico incesante de camiones por los más de 15.000 kilómetros de carreteras de todo tipo, la mayor red viaria de Europa, por delante de Alemania (12.000 km), Francia (11.600 km), por citar a dos países con mayor superficie que nuestro país, hace que el sector del transporte suponga el 25% de las emisiones totales de Gases de Efecto Invernadero de España. Si a eso se suma que se exporta, también por carretera, un alto porcentaje de productos a terceros países, se comprueba que el transporte por carretera es altamente dependiente de la importación de combustibles fósiles y muy sensible a los avatares del mercado energético.

La guerra de Ucrania ha puesto sobre la mesa la posibilidad real de que lo que hace tres años no era sino una hipótesis a largo plazo, aunque advertida por la comunidad científica y las organizaciones sociales y políticas verdes desde hace décadas: el colapso energético. Los especialistas indican que no se puede achacar únicamente a la invasión rusa el alza de los precios de la gasolina. Así, Antonio Turiel, doctor en Física Teórica, experto en oceanografía e investigador del CSIC, asegura que ya desde semanas antes de la guerra los precios del petróleo estaban subiendo, y que la producción de petróleo caerá entre un 20% y un 50% de aquí a 2025, lo que supondrá un aumento de su precio en los mercados. Se sabe que desde 2008 hemos alcanzado el pico del petróleo, es decir, el punto a partir del cual es más caro extraer este recurso del subsuelo, siendo, además, de peor calidad. La deseable alternativa de las energías renovables choca, por su parte, con la escasez de materias primas para su construcción, como el silicio para las placas solares, el litio para las baterías eléctricas o el acero para los aerogeneradores.

¿Cuál es la solución a este problema, entonces? Muchos pensadores y pensadoras han aportado su grano de arena para poner freno a nuestra carrera hacia el colapso. Los principales modos de hacer frente a la escasez energética que nos espera son de tipo decrecentista y pasan, de una manera lógica, por la reducción en el consumo de energía, la disminución en las tasas de consumo y de viajes largos innecesarios. También se hace necesario el cambio en los paradigmas de consumo, disminuyendo drásticamente la deslocalización económica, es decir, el traslado de la producción a terceros países, necesitando de transporte, a menudo transoceánico, para sustituirlo por la relocalización, producción y consumo local. Y, sobre todo, empezar a diseñar el mundo del futuro, haciendo desaparecer paulatinamente las actividades económicas que demandan grandes cantidades de energía e irlas sustituyendo por otras más sostenibles ambientalmente y resilientes, es decir, capaces de sobreponerse a las dificultades de una manera eficaz. Todo ello desde una perspectiva de género, con un enfoque ecofeminista, cambiando el papel que la sociedad actual reserva a las mujeres, siendo éstas protagonistas del cambio de paradigma.

Será un cambio difícil, ya que implica modificar nuestro esquema mental, pero sólo así seremos capaces de superar la crisis energética que sufrimos desde 2008, levantando el pie del acelerador del vehículo, nuestro modo de vida, que nos lleva hacia el muro del colapso. 

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