Desde que finalizó el escrutinio de las elecciones autonómicas en la Región de Murcia, la gran pregunta que ha sobrevolado el debate político es si, finalmente, López Miras se abrirá a pactar con Vox un gobierno o, por el contrario, Antelo accederá a abstenerse durante el debate de investidura sin el previo reparto de consejerías. La ultraderecha ha apostado fuerte: si no entra en el equipo de gobierno, habrá nuevas elecciones. Por ahora, López Miras no ha dado su brazo a torcer en lo que parece un ejercicio de resistencia que los bienintencionados interpretan como una heroica defensa de las instituciones frente a la amenaza colonizadora de Vox. Qué bonito seria atenerse a esta visión de las cosas, ¿verdad? Un representante del centro-derecha que, atravesado por el rayo de luz de la democracia, se niega a pactar con la extrema derecha en beneficio de la salud democrática y de los intereses generales. Ojalá fuera así en verdad, porque querría decir que el PP converge con la línea de actuación de la derecha europea y ve en partidos posdemocráticos como Vox una amenaza real para nuestro sistema de convivencia. Pero la realidad no es tan bonita y alentadora. Y, mientras que López Miras esgrime la bandera del gobierno en solitario, el PP ha pactado con la ultraderecha en varios ayuntamientos para llegar al poder -ahí está el conspicuo caso de Molina de Segura. Las lindes ya no resultan, por tanto, tan nítidas y el rechazo de un Gobierno de Vox ya no parece obedecer a un supuesto caso de alergia hacia su ideología extrema.
López Miras dista mucho de ser 'la resistance' frente a la amenaza fascista. Nada hay de romántico en su negativa a que Vox entre el Gobierno de la Región de Murcia. De hecho, no nos olvidemos de un dato que muchos soslayan estos días: López Miras ya ha entregado a la ultraderecha consejerías del Gobierno regional. ¿Lo recordamos? No hace mucho, la verdad. Incluso la frágil memoria de los más perversos e interesados puede llegar a rescatar imágenes de aquellos días. El presidente, con un pie fuera de San Esteban por la moción de censura presentada por Cs Y PSOE, se valió del 'padrino' García Egea para comprar voluntades del color que fueran. En estos momentos, no importaba la ideología de los tránsfugas ni que, por supuesto, estos pertenecieran a la ultraderecha más genuina. Con toda la frialdad del mundo, se les entregó nada más y nada menos que la Consejería de Educación y Cultura. Las aulas para la extrema derecha. Sin que le temblara el pulso. Si había alguna duda de la 'alergia ideológica' que el PP, en general, y López Miras, en particular, podría tener hacia el programa político de Vox, quedó aquí demostrado: ninguna. La máxima -de origen maquiavélico- de que el poder justifica los medios adquirió aquí su máxima expresión.
La conclusión a la que esto nos lleva es que si, en la actual coyuntura, López Miras proclama su negativa a que Antelo y su tropa de retardatarios entren el Consejo de Gobierno no es a resultas de la existencia de un abismo ideológico que los separase, sino del deseo de gobernar en solitario, en monocolor. López Miras no es un político con profundas convicciones ideológicas; su modus operandi en la arena política es el pragmatismo del poder, y, con tal de estar aupado en lo más alto, estaría dispuesto a asumir las políticas más populistas y totalitarias sin pestañear si hiciera falta. No hay distancias a priori entre la derecha y él porque, en última instancia, todo en López Miras es a posteriori, dependiendo de cómo vengan las cosas. Lo que toca ahora es compensar los excesos pactistas del PP en la Comunidad Valenciana y utilizar la Región de Murcia como una bombona de oxígeno democrática para Génova, que tiene muy difícil justificar qué diablos hace gobernando con un torero de vicepresidente y al mando de la Consejería de Cultura. López Miras necesita por activa o por pasiva a Vox para gobernar. El objetivo es que, en esta ocasión, sea 'por la pasiva'. Pero si, en último extremo, es necesario que sea 'por la activa', que a nadie le quepa la menor duda de que así será. Y si las aulas y la cultura vuelven a la extrema derecha, ¿qué más da?
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