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El 12 de mayo tuve el placer de compartir mesa con Mauricio Valiente, número 4 de la candidatura Ahora Madrid, en un acto organizado y en apoyo a Cambiemos Murcia, candidatura de unidad popular en el municipio de Murcia. El acto trataba sobre municipalismo y unidad popular; acto con temática premonitoria habida cuenta del éxito cosechado por las candidaturas de unidad popular municipales, no solo en Madrid y Barcelona, sino en muchos lugares del Estado como en diversas ciudades de Galicia o Zaragoza, y en algunos municipios de la propia Región de Murcia, donde las cuatro candidaturas de unidad popular completa han estado todas ellas por encima del 20% de voto. El contenido de este artículo versa sobre mi intervención en dicho acto, con una mirada puesta en el futuro más inmediato: las elecciones generales de este otoño.
Comencé mi intervención citando alguna parte de una resolución del Comité Ejecutivo Internacional (el CEI de la III Internacional) de 1921 previa al IV Congreso, en la que se empieza a esbozar la política de Frente Único y donde aparecen algunas afirmaciones como “la ofensiva capitalista ha suscitado en las masas obreras una tendencia espontánea hacia la unidad, que nada es capaz de contener”, también como “despertados desde ahora a la vida pública más activa, las capas menos experimentadas de la clase obrera sueñan con la fusión de todos los partidos obreros”, o como “sin duda sus aspiraciones no están siempre claramente formuladas, pero es claro que tienden imperiosamente a la creación de un frente proletario único”.
Salvando todas las distancias habidas y por haber con los inicios del siglo XX, y teniendo en cuenta que estamos citando una resolución del CEI de la III Internacional (comunista) que establecía la estrategia en cuanto a la relación con la socialdemocracia de aquella época, lo que sí es cierto es que el debate de la unidad popular no es nuevo. De hecho es bastante antiguo, y podemos aprender de experiencias pasadas para entender el presente.
Por ejemplo, el abandono de la política de Frente Único por parte de la III Internacional en relación a Alemania tras el ascenso de Stalin al poder en la Unión Soviética, y el control de Stalin sobre la propia Internacional, pasando a la ofensiva sectaria contra la socialdemocracia alemana bautizándola como socialfascista, fue una de las causas del ascenso del nazismo y de Hitler. Con esto quiero decir que ni todos los debates y experiencias pasadas son malas (al menos la versión de la III Internacional de los cuatro primeros congresos), ni todo lo nuevo tiene por qué ser bueno; más aún cuando hay quién en nombre de lo “nuevo” hace un tipo de política que como oler, huele a bastante viejo.
Siguiendo con la política de Frente Único, en mi opinión, el 15M ha sido, y sigue siendo, una de las aportaciones más inteligentes, a la par que espontánea (reconociendo la promoción al colectivo Democracia Real Ya), del movimiento (entendido como el conjunto de organizaciones políticas, movimientos sociales, asociaciones de todo tipo y personas que resisten y luchan contra el neoliberarismo) a la política de Frente Único. El 15M vino a aportar tres elementos que me parecen fundamentales:
1. Por un lado la unidad entendida como una unidad plural y de tolerancia a la diferencia. Efectivamente, los que se reunían en las plazas procedían de diferentes realidades ideológicas, políticas y sociales, pero se reunían para resolver sus problemas comunes aceptando la diferencia. A nadie se le pedía carné, ni tampoco se valoraba negativamente la militancia política o social; tan solo se establecía que esto no se pusiera en primer plano, sino que estuviera en primer plano la problemática social en la que estábamos (estamos) inmersos. En algunos sectores se ha hecho una lectura bastante sectaria de esta aportación, haciendo una discriminación positiva hacia el “independiente” (aunque en política no hay independencia, la palabra más adecuada sería autónomo, que hace política de forma no organizada en ningún colectivo político), a la par de una discriminación negativa hacia las personas organizadas y con militancia política. No deja de ser una interpretación interesada, sectaria y no acorde a las plazas del 15M.
2. En segundo lugar una lectura de la democracia radicalizada en confrontación con la democracia liberal: “¡democracia real ya!”, “lo llaman democracia y no lo es” o “democracia no es solamente votar cada cuatro años”. Había una reivindicación de democracia directa, sin duda, pero sobre todo había una práctica política basada en la democracia deliberativa. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que en el 15M cuando se hablaba de radicalizar la democracia no se estaba pensando en una especie de democracia plebiscitaria virtual. De hecho el símbolo del 15M sigue siendo la plaza, la ocupación del espacio público para el debate y el encuentro, asambleas en cada ciudad y barrio, una forma de hacer política en base al debate que ha contagiado a mareas, PAH y un sin fin de nuevos colectivos y también colectivos preexistentes.
