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Mujeres no, personas
Personas que no tienen la obligación de ser buenas madres, ni de ser las que mejor cocinan, ni de trabajar más que nadie fuera y dentro de casa.
En la época de las esencias, en la posmodernidad de las emociones y las identidades, es preciso combatir los discursos naturalistas y que no se amparan en ningún fundamento liberador, sino que esconden detrás la misma opresión de siempre.
Concretamente, en el discurso de género, observamos que cada vez más se apela a la esencia de las mujeres y lo que les hace diferentes a los hombres. Esto, en realidad es machista, ya que, como dijo Beauvoir en el siglo pasado: no se nace mujer, sino que se llega a serlo. ¿Esto qué quiere decir? Significa que todo aquello que tiene que ver con ser mujer (depilarse, ser madre, ser más emocional…) es una construcción social y que no se nace con ello porque está ideado por la sociedad para hacer a las mujeres más vulnerables ante el control de los hombres.
¿A qué viene mi reflexión en un momento en el que el feminismo está en auge? Justamente por eso es necesario pararse a pensar e hilar fino: estamos hartos de ver cómo la izquierda reivindica la libertad de la mujer a través de los mismos valores que le asigna el patriarcado y mediante los que está oprimida. Un ejemplo: Irene Montero relacionando a las mujeres con la política de cuidados y la protección.
Pero, Irene, ¿por qué las mujeres odiáis menos, los hombres más y vosotras cuidáis mejor? ¡Por el patriarcado! Para combatirlo hay que asumir necesariamente que eso es falso y que ni el odio es de hombres ni el amor de mujeres. El amor y el odio son de personas, independientemente de su género. Que la política debería ser más orientada al consenso y lo pacífico es una realidad, que eso no tiene que ver con que manden más o menos las mujeres también.
Sin embargo, esto no quiere decir que no sea necesaria la paridad en la política, por supuesto que sí, pero no porque la política con mujeres gozara de una mejor gestión, sino porque las mujeres merecen ser políticas en su plenitud y decidir sobre su futuro y el de los demás por ser personas.
Personas que no tienen la obligación de ser buenas madres, ni de ser las que mejor cocinan, ni de trabajar más que nadie fuera y dentro de casa. El día de la mujer todo el mundo se centra en destacar lo fuertes que son las mujeres y lo que aguantan, sin embargo, lo que hay que reivindicar es su respiro, su descanso y su carácter humano: no son ni máquinas ni heroínas, no deben ser más explotadas que un hombre por poder quedarse embarazadas, pero tampoco ser capaces de cuidar a su hijo y trabajar fuera a la vez sin descanso.
En esta línea, otro ejemplo: Carolina Bescansa entrando su primer día en el Congreso con su bebé.
No es que Bescansa no pueda hacer algo así, por supuesto que sí, en su derecho está, pero que esto no se venda de empoderante porque no lo es: unir una vez más la figura de la mujer a la de la madre solo empodera al padre de ese niño que se lava las manos a la hora de cuidarlo.
Y todo esto no queda solo en política institucional, también en la más sutil (no tanto), en la música. Por poner algún ejemplo, porque hay muchos, tenemos al reconocido rapero Toteking, que en su canción 'Ellas' dice cosas como “Prefiero mujeres mandando, no organizan guerras…” o “Corruptos ellos, corruptas pocas, las monjas curan, los curas tocan”. También dice: “Las madres crían, las tías tienen los pies en el suelo, mientras los tipos ahí fuera solo alimentan celos”; y justo en el estribillo: “Se te olvidó que una mujer te trajo al mundo, se te olvidó quién te cuidó cada segundo…” Vemos una clara diferenciación de género y cómo se romantiza la figura de la mujer buena, quitándole en realidad, toda decisión y su derecho a la maldad, como diría la filósofa Amelia Valcárcel. Dice la española que los hombres son individuos plenos que tienen la capacidad de decidir si hacer el bien o el mal, mientras que las mujeres, sin embargo, a raíz de la sociedad, tienen asignado un buenismo que no les permite ser libres, por eso reivindica el derecho a la maldad de las mujeres, para que tengan libertad de decisión.
En conclusión, el feminismo es necesario para liberar a la mujer de la opresión a la que le tiene sometida el hombre, y también para que poco a poco ser mujer y ser hombre tenga menos significado, es decir, que no tengan roles asignados.
Ni heroínas, ni magas, personas con un único derecho: ser normales y libres.
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