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Móviles, movilidad y control psicosocial

A finales de octubre se difundía la noticia de que el INE seguirá la pista de los móviles de toda España durante ocho días, mediante un pacto con las operadoras telefónica para realizar un estudio sobre movilidad empleando información anónima de sus bancos de datos. Esto supuso cierto revuelo mediático y entre cierta población sobre las posibilidades de atentar a la privacidad de nuestros datos. Frente a estas sospechas hubo voces muy autorizadas, como Borja Adsuara quien en un ilustrativo artículo explicaba sucintamente que si los datos a utilizar por el INE están seudonimizados ya no pueden ‘atribuirse’ a una persona en particular.

Esto es cierto, siempre que se apliquen las medidas, las normativas y las garantías correspondientes para disociar los datos de una persona, lo cual constituye una responsabilidad esperable de un organismo público como el INE. Pero otra clase de efectos sociales podrían derivarse del uso de estos datos, sin afectar a la privacidad de cada ciudadano.

Nuestras vidas cotidianas están ligadas al uso de los teléfonos móviles con un grado de inmersión espectacular. Y su utilización ha provocado tales cambios en nuestras relaciones sociales y en nuestra forma de interactuar con los demás, con las instituciones, con el comercio, con nuestro ocio, que, a veces, no somos del todo conscientes de sus repercusiones. Sin embargo, estos impactos han determinado que en los últimos quince años se haya producido una multiplicidad de investigaciones desde muy diversos ámbitos como la sociología, la economía, el marketing y la psicología, entre otros. Uno de dichos impactos se refiere a la aplicación del GPS en nuestros dispositivos que, por un lado, nos facilita herramientas prácticas para nuestra movilidad y, por otro, deberíamos ser conscientes de que “el dato más valioso sobre una persona no son sus correos personales sino su posición geográfica”, como afirma Marta Peirano en su último libro “El enemigo conoce el sistema”.

Revisando las investigaciones que abordan la relación de los teléfonos móviles con nuestra conducta en la elaboración de mi tesis doctoral me encontré con varios estudios especialmente llamativos. Uno de ellos era del investigador del Massachusetts Institute of Technology, Yves-Alexandre de Montjoye y colaboradores, publicado en 2013, titulado “Predecir la personalidad utilizando nuevas métricas basadas en teléfonos móviles” en el que proporciona la primera evidencia de que la personalidad de un sujeto se puede predecir de manera confiable a partir de registros estándar de teléfonos móviles. Utilizaron cinco conjuntos de métricas: uso básico del teléfono, comportamientos activos del usuario, movilidad (número de lugares, distancia de giro y distancia diaria recorrida), regularidad en el uso del móvil y diversidad (aquí llamada entropía, la relación del número de interacciones por número de contactos), que se pueden extraer fácilmente de los registros telefónicos, lo que les permitió predecir cuán extrovertido, amable, escrupuloso, abierto a la experiencia y emocionalmente estable es un usuario.

Este estudio aplicaba un instrumento de medida de la personalidad muy extendido y bastante contrastado en la investigación psicológica como es el inventario a partir de la teoría de los “Cinco Grandes” (Big Five factors) en cuyo modelo se encuadran las siguientes dimensiones de rasgos de personalidad. La Extraversión se caracteriza por la alta sociabilidad, tendencia a la compañía de otros, atrevimiento en situaciones sociales, tendencia a evitar la soledad. La Apertura a la experiencia (o mejor, al cambio) corresponde a un individuo original e imaginativo, curioso intelectualmente, con experiencias más ricas e interesados por ideas nuevas y valores no convencionales. En su polo opuesto estos sujetos serían convencionales en su conducta y apariencia, y son social y políticamente conservadores. La Responsabilidad o Escrupulosidad es una dimensión que tiene sus bases en el auto-control, no sólo de impulsos sino que también en la planificación, organización y ejecución de tareas. La Afabilidad (o Amabilidad) refleja tendencias interpersonales. En su polo positivo, el individuo es altruista, confiado y solidario. En el opuesto el individuo es egocéntrico, escéptico y competitivo. La Inestabilidad Emocional o Neuroticismo es un rasgo de la personalidad que, con puntuaciones altas, comporta tendencia a la inestabilidad emocional, ansiedad, mucha preocupación, etc.

Pues bien, en la investigación antes citada, los indicadores vinculados a la movilidad de los usuarios (es decir, la distancia recorrida y la entropía de los lugares) fueron útiles para predecir el neuroticismo. La entropía de los contactos de los participantes ayudó a predecir tanto la extraversión como la amabilidad. El mejor predictor de la escrupulosidad fue la variación del tiempo entre las llamadas telefónicas, y el predictor más potente del rasgo de apertura fue el tiempo promedio entre interacciones de mensajes de texto. Destacaremos que la extraversión y el neuroticismo son las dimensiones de personalidad más directamente asociadas con la emoción.

¿Significa estos descubrimientos que un estudio sobre la movilidad similar al del INE podría afectar a nuestra intimidad y privacidad al detectar o predecir nuestra personalidad? No si se aplican adecuadamente las medidas de disociación antes mencionadas. Pero, en cambio, sí podrían derivarse otra serie de conocimientos que implican aspectos relevantes de las conductas psicosociales de una comunidad.