3. Y en último lugar la unidad basada en la ruptura con el régimen surgido de los consensos del 78. Hay que recordar que el 15M surge a pocos días de que se celebrasen unas elecciones generales en base al lema “no nos representan” y “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”. En el programa político que emana del 15M hay una reivindicación clara de una democracia más participativa alejada del bipartidismo (formado por PP y PSOE, los partidos que se han alternado en el poder desde el 78) y del dominio de los bancos y las corporaciones de la actividad económica. La ocupación del espacio público, la plaza, y el desafío en la jornada de reflexión, ponen encima de la mesa una ruptura con el Estado surgido de los Pactos de la Moncloa.
Con la apertura del ciclo electoral en 2014, después de tres años de lucha social contagiada por esta ola del 15M, y tras constatar un bloqueo en las instituciones para llevar adelante políticas en favor de la mayoría social, se planteó la necesidad y la urgencia de convertir la indignación social en cambio político. De esta necesidad y esta urgencia surge Podemos.
Podemos surge con un manifiesto, el “Mover ficha” (ahora ya olvidado tras la (re)fundación de Podemos en Vistalegre en un partido político al uso), que recoge perfectamente estas aportaciones del 15M a la política de Frente Único: pluralidad, democracia y ruptura. De hecho el proyecto inicial de Podemos era un proyecto de unidad en sí, es decir, la creación de un movimiento político y social que fuera capaz de integrar todas las sensibilidades sin que estas tuvieran que renunciar a su acerbo político, basado en un proceso democrático y de ruptura que propicie la apertura de procesos constituyentes que pongan como prioridad el bienestar socio-económico de la mayoría social, y no solo el de una minoría privilegiada.
De hecho, tanto el 15M como el proyecto original de Podemos son propuestas de “unidad popular” fundamentalmente municipalistas: apertura de procesos constituyentes desde abajo. El eje de construcción de estas propuestas lo encontramos en las experiencias colectivas antagonistas, en su capacidad para generar espacios de encuentro, lucha y reflexión que rompen con la atomización individualista que nos propone (e impone) el modelo de vida neoliberal. Ambas propuestas apostaban por estos espacios: la plaza y los círculos respectivamente, aparte de respetar y potenciar otros espacios como la PAH, las mareas, el sindicalismo alternativo... fomentando así la construcción de esta conciencia colectiva.
En este sentido, junto a este debate de la “unidad popular” siempre viene acompañando el debate de la “unidad de la izquierda”. Ambos debates se entrelazan y se confunden. Está claro que la “unidad de la izquierda” no es un fin en sí mismo, sino que debe verse en relación a la construcción de esta “unidad popular” más allá del terreno electoral. Trabajar con todos los sectores y activistas posibles de la izquierda en esta dirección es una tarea esencial, y para eso es necesario superar todos los clichés sectarios sin tener miedo al mestizaje en la acción política.
En definitiva, el reto estratégico que tenemos encima de la mesa de a cara a otoño y más adelante, es la formación de un nuevo bloque hegemónico alternativo portador de un nuevo proyecto político-social de ruptura, y no de simple regeneración que pueda imponerse en la actual encrucijada histórica, evitando una recomposición por arriba del actual bloque de poder o una “nueva transición” que culminara en un recambio de élites.
Las CUP (Candidaturas de Unidad Popular) como las de Madrid, Barcelona, pero aún más, las mareas de diferentes ciudades de Galicia o la propia Zaragoza, sin ser hegemonizadas por Podemos, son sin duda las versiones más fieles al manifiesto “Mover ficha”, a lo que fue el Podemos original de las Europeas que nos hizo soñar, entendiendo perfectamente las aportaciones del 15M a la política de Frente Único. Como conversé con Mauricio Valiente en el acto de Cambiemos Murcia, e intuyendo ya la ilusión y la movilización que estaban despertando candidaturas como la de Ahora Madrid, el éxito de este tipo de candidaturas era la mejor garantía para vencer las reticencias sectarias de ciertas direcciones políticas. Y el éxito de este tipo de candidaturas, más allá de las siglas de uno u otro partido, es incuestionable.
Las CUP nos han marcado el camino de unidad hacia las generales. El 15M nos marcó los componentes de esta unidad: pluralidad, democracia y ruptura con el régimen del 78.
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