Una investigación de Anya Samek en la University of Southern California sobre la asociación entre los rasgos de personalidad y la votación en las elecciones presidenciales de EEUU de 2016, encuentra una asociación fuerte y estadísticamente significativa de la personalidad con las intenciones de voto, incluso cuando se controlan las características de los votantes y el comportamiento de votación anterior. Mayores grados de extraversión y escrupulosidad se asocian con votar por Donald Trump (candidato republicano), mientras que mayores grados de neuroticismo y apertura se asocian con votar por Hillary Clinton (candidata demócrata). Estos hallazgos están en línea con una literatura emergente que documenta asociaciones de la personalidad con puntos de vista conservadores o bien liberales. También muestra una asociación positiva estadísticamente significativa de la “Afabilidad” con la probabilidad de ir a votar frente a una asociación negativa de la dimensión “Neuroticismo”. Esta autora cita otros estudios que investigaron la relación entre la Estabilidad Emocional (lo opuesto al Neuroticismo) y las opiniones políticas, y encuentran que las personas con puntuación alta en Estabilidad Emocional (y, por lo tanto, baja en Neuroticismo) tienen menos probabilidades de sentirse ansiosos por su futuro económico y, por lo tanto, responden de manera menos favorable a políticas redistributivas.

El año pasado, Toke Aidt de la Universidad de Cambridge y Christopher Rauh de la Universidad de Montreal publicaron una sugestiva investigación planteando una distinción entre la parte de la preferencia de partido de un individuo que es estable a lo largo de la vida adulta y la parte dinámica que responde a los eventos de ciclo de vida específicos de la persona (p.ej., progresión de su carrera, cambio en el estado civil o tener hijos), así como crisis económicas (p.ej., crisis económica o guerras) y políticas macro (p.ej., los escándalos, el desvanecimiento en la prioridad de los asuntos o los nuevos líderes políticos) pueden inducir cambios en la identificación con un partido. Señalan que las preferencias de los partidos tienen un núcleo estable que se establece cuando los individuos tienen entre 20 y 30 años. A lo largo de la vida adulta, la preferencia de partido real de un individuo es maleable y dinámica, pero las fluctuaciones están en torno a ese núcleo estable.

Postulan que los rasgos de personalidad ejercen un efecto causal en la parte estable de la preferencia de un individuo por un partido, encontrando que los partidarios de los principales partidos en Inglaterra (laboristas, conservadores y demócratas liberales) tienen rasgos de personalidad sustancialmente diferentes. Además, mostraron que aquellos que no se identifican con ninguno de los partidos (abstencionistas), que están cerca de tener la mayoría, son similares a los que se identifican con los conservadores. Mientras que las personas que se sienten cercanas al Partido Conservador tienden a ser antagónicas, meticulosas e incluso moderadas (muestran poca amabilidad, apertura y neuroticismo y una alta escrupulosidad), el polo opuesto es válido para quienes se sienten cercanos al Partido Laborista. Los partidarios del Laborismo tienen más probabilidades de tener una actitud comunitaria, ser abiertos, carecer de un alto control de los impulsos y cierto grado de inestabilidad emocional. El único denominador común es que los allegados de ambos partidos tienden a mostrar una alta extraversión. Las personas que se identifican con los demócratas liberales se parecen a los partidarios laboristas con la diferencia de que muestran una baja extraversión y, por lo tanto, tienden a ser más introvertidos que los partidarios de los otros partidos.

Estos resultados están en línea con otros estudios, que demuestran consistentemente que los rasgos de personalidad de afabilidad, la apertura y el neuroticismo tienden a asociarse con una preferencia por los partidos de la izquierda, mientras que la escrupulosidad tiende a asociarse con las corrientes hacia la derecha.

Con estos antecedentes (entre otros disponibles en la literatura científica) no sería extraño que explotando los bancos de datos de los teléfonos móviles de una comunidad o un territorio, se puedan establecer mapas de conjuntos de sujetos cuyas dimensiones de personalidad nos informen de las tendencias políticas probables, o bien de sus transformaciones o giros ideológicos y políticos que se produzcan entre diversos periodos de tiempo. No creo que se trate de ciencia ficción, ni que tampoco debamos adoptar una postura paranoide ante la utilización perversa de nuestros datos personales. Sabemos que cuando adquirimos un dispositivo móvil estamos vendiendo gran parte de nuestras vidas a muchas entidades comerciales (conscientes o inconscientemente) y que deberíamos esforzarnos en garantizar y cuidar lo que compartimos. Pero esta clase de información puede implicar potencialmente tales repercusiones indeseables en nuestras conductas psicosociales que sería deseable conocer y controlar su uso como un bien común público.

A finales de octubre se difundía la noticia de que el INE seguirá la pista de los móviles de toda España durante ocho días, mediante un pacto con las operadoras telefónica para realizar un estudio sobre movilidad empleando información anónima de sus bancos de datos. Esto supuso cierto revuelo mediático y entre cierta población sobre las posibilidades de atentar a la privacidad de nuestros datos. Frente a estas sospechas hubo voces muy autorizadas, como Borja Adsuara quien en un ilustrativo artículo explicaba sucintamente que si los datos a utilizar por el INE están seudonimizados ya no pueden ‘atribuirse’ a una persona en particular.

Esto es cierto, siempre que se apliquen las medidas, las normativas y las garantías correspondientes para disociar los datos de una persona, lo cual constituye una responsabilidad esperable de un organismo público como el INE. Pero otra clase de efectos sociales podrían derivarse del uso de estos datos, sin afectar a la privacidad de cada ciudadano